La derecha espa?ola, del Tinell al Muro
La izquierda no tiene la patente de la democracia, y algunos nunca necesitamos ser progresistas para considerarnos decentes: aqu¨ª ya exist¨ªa una conjunci¨®n liberal-conservadora puesta al d¨ªa.

Algunos nunca tuvimos que ser progresistas. Hace ahora tres meses, Antonio Mu?oz Molina rememoraba en este peri¨®dico el golpe en Chile con un art¨ªculo que, a partir de su memoria personal, transparentaba magn¨ªficamente las ansiedades y esperanzas de una generaci¨®n en la agon¨ªa del franquismo. No todo el mundo sent¨ªa igual, claro: a Franco lo derroc¨® una tromboflebitis. Y la mirada entre la impiedad y la condescendencia que a veces hemos dedicado a la ¨¦poca ¡ª¡±pap¨¢, cu¨¦ntame otra vez¡±¡ª ha difuminado una realidad que, con sus errores y candores, iba a tener una proyecci¨®n pol¨ªtica y moral: la de tantos aquellos que se hicieron progresistas simplemente para considerarse dignos ante el espejo.
Cada generaci¨®n tiene una inculturaci¨®n pol¨ªtica distinta, sin embargo. Y algunos nunca necesitamos ser progresistas para considerarnos decentes. La izquierda debe recordar que la derecha tambi¨¦n tiene su memoria democr¨¢tica. En el esquinazo de los ochenta y noventa, asistimos in vivo a un m¨¢ster en ciencia pol¨ªtica: los sue?os de la izquierda revolucionaria hab¨ªan sido algo m¨¢s cruento que ¡°el pasado de una ilusi¨®n¡±. Acto seguido, el nacionalismo desangrado en Yugoslavia parec¨ªa del todo desacreditado y desfasado en un momento de estir¨®n de la unidad europea que, en el caso de Espa?a, dio cumplimiento al norte intelectual de varias generaciones. En fin: quien naci¨® con Su¨¢rez iba a hacer la primera comuni¨®n con Fukuyama. No quiero que derramen el caf¨¦: me ahorro citarles a Thatcher, Reagan o Wojtyla.
En esa educaci¨®n sentimental para la pol¨ªtica, uno pod¨ªa incardinarse sin culpas ni dudas en una derecha que ya ofrec¨ªa, en Espa?a, una conjunci¨®n liberal-conservadora puesta al d¨ªa. Algunas de las iniciativas de la derecha, de hecho, estaban en el aire de aquel tiempo: el adi¨®s a la mili, la descentralizaci¨®n o las liberalizaciones pod¨ªan haber sido obra de la izquierda. Como en los posicionamientos en pol¨ªtica exterior o Estado de bienestar, hab¨ªa una trama de consensos: los fastos del 92, la cumbre israelo-palestina o la entrada en la OTAN no se vivieron como un ¨¦xito partidista, como tampoco lo hizo el espaldarazo de autoestima de entrar en el euro. ETA mataba a derecha e izquierda: ambas encarnaban a su enemiga, la Espa?a democr¨¢tica. Nuestra propia formaci¨®n bajo la Constituci¨®n sirvi¨® para que tambi¨¦n el centroderecha tomara aprecio de sensibilidades que le eran exc¨¦ntricas: el papel del exilio en nuestra cultura, o una cierta tradici¨®n republicana. Esa educaci¨®n, al fin, sediment¨® en una costumbre: siempre fruncimos el ce?o cuando alguien all¨¢ fuera se refer¨ªa a la espa?ola como una ¡°joven democracia¡±. Y al llegar la crisis, muchos pensamos que no era una crisis de modelo, sino de crecimiento. Hoy hay motivos para una mayor melancol¨ªa: algunos debates de ese tiempo, como la convergencia con Europa, se han esfumado. Otros ¡ªcomo Franco¡ª tienen una presencia mayor.
As¨ª las cosas, es como m¨ªnimo una anomal¨ªa levantar muros ¡ªpalabra de evocaci¨®n funesta¡ª a la derecha. El muro busca el bloqueo pol¨ªtico del centroderecha mediante su inhabilitaci¨®n moral. No es la primera vez que se contempla: quiz¨¢ antes se llamaba ¡°cord¨®n sanitario¡± y, en todo caso, antecede con mucho a Vox. Dicho de otro modo, para la excomuni¨®n c¨ªvica de la derecha no hac¨ªa falta una extrema derecha. Esto se vio, hace ahora veinte a?os, en el Pacto del Tinell que la naturaliz¨®. Seguidamente, la legislaci¨®n sobre memoria no se quiso limitar a una necesaria reparaci¨®n humana e institucional: ha buscado anclar la legitimidad de nuestra democracia no en los debates del 78 ¡ªdonde la izquierda no impuso sus tesis¡ª sino en la vieja legalidad republicana. Hoy, la jaculatoria ¡ªdudosa de por s¨ª¡ª es ¡°somos m¨¢s¡±, como si eso fuera un salvoconducto o como si hubiera alguna virtud aprendida en la Historia en que media Espa?a se desentienda de la otra. Ante esta realidad, toda protesta es ¡°crispaci¨®n¡±, y todo el que la verbalice, ¡°cayetano¡± o ¡°facha¡±, cuyos significados abarcan cada vez tipos m¨¢s extensos. El hecho de que hayamos visto una derecha montuna rodeando Ferraz confirma que est¨¢ mal rodear las sedes de los partidos y las instituciones en 2023: tambi¨¦n lo estuvo en 2012 y 2004.
Podr¨ªamos pensar que hay esperanza. Iron¨ªa on: si se negocia con la derecha independentista catalana, ser¨¢ menos gravoso acercarse a la derecha constitucional espa?ola. Si se habla con el partido del que fue fundador Pujol, podr¨¢ hablarse tambi¨¦n con el partido del que fue contable B¨¢rcenas. As¨ª podemos seguir hasta cubrir todo el espectro. A buen seguro, el mayor cambio est¨¢ en que, antes, izquierda y derecha pactaban programas con los nacionalismos y ahora la entente entre nacionalismos e izquierda se quiere pacto permanente. Y ah¨ª alguien sobra. Es el muro. ¡°Somos m¨¢s¡±.
Ning¨²n error de la derecha justifica la cuarentena de una realidad social inescamoteable. La izquierda no tiene la patente de la democracia espa?ola. Pensar que o actuar como si nuestra democracia tuviera un due?o es poco dem¨®crata, ya sea por inter¨¦s electoral, ya sea por una superstici¨®n que dice poco de una izquierda que se reclama ilustrada. Es una tentaci¨®n que se debe desactivar desde la propia izquierda. Ser progresista ha constituido, para no pocos, una fe de vida: muy bien. Pero antes que progresista se es dem¨®crata.
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