M¨¦xico, entre la gentrificaci¨®n y la nota roja
Los residentes, nacionales o for¨¢neos, somos apenas los testigos de los horrores. La violencia disparatada, bajo cuyo pie vivimos, procede del poder omn¨ªmodo del crimen organizado y de su red de complicidades
Circula un popular video humor¨ªstico en la red en el cual un sujeto asoma por la ventana de su departamento y dispara al aire varias veces. ¡°As¨ª mantengo bajas las rentas de mi colonia¡±, reza el texto que acompa?a las im¨¢genes. Desde luego que no se trata de un meme nacional. En M¨¦xico, las ciudades se gentrifican cada d¨ªa m¨¢s, aunque la seguridad empeore sin remedio. Tenemos lo peor de dos mundos.
El ¨¢rea en que vivo, en Guadalajara, hace casi un a?o fue considerada ni m¨¢s ni menos que como ¡°la m¨¢s cool del mundo¡± por la revista brit¨¢nica de turismo Time Out, y, consecuentemente, no podr¨ªa estar m¨¢s gentrificada. Hay nuevos edificios de departamentos por todos lados y varios m¨¢s en construcci¨®n. Tenemos hoteles boutique, cafecitos culturales (y de los normales), galer¨ªas, bares, restaurantes gourmet, etc¨¦tera. Y, sin embargo, el crimen no para. Este domingo, sin ir m¨¢s lejos, le dispararon a una pareja en un agradable restaurante franc¨¦s, en la banqueta de enfrente de las oficinas de Televisa Guadalajara (por si alguien se quiere poner purista: esto, siendo rigurosos, sucedi¨® fuera de la Colonia Americana¡ Pero a 450 metros de distancia. Y totalmente en su zona de influencia). ?Creen ustedes que van a bajar las rentas? Aqu¨ª podr¨ªa entrar uno de esos viejos audios de risas grabadas¡
Incluso la bastante diplom¨¢tica Organizaci¨®n Mundial del Turismo, en boca de su secretario general, el georgiano Zurab Pololikashvili, advirti¨® hace unos d¨ªas, en una rueda de prensa por el D¨ªa Mundial del Turismo, que M¨¦xico deb¨ªa mejorar su seguridad para no ¡°afectar¡± el futuro de su industria en el ramo. Porque, s¨ª, a pesar de la ola de violencia que ha dejado cientos de miles de muertos en los ¨²ltimos lustros, con cifras comparables a las de una guerra, nuestro pa¨ªs forma parte del top ten de las naciones m¨¢s visitadas en el orbe. Y no solo por ¡°aves de paso¡± vacacionales. Existe un fen¨®meno creciente de extranjeros (muchos de ellos ¡°n¨®madas digitales¡± que se dispersaron por los cuatro punto cardinales a partir de la pandemia) asent¨¢ndose en M¨¦xico para aprovechar los bajos precios comparativos que encuentran aqu¨ª. El ¡°barrio m¨¢s cool del mundo¡± cuenta con una nutrida comunidad de estadounidenses, canadienses y europeos, por ejemplo. Lo mismo sucede en zonas como la Roma o la Condesa, en Ciudad de M¨¦xico, y muchas m¨¢s en lugares en Baja California, Nuevo Le¨®n, Guanajuato¡
Pero, a fin de cuentas, los residentes, nacionales o for¨¢neos, somos apenas los testigos de los horrores. La violencia disparatada, bajo cuyo pie vivimos, procede del poder omn¨ªmodo del crimen organizado y de su red de complicidades, a toda escala y desde hace muchos tiempo, con el poder institucional. El reciente c¨¢lculo de que las organizaciones delictivas podr¨ªan ser consideradas como el quinto mayor empleador del pa¨ªs, por encima incluso de Petr¨®leos Mexicanos o la operadora de tienda de conveniencia Oxxo, con alrededor de 175.000 personas en sus filas, puede ayudar a estimar en qu¨¦ atolladero estamos metidos.
El gobierno ha tratado de desmentir estos c¨¢lculos, que proceden de un estudio del Complexity Science Hub de Viena que public¨® la revista Science. Sin embargo, queda de manifiesto que el crimen posee un poder humano formidable. La mejor prueba de eso es el propio discurso oficial, que atribuye a las operaciones de la delincuencia una parte fundamental de los m¨¢s de 165.000 homicidios dolosos que las autoridades reconocen que se han producido durante el presente sexenio (al que a¨²n le queda un a?o y ya es, desde hace meses, el m¨¢s violento desde que se llevan estad¨ªsticas).
Tenemos, pues, un problema. Y no es que no seamos cool. Es que somos una naci¨®n de nota roja.
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