El blues del Cercan¨ªas
El rifirrafe entre Ayuso y Puente se antoja especialmente indecente. Qu¨¦ malote, qu¨¦ malota, qu¨¦ macarras
A las 6.18 horas de un mi¨¦rcoles de diciembre tal que ayer mismo hace un fr¨ªo que pela en la estaci¨®n de Alcal¨¢ de Henares, ciudad madrile?a a 30 kil¨®metros del despacho de Isabel D¨ªaz Ayuso en la Puerta del Sol, y del de ?scar Puente en Nuevos Ministerios. A esa hora de la ma?ana a¨²n es noche cerrada en esos inh¨®spitos andenes, atestados de pasajeros que se han levantado como m¨ªnimo una hora antes y se apresuran a picar su billete con la esperanza de conseguir, si no un asiento, un saliente donde apoyar los gl¨²teos y cerrar los ojos un rato durante el viaje. Aunque es hora punta y los trenes salen cada cinco minutos, muchos no lo logran y tendr¨¢n que aguantar a pie derecho los 35 minutos de traqueteo hasta Atocha, o los 55 hasta Chamart¨ªn, fin de trayecto, antes de salir pitando a sus respectivos destinos. Fichar a las ocho en punto en el curro. Cuidar de un anciano durante toda la jornada. Someterse a un examen preoperatorio o universitario. Hacer una entrevista de trabajo. Conectar con un AVE a la otra punta de Espa?a. En plata: buscarse la vida. Porque nadie se mete por gusto cual sardina en lata en un tren a esas horas. Y se les ve en las caras, desencajadas por el madrug¨®n bajo la luz de tanatorio de los fluorescentes, y en los cuerpos, cansados ya tan temprano, pertrechados con sus deportivas, sus vaqueros, sus plumas de batalla, sus fiambreras con unas lentejas para ahorrarse el men¨² del d¨ªa, y los cascos y el m¨®vil ocluy¨¦ndoles los t¨ªmpanos y los ojos y las ganas de mirar y escuchar al otro. As¨ª, d¨ªa tras d¨ªa.
Imaginen el cuadro cuando, ¨²ltimamente, d¨ªa s¨ª y tres no, el viaje se interrumpe sin previo aviso y sin margen de maniobra por descarrilamientos y aver¨ªas varias. El milagro es que no haya algaradas. Por eso, el rifirrafe entre Ayuso, presidenta popular de la Comunidad de Madrid, y Puente, flamante ministro socialista de Transportes, ech¨¢ndose a la jeta el marr¨®n de los Cercan¨ªas, se antoja especialmente indecente. Qu¨¦ malota, qu¨¦ malote, qu¨¦ macarras. Porque mientras a ellos los viajeros les van en el cargo, a los pasajeros les va la bolsa y la vida en ello. Y a¨²n les queda la vuelta a casa. Con suerte, ser¨¢ de d¨ªa. Ser¨¢ de noche las m¨¢s de las veces. Y ma?ana, vuelta a la rueda del h¨¢mster.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.