Israel y la herida
Debemos ser capaces de condenar en¨¦rgicamente lo sucedido, pero tambi¨¦n estar dispuestos a preguntarnos c¨®mo se ha llegado hasta esta situaci¨®n
Aceptamos nuestra vulnerabilidad cuando nos hieren. El dolor causado por otros nos obliga a aceptar nuestra interdependencia y ¡°no hay acto de soberan¨ªa, por m¨¢s violento que sea, que nos pueda liberar de este hecho¡±. Lo dice Judith Butler en Vida precaria, libro que public¨® tras el 11-S, y me vino a la cabeza al leer estos d¨ªas turbulentos a otra pensadora tambi¨¦n de origen jud¨ªo, ...
Aceptamos nuestra vulnerabilidad cuando nos hieren. El dolor causado por otros nos obliga a aceptar nuestra interdependencia y ¡°no hay acto de soberan¨ªa, por m¨¢s violento que sea, que nos pueda liberar de este hecho¡±. Lo dice Judith Butler en Vida precaria, libro que public¨® tras el 11-S, y me vino a la cabeza al leer estos d¨ªas turbulentos a otra pensadora tambi¨¦n de origen jud¨ªo, Eva Illouz, quien trataba de explicar una emoci¨®n muy parecida: el sentimiento de insoportable vulnerabilidad tras la monstruosa ofensiva terrorista de Ham¨¢s. La imagen que Israel ten¨ªa de s¨ª mismo ha sido derrumbada por un terrorismo capaz de franquear el hipersofisticado muro construido para dar seguridad a su poblaci¨®n. Pero el muro, en realidad, tambi¨¦n forma parte de otra narrativa pol¨ªtica interesada: que el conflicto pod¨ªa gestionarse con la violencia suspendida de baja intensidad que el propio muro alimenta, sin que haya sido reconocido internacionalmente como una frontera soberana. Antes bien, lo que se est¨¢ afirmando es que el muro es en s¨ª mismo un reconocimiento de facto de una situaci¨®n de excepci¨®n que deja en suspenso la ley, el derecho, la legitimidad y la responsabilidad.
Butler habla de la ¡°enorme herida narcisista abierta por la exposici¨®n p¨²blica de nuestra vulnerabilidad f¨ªsica¡±, y se pregunta, al igual que Illouz, c¨®mo hacer frente al duelo. La tentaci¨®n narcisista coloc¨® el punto cero de los acontecimientos en el desplome de las torres gemelas, como puede suceder ahora con el feroz ataque de Ham¨¢s. Y a?ad¨ªa: ¡°Que los acontecimientos no puedan comprenderse sin su historia no significa que el an¨¢lisis hist¨®rico sirva de justificaci¨®n moral¡±. Salir de esta interminable narraci¨®n en primera persona es necesario para entender el marco global de lo sucedido y poder construir una respuesta tambi¨¦n global que amortig¨¹e la unilateralidad vengativa. Pero la humillaci¨®n de una inmensa herida impide que Israel comprenda su interdependencia y piense su respuesta trabajando con otras naciones, dentro del consenso institucional internacional, algo sobre lo que tampoco la UE parece querer insistir.
Otra manifestaci¨®n narcisista es c¨®mo trasladamos las repercusiones de un conflicto as¨ª a nuestras opiniones p¨²blicas. Reavivamos la ret¨®rica de guerra cultural con la que alimentamos los mu?ecos de paja que hemos construido desde nuestras columnas de opini¨®n. Operar en el debate p¨²blico como si fu¨¦ramos un algoritmo polarizador, en lugar de ejercer una intermediaci¨®n desde el inter¨¦s general, no nos aleja mucho de los pol¨ªticos que tanto criticamos. En la izquierda, hay quien confunde sin pesta?ear la causa palestina con la justificaci¨®n del terrorismo, como insinu¨® ayer Macron a M¨¦lenchon sin nombrarlo, pidiendo ¡°no sumar fracturas nacionales a las internacionales¡±. Debemos ser capaces de condenar en¨¦rgicamente lo sucedido, pero tambi¨¦n estar dispuestos a preguntarnos c¨®mo se ha llegado hasta aqu¨ª. Butler propon¨ªa hace m¨¢s de 20 a?os un campo intelectual con distinciones m¨¢s responsables y complejas, y reivindicaba la herida como ¡°una oportunidad de reflexionar sobre ella, de darse cuenta de qui¨¦n es v¨ªctima de fronteras permeables, violencia inesperada, desposesi¨®n y miedo, y de qu¨¦ manera¡±. Una oportunidad, en definitiva, de salir de nuestro eterno y b¨¦lico narcisismo.