Europa, Israel y la culpa
La responsabilidad nos proyecta hacia el futuro mientras que el lamento del vicecanciller alem¨¢n -quien dec¨ªa que la fundaci¨®n de Israel ¡°fue una promesa de protecci¨®n a los jud¨ªos, y Alemania est¨¢ obligada a garantizar que se cumpla¡±- participa de ese lenguaje de la inculpaci¨®n tan proclive al ensimismamiento y la actitud defensiva
La culpa puede convertirse en un mero gesto sentimental que ensombrece nuestra mirada sobre el futuro. Pens¨¦ en esta idea de Hannah Arendt al ver las declaraciones del vicecanciller alem¨¢n, Robert Habeck, en alusi¨®n a la barbarie cometida por Ham¨¢s, en las que dec¨ªa que, tras el Holocausto, la fundaci¨®n de Israel ¡°fue una promesa de protecci¨®n a los jud¨ªos, y Ale...
La culpa puede convertirse en un mero gesto sentimental que ensombrece nuestra mirada sobre el futuro. Pens¨¦ en esta idea de Hannah Arendt al ver las declaraciones del vicecanciller alem¨¢n, Robert Habeck, en alusi¨®n a la barbarie cometida por Ham¨¢s, en las que dec¨ªa que, tras el Holocausto, la fundaci¨®n de Israel ¡°fue una promesa de protecci¨®n a los jud¨ªos, y Alemania est¨¢ obligada a garantizar que se cumpla¡±. La responsabilidad especial con Israel, a?ad¨ªa, ¡°surge de nuestra responsabilidad hist¨®rica¡±. Curiosamente, sus palabras sonaban m¨¢s a culpa que a responsabilidad, algo de lo que Arendt sab¨ªa bastante. La responsabilidad nos proyecta hacia el futuro mientras que el lamento de Habeck participa de ese lenguaje de la inculpaci¨®n tan proclive al ensimismamiento y la actitud defensiva, ese que nos impide pensar en t¨¦rminos pol¨ªticos sobre lo que debemos cambiar para que la historia no se repita. La culpa tiene, en fin, un regusto religioso: busca purgar un castigo, la catarsis, y provoca m¨¢s resentimiento que el hacernos cargo de una situaci¨®n, pues acaba alumbrando esa moral esclava que permea la cultura occidental.
El problema de asumir las razones de Alemania o Europa y aceptar nuestra ¡°relaci¨®n especial¡± con Israel desde la idea de la culpa es que abandonamos el imperativo de la responsabilidad pol¨ªtica con el presente y con el futuro. La forma en que normalizamos los cr¨ªmenes de guerra, volvi¨¦ndolos corrientes y asumibles (en definitiva, m¨¢s ¡°pensables¡±) es una expresi¨®n de aquella banalidad del mal que Arendt denunciaba en su c¨¦lebre ensayo sobre Eichmann, donde, por cierto, criticaba que Israel utilizara el juicio para legitimar su autoridad moral y sus aspiraciones nacionales, denunciando lo problem¨¢tico que resultaba que enjuiciara a Eichmann en nombre de su propia poblaci¨®n. El exterminio nazi se extendi¨® a grupos sociales que tambi¨¦n inclu¨ªan a gitanos, homosexuales o discapacitados, as¨ª que sus cr¨ªmenes no atentaban solo contra ellos sino contra la humanidad entera. De ah¨ª que establecer el tribunal en Israel fuese problem¨¢tico desde la moral universal que habita en el pensamiento de Arendt, contraria a la forma en que Ben Guri¨®n utiliz¨® el juicio para ¡°fortalecer la conciencia jud¨ªa¡± en un Estado que deb¨ªa ¡°desarrollarse forzosamente en unas circunstancias de pluralidad pol¨ªtica e hist¨®rica¡±. La valent¨ªa de Arendt incluy¨® la cr¨ªtica al s¨²bito inter¨¦s alem¨¢n en enjuiciar en su propio territorio al llamado ¡°comando Eichmann¡± apenas siete meses despu¨¦s de la llegada del jerarca nazi a Jerusal¨¦n.
Estos episodios de la memoria europea dificultan abandonar el fango de la culpa mientras banalizamos el mal al normalizar la vulneraci¨®n del derecho humanitario internacional a manos de Israel. Asumir nuestra responsabilidad pol¨ªtica no solo implica condenar y trabajar para frenar las matanzas, sino velar por el mantenimiento de la legitimidad de las instituciones internacionales que fueron pensadas para evitar que la historia se repitiera. Mientras Europa se flagela por los errores del pasado y pierde su menguante autoridad moral, ?c¨®mo mantendremos con vida a la ONU? ?C¨®mo abordaremos su adaptaci¨®n a los nuevos equilibrios globales? ?Hay alguien preocupado por esto?