C¨®mo el ¡®capitalismo cool¡¯ se adue?a de nuestras ciudades
Hablamos con Jorge Sequera, doctor en sociolog¨ªa y autor de un nuevo libro que aborda el impacto del turismo y la gentrificaci¨®n y revisa los modelos econ¨®micos
"El barrio m¨¢s cool del mundo. El m¨¢s "aut¨¦ntico". El Soho de...? [escriba su ciudad aqu¨ª]". ?Qu¨¦ se esconde tras estas vacuas palabras, propias de gur¨² impartiendo una masterclass de m¨¢rquetin inmobiliario? Enmascarada bajo este tipo de conceptos ambiguos, la gentrificaci¨®n provoca profundas trasformaciones urbanas y socioculturales que tienen como finalidad y resultado la segregaci¨®n socioespacial y una acentuaci¨®n de la desigualdad en el acceso y disfrute del derecho a la ciudad. Para acercarnos mejor a estos procesos charlamos con Jorge Sequera, profesor e investigador de la UNED, que actualmente dirige el proyecto Likealocal?sobre transformaciones urbanas y turistificaci¨®n en cuatro ciudades de Espa?a, que acaba de publicar el libro Gentrificaci¨®n. Capitalismo cool, turismo y control del espacio urbano?con la editorial La Catarata
Pregunta: Jorge, ?nos puede acercar al fen¨®meno de la gentrificaci¨®n? ?Guarda relaci¨®n directa con los modelos econ¨®micos que se han ido extendiendo a ra¨ªz de la globalizaci¨®n?
Respuesta: Las din¨¢micas de la gentrificaci¨®n se extienden ¡ªcomo los diversos procesos de extracci¨®n de plusval¨ªa urbana¡ª con su propia estrategia. Van encaminadas a la desposesi¨®n material y simb¨®lica de territorios urbanos concretos y tienen una fuerte relaci¨®n con el modelo econ¨®mico y social hegem¨®nico como es el neoliberalismo. Se trata de un proyecto de clase encaminado, por un lado, a reproducirse bajo los sostenes del propio Estado y por otro, a capturar aquellas parcelas de la vida que a¨²n no est¨¢n a merced del mercado capitalista. En este caso, para que los barrios populares sean tomados por promotores inmobiliarios, nuevos propietarios, especuladores y nuevos residentes con mayor capital econ¨®mico y cultural y expulsar a sus habitantes.
?Desde cu¨¢ndo y por qu¨¦ est¨¢ presente esa pr¨¢ctica?
Esta pr¨¢ctica, de sustituci¨®n de clase y en el contexto de una mirada urbana, ha tenido diversas fases dependiendo del contexto metropolitano. La pr¨¢ctica de la desposesi¨®n y la colonizaci¨®n de clase, del desplazamiento en las ciudades, de la expulsi¨®n, se repite c¨ªclicamente en diferentes cronolog¨ªas y en diferentes contextos. Lo que est¨¢ ocurriendo decididamente en algunas ciudades en los ¨²ltimos 50 a?os, algunos autores lo relacionaban en contextos anglosajones (ciudades como Londres o Nueva York) con la vuelta al centro de las clases medias blancas despu¨¦s de d¨¦cadas de abandono del centro y del llamado White fly de estas mismas clases hacia la suburbia en plenos albores del fordismo. Una vez muerto el sue?o de la vida id¨ªlica, de la arcadia feliz en ese extrarradio de vidas homog¨¦neas, la deriva tom¨® su versi¨®n revanchista. Quer¨ªan de nuevo el centro, lugar de encuentro, de actividad l¨²dica, de est¨ªmulo cultural, de cercan¨ªa con los trabajos de servicios avanzados y los negocios, etc¨¦tera.
Salvando enormemente las distancias en ciudades como las nuestras, donde nunca hubo esa gran fuga de las clases medias y altas, ya que en buena medida nunca se fueron de la ciudad consolidada, han tendido a pensar que el centro hist¨®rico les pertenec¨ªa. Siempre dividido ese centro, con una parte donde habitaba tradicionalmente la burgues¨ªa y otra, el arrabal ¡ªdonde las clases populares y su h¨¢bitat popular estaba muy presente¡ª estas pol¨ªticas de la gentrificaci¨®n trabajan para que este ¨²ltimo sea olvidado, y s¨®lo queden los retazos pop, como una postal inocua, del h¨¢bitat obrero.
??En qu¨¦ se basan para llevarla a cabo?
El decorado ¡ªpopular¡ª puede quedarse, pero sus gentes deben irse. En el libro atiendo a algunas de estas particularidades: c¨®mo hacen para que el proceso parezca limpio, neutral, amigable y que se esconde detr¨¢s. En un primer momento, el lugar tiene que ser visto por todos como un lugar a rehabilitar, a reconducir. Para ello, lo primero es que el abandono llegue hasta sus ¨²ltimas consecuencias: viviendas en ruina, falta de infraestructuras y equipamiento urbano, inacci¨®n de la administraci¨®n p¨²blica, ali?ado con algo de amarillismo estigmatizador desde medios de comunicaci¨®n: si ya tienes una banda del pegamento en tu barrio seg¨²n los medios, es tu turno. Posteriormente, la entrada de capital privado para reformar e intervenir en el espacio pasa a ser visto con buenos ojos: a qui¨¦n hostigue estas pr¨¢cticas inmobiliarias (rentas antiguas, poblaci¨®n vulnerable) pasa a ser lo de menos. En pos de la modernidad, pasan a ser s¨®lo da?os colaterales.
Suele ocurrir que este discurso del desarrollo y las mejoras suelen venir de la mano de algunas asociaciones vecinales que hacen los primeros gui?os al capital privado y por qu¨¦ no, a la policializaci¨®n de los espacios (despu¨¦s, ya tarde, se dan cuenta de que ellos mismos son el target a expulsar). En nuestras ciudades, la administraci¨®n p¨²blica, cegada por esa transformaci¨®n urbana que pondr¨¢ a la ciudad en los mejores puestos de listas que no sirven para nada, y alimentada por la fe ciega en que el progreso consiste en eso, dotar¨¢ de ingentes cantidades de dinero para esa rehabilitaci¨®n, que pondr¨¢ la alfombra roja para que las plusval¨ªas de todo este proceso vayan a manos de aquellos que detentan las propiedades. Mientras, en el camino se habr¨¢ dejado de lado una rehabilitaci¨®n integral y participativa, donde se tengan en cuenta los impactos sociales de introducir numerosos recursos y adecentar un barrio entero y sus viviendas: la necesaria protecci¨®n a los diversos colectivos (especialmente los m¨¢s vulnerables), los controles regulatorios de precios del alquiler y compra-venta, la introducci¨®n de vivienda p¨²blica, las moratorias de desahucio y desalojo y una pol¨ªtica directa de cuidados de la poblaci¨®n all¨ª establecida. Pero esto no ocurre porque s¨ª.
Y es ah¨ª donde lo cool hace su acto de presencia. Actividades que en principio no parecen ser da?inas, se fomentan y se financian para que funcionen como ariete ideol¨®gico para conquistar espacios. Se necesita atraer a aquellos que adem¨¢s de ser pioneros en el proceso, como dice el colega Marc Morell, tambi¨¦n sean objeto de la extracci¨®n de plusvalor laboral: joven, apuesto/a, con capital cultural alto, con profesiones liberales o art¨ªsticas, sin demasiadas cargas familiares, etc.
Estos perfiles, que son atra¨ªdos por diversos anzuelos (el ocio nocturno, los museos, los teatros, los campus universitarios, la diversidad ¨¦tnica) comprenden un cl¨²ster dentro de la ciudad postindustrial, que los convierte en los trabajadores de la nueva f¨¢brica flexible: trabajar¨¢n en los sectores del terciario avanzado (o se estar¨¢n preparando para ello) a cambio de pagar altas rentas por su alquiler o su hipoteca, los menos. Por detr¨¢s, entre bambalinas, rentistas multipropietarios, son los que extraer¨¢n las millonarias ganancias del suelo y las ayudas p¨²blicas para renovar sus viviendas, aumentando exponencialmente los rendimientos obtenidos, que con los anteriores habitantes del barrio no consegu¨ªan, potenciando y reproduciendo la figura parasitaria del rentista.
Algunas ciudades y algunos barrios, ?son o han sido, durante la crisis de la covid-19, ratoneras o barrios trampa?
Sin duda. La vuelta hacia valores materialistas (de escasez y de supervivencia) en nuestro mundo avanzado est¨¢ haciendo saltar los resortes y mecanismos sobre los que se sosten¨ªan. Y es que esta crisis nos pone ante el espejo social de la desigualdad. Si nos fijamos, buena parte de los v¨ªdeos viralizados que han recorrido las redes para incentivar que la gente se quedara durante el confinamiento en casa estaban protagonizados por futbolistas corriendo en sus jardines o famosos de medio pelo haci¨¦ndose selfies en sus azoteas privadas. Sin embargo, la realidad invisibilizada en el laberinto de la ciudad es otra. Ana, mi vecina de calle tiene dos a?os, vive con toda su familia en una habitaci¨®n alquilada sin ventanas y con graves humedades. Comparte infravivienda con otras dos familias en una casa de 40 m2 con una sola ventana y una puerta a la calle. Y las normas impuestas le imped¨ªan salir de casa. Su madre, que trabajaba cuidando la hija de otra familia y limpiando otra casa sin estar dada de alta, lleva m¨¢s de seis meses sin recursos. Otros, cada d¨ªa se suben al vag¨®n de metro, al tren, camino a su puesto de trabajo. Despu¨¦s vuelven a su piso, que comparten con otras dos o tres familias. Porque la ley y la crisis no es igual para todos.
Pero algo que tambi¨¦n me est¨¢ dando vueltas a la cabeza en plena pandemia es la coyuntural escapada de esas mismas clases colonizadoras al campo, aquellos que en su momento, y no me gusta mucho el concepto, se les ha denominado como gentrificadores. Una irrefrenable animadversi¨®n a la ciudad parece estar apoder¨¢ndose de aquellos, que con y sin hijos, consideran que encontrar¨¢n su sitio en el reconfortante meandro de cualquier autov¨ªa que les conecte con la ciudad donde trabajan. No se tratar¨ªa de movimientos ciudad-campo de esto que se ha dado en llamar neorrurales, sino de aquellos que siempre han deseado detentar la centralidad urbana. Me pregunto cu¨¢les son las estrategias discursivas para configurar nuevas vidas suburbiales alrededor de condominios con jard¨ªn y piscina o la vuelta al chalet en las afueras como forma de vida ideal de los que un d¨ªa eran reconocidos urbanitas.
Entiendo que la ciudad, sus violencias, sus altos precios o sus peque?as casas expulsan sin cesar hacia la periferia de la periferia a las clases trabajadoras. Pero lo que la pandemia est¨¢ cambiando es que parece que de nuevo estas clases medias urbanas t¨ªmidamente tambi¨¦n se retiran (o sue?an con hacerlo) de la centralidad, con el alto coste de poner al coche de nuevo como protagonista de sus vidas, con las largas distancias a recorrer todos los d¨ªas ¡ªcuando uno de sus privilegios de clase consist¨ªa en ir andando o en bicicleta¡ª las horas de conducci¨®n, atascos o de imposibilidad de conciliaci¨®n familiar. ?Estamos ante el fen¨®meno inverso de la vuelta al centro de estas clases medias urbanas? ?Es algo pasajero debido al confinamiento sufrido? ?Est¨¢n perdiendo inter¨¦s los centros de las ciudades?
?Es el turismo la excusa que se utiliza como retroalimentaci¨®n para engrandecer y alimentar a la gentrificaci¨®n en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia...?
Es un tema pol¨¦mico en estos momentos. Hay colegas que en los ¨²ltimos tiempos tienden a identificar ambos procesos ¡ªgentrificaci¨®n y turistificaci¨®n¡ª bajo el mismo paraguas de la gentrificaci¨®n. Otros entendemos que si bien pueden cohabitar en espacio y tiempo e incluso tener caracter¨ªsticas similares, son din¨¢micas extractivas que responde a causas distintas, que tienen impactos diferentes y que en ocasiones chocan. Parad¨®jicamente es habitual encontrar a clases medias y altas propietarias que se mudaron al barrio en pleno proceso de gentrificaci¨®n, quej¨¢ndose ahora de la turistificaci¨®n de su barrio, ya que han visto rotas sus expectativas de detentar el barrio con su habitus ejemplar por la entrada masiva y descuidada del turista borracho y ruidoso.
En el libro trato de hacerme algunas preguntas al respecto, entre otras que me siguen dando vueltas: si la turistificaci¨®n fuese un tipo de gentrificaci¨®n o la acompa?a, ?por qu¨¦ las clases medias y altas querr¨ªan vivir en estos barrios? ?No huir¨ªan? ?Tienen los turistas realmente un papel elitizador? ?Acaso no hay fen¨®menos de distinci¨®n social entre turistas? Si se est¨¢n gentrificando otros barrios lim¨ªtrofes, por efecto de la turistificaci¨®n, porque estas clases medias urbanas buscan nuevos barrios alejados del turista, ?c¨®mo pueden ser ambos procesos de gentrificaci¨®n?
Tambi¨¦n observo que hay una tendencia a meter a residentes comunitarios y a turistas en el mismo saco, se?alando que sus patrones de consumo y estilos de vida son iguales. Creo que esto no ocurre as¨ª, como demuestran otros estudios sobre consumo y espacio urbano. Y considero que es ah¨ª precisamente donde debe entrar el an¨¢lisis de los discursos, en tanto pr¨¢cticas, buscando las contradicciones y las ambivalencias del sujeto como se?ala acertadamente Mart¨ªn Criado, y no que se cumpla la hip¨®tesis de partida lineal del investigador. Un buen ejemplo es el estudio de Daniel Malet sobre las pr¨¢cticas sociales y el impacto socioespacial de los Erasmus en los barrios en los que resid¨ªan en la ciudad de Lisboa.
A pesar de que a primera vista podr¨ªamos quedar cegados por el clich¨¦ del Erasmus relacionado con la fiesta nocturna, lo que encontr¨® fue mucho m¨¢s amplio. Si bien muchos Erasmus decid¨ªan residir en Bairro Alto por el ocio nocturno, otros, los bohemios, se iban al melanc¨®lico barrio de Alfama huyendo de los primeros, mientras que los activistas eleg¨ªan el barrio popular de Mouraria. Lo que muestra que las pr¨¢cticas y los capitales de los Erasmus (?residentes temporales? ?turistas? ?poblaci¨®n flotante?) no son similares. La brocha gorda es una tendencia que debemos combatir desde las ciencias sociales. Seguro que yo he pecado de lo mismo en m¨¢s de una ocasi¨®n y creo que deber¨ªamos cuidar m¨¢s nuestras perspectivas epistemol¨®gicas y a prioris. Ser categ¨®ricos asociando clase social y turista creo que nos lleva a una confusi¨®n innecesaria. Se?alar linealidad entre procesos y din¨¢micas urbanas capitalistas con causas e impactos dispares, cuando genera tantas paradojas, no permite atisbar las divergencias.
?Los pisos tur¨ªsticos aceleran el proceso de gentrificaci¨®n?
Los pisos tur¨ªsticos aceleran y aumentan el proceso de extracci¨®n de un bien inmueble a trav¨¦s de una econom¨ªa del turismo que permite aumentar las rentas obtenidas por la vivienda. Aceleran, s¨ª, los procesos de desplazamiento, de expulsi¨®n, de vaciamiento, de desaparici¨®n del tejido social y vecinal del barrio, de conversi¨®n del espacio urbano en espacio monofuncionalizado por el turismo.
Lo que estamos viendo, en plena pandemia, es que esos pisos eran extra¨ªdos, como ha se?alado en diversas ocasiones Javier Gil, del mercado tradicional de alquiler residencial. Ahora, sin negocio tur¨ªstico, han vuelto a ponerlos en este tipo de portales inmobiliarios. Lo que percibimos, sin embargo, es que pretenden mantener los mismos precios por noche que en Airbnb, lo que da como resultado precios estratosf¨¦ricos en un mercado ya de por s¨ª inflado artificialmente. Adem¨¢s, expectantes de que el ciclo cambie, deciden alquilarlo por temporadas, lo que rayar¨ªa la ilegalidad. Es curioso que hasta hemos encontrado anuncios en portales inmobiliarios de alquiler tradicional donde los gestores no se han molestado ni en quitar la toalla con forma de cisne ni descripciones que incluyen los horarios de entrada y salida del apartamento.
?Ve al tejido social concienciado y con fuerzas y resortes para hacer frente a la gentrificaci¨®n?
Sin duda, es uno de los leitmotiv de las luchas barriales. Parar los desahucios, contener la entrada de grandes capitales a los barrios, pelear por la protecci¨®n de las familias m¨¢s vulnerables, exigir el control y regulaci¨®n de precios para hacer frente a din¨¢micas como la gentrificaci¨®n y tantas otras pr¨¢cticas de solidaridad, pol¨ªticas de calle, de confianza y colectivas, que las pol¨ªticas de partido y del espect¨¢culo suele ensombrecer y en ocasiones minusvalorar.
?En qu¨¦ est¨¢ trabajando en estos momentos?
En la actualidad dirijo un proyecto de investigaci¨®n que precisamente se acerca a la diversidad de discursos, pr¨¢cticas y estrategias que rodean el modelo Airbnb. Este proyecto busca poner la mirada, no s¨®lo en la remercantilizaci¨®n de la vivienda, las subidas de precios o en el desplazamiento de poblaci¨®n, que ya otros colegas han explicado con claridad, sino acercarnos a la cotidianeidad del circuito: c¨®mo operan los anfitriones, qu¨¦ piensan los hu¨¦spedes, qu¨¦ tipo de trabajo racializado y/o sexualizado est¨¢ detr¨¢s, cu¨¢les son las consecuencias de este modelo sobre ¨¦stos; en definitiva, qu¨¦ tipos de paradojas encontramos en los residentes del barrio.
Adem¨¢s, y dado el impasse del turismo en este verano con la covid-19, estamos realizando una investigaci¨®n sobre las consecuencias e impactos de la pandemia sobre Airbnb en varias ciudades donde el proyecto trabaja con grandes colegas del ¨¢mbito de la geograf¨ªa, la antropolog¨ªa, la arquitectura o la sociolog¨ªa en Sevilla, Palma, Barcelona y Madrid. Espero que podamos publicar pronto los resultados.
Entrevista de Susana Angl¨¦s, miembro del proyecto de Difusi¨®n Cultural de Cazarabet.?
Jorge Sequera es doctor en Sociolog¨ªa por la UCM, profesor en la UNED e investigador colaborador en el Instituto CICS.NOVA de la Universidad Nova de Lisboa. Sus l¨ªneas de investigaci¨®n abordan fen¨®menos claves de la sociedad posfordista y la metr¨®polis, como el consumo, los estilos de vida, las nuevas clases medias, la segregaci¨®n residencial, la exclusi¨®n social, la sociedad de control, la gentrificaci¨®n, la turistificaci¨®n, los movimientos sociales urbanos y la protesta social (jorgesequera.me).
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