¡®Intenci¨®n¡¯
Un relato escrito poco despu¨¦s de los ataques de Ham¨¢s contra Israel desde la franja de Gaza el 7 de octubre de 2023
Yechiel Nachman se hab¨ªa pasado 20 a?os rez¨¢ndole a su Dios. 20 a?os enteros en los que ni un solo d¨ªa hab¨ªa dejado de orar para pedir una boda, un trabajo, buena salud y paz en Israel. Pero no surti¨® efecto: Yechiel Nachman sigui¨® siendo un solter¨®n sin blanca y asm¨¢tico, y la paz no se atisbaba en el horizonte. Con todo, no dej¨® de entrar en comuni¨®n con Dios cada d¨ªa, sin faltar a una sola de las tres oraciones cotidianas. En el fondo de su coraz¨®n, Yechiel Nachman hab¨ªa aceptado que sus plegarias quedaran sin respuesta. Porque la oraci¨®n era un anhelo puro de compasi¨®n y justicia, en tanto que la vida era la vida: cruel, desalentadora, ofensiva. De manera que era l¨®gico que esos dos mundos opuestos nunca llegaran a encontrarse. Sin embargo, el 7 de octubre de 2023, el d¨ªa 22 de Tishr¨¦i del a?o 5784, algo se rompi¨® dentro de Yechiel Nachman. Esa ma?ana, cuando se iba a celebrar la jubilosa festividad de Simjat Tor¨¢, cientos de sus conciudadanos fueron asesinados, y a muchos m¨¢s se los sac¨® de su hogar para conducirlos a territorio enemigo.
Cuando ni siquiera hab¨ªa tenido tiempo de absorber las terribles noticias, Yechiel Nachman se encontr¨® envuelto en su manto para la oraci¨®n en el balc¨®n de su pisito de Beit Shemesh, sin comer ni beber, y sin hacer nada m¨¢s que rezar durante horas y horas. As¨ª le suplic¨® al creador: Aquellos a quienes te has llevado, llevados est¨¢n, pero te ruego que tengas piedad de todos los inocentes arrancados de sus lechos al amanecer y que los devuelvas a casa.
A la ma?ana siguiente, despu¨¦s de 20 horas de oraci¨®n consecutivas, Yechiel Nachman entr¨® en la aplicaci¨®n de alertas Home Front, pero la situaci¨®n no hab¨ªa cambiado. Se puso el abrigo y camin¨® con rapidez hasta la casa de su rabino, Nechemia Mittelman.
¡ªRabino ¡ªle dijo¡ª, ya no tengo fe. Antes de quitarme la kip¨¢ y de cortarme los tirabuzones, he venido a despedirme.
El rabino estudi¨® con la mirada a Yechiel Nachman y le pregunt¨® con serenidad qu¨¦ le hab¨ªa hecho perder la fe. Consternado, este contest¨®:
¡ªDurante toda la noche le he rezado al Alt¨ªsimo por las almas de los rehenes. Le he rogado que los proteja, que los libere. Y no lo he hecho con la desgana habitual, sino con una intenci¨®n verdadera y plena. Pero, pese a todo, nada ha ocurrido. Te ruego que me perdones, rabino, pero ya no creo. No creo en un Dios cuyo coraz¨®n se endurece ante plegarias tan puras como las m¨ªas.
¡ªCon una intenci¨®n verdadera y plena¡ª, repiti¨® el rabino, acarici¨¢ndose la barba. ¡ª?Puedo preguntarte c¨®mo de plena era esa intenci¨®n?
A Yechiel le ofendi¨® la pregunta.
¡ª?C¨®mo de plena? Pues totalmente plena.
¡ªTotalmente plena no era ¡ªafirm¨® el rabino, sacudiendo con tristeza la cabeza¡ª porque, de haberlo sido, se le habr¨ªa dado respuesta. Tu plegaria debi¨® de ser casi plena. Quiz¨¢ m¨¢s de lo habitual, pero no lo suficiente.
Con actitud paternal, le puso la mano en el hombro a Yechiel Nachman.
¡ªTe sugiero, Yechilik, que en lugar de cortarte las barbas y los tirabuzones, pongas m¨¢s empe?o en tus plegarias. A juzgar por c¨®mo te tiembla la voz, yo creo que est¨¢s muy, pero que muy cerca.
De manera que Yechiel Nachman regres¨® a su pisito, se volvi¨® a poner el manto para la oraci¨®n y reanud¨® sus plegarias. Mientras rezaba, buscaba grietas en su fe y fisuras en su intenci¨®n, y descubri¨® que, aunque casi todo el tiempo rezaba poniendo todo el coraz¨®n, en ciertos momentos este se distra¨ªa. Mientras con los labios susurraba ¡°y regresar¨¢n del territorio enemigo¡±, su coraz¨®n contemplaba el cuello largo, como de cisne, de la sonriente cajera de Comestibles Osher, a su despreciable casero, y tambi¨¦n la renovaci¨®n de la receta que tendr¨ªa que haber solicitado en la farmacia hace mucho tiempo. En cuanto Yechiel Nachman fue consciente de los pensamientos ego¨ªstas que perturbaban su plegaria, comenz¨® a centrarse en ellos para irlos apartando poco a poco de su cabeza.
Al igual que un hombre que intenta empujar una pesada carga cuesta arriba, Yechiel Nachman sudaba y jadeaba mientras rezaba. Sud¨® y jade¨®, jade¨® y sud¨®, hasta que logr¨® arrancar por completo los pensamientos profanos de su coraz¨®n e hizo sitio para una intenci¨®n y una fe mayores, que al final invadieron todo su ser. Y de inmediato la plegaria se transform¨®: ya no era una serie de versos de un devocionario, sino una s¨²plica verdadera y doliente. Y esta s¨²plica, como cualquier s¨²plica pura, era inagotable; no se contentaba con solicitar el bienestar de sus hermanos secuestrados y de su naci¨®n, sino que ped¨ªa el de todos los seres humanos, incluidos sus enemigos. Yechiel Nachman continu¨® entonando sus plegarias sobrecogido, como un jinete que ha perdido el control de su caballo, y escuchaba con curiosidad sus propios ruegos, como si fuera otro quien los articulara. Al final de una oraci¨®n que se prolong¨® durante unas 30 horas, Yechiel Nachman entr¨® en Home Front y descubri¨® que dos de los rehenes hab¨ªan sido liberados, y que en esos mismos momentos se negociaba un alto el fuego con el enemigo.
Esa noche, al entrar en la sinagoga, Yechiel Nachman not¨® que el rabino Mittelman lo observaba con ternura. Cuando sus miradas se cruzaron, este sonri¨® y asinti¨®. Durante el camino de vuelta a casa, Yechiel Nachman ya no tuvo la sensaci¨®n de estar pisando una sucia acera de cemento, sino la de ir flotando por encima de las nubes. Ahora, pens¨®, cuando los grandes problemas est¨¢n en v¨ªas de resoluci¨®n, la pr¨®xima plegaria podr¨¦ dedic¨¢rmela a m¨ª mismo.
A pesar de encontrarse absolutamente exhausto, esa noche, en lugar de acostarse, Yechiel Nachman puso todo el empe?o que pudo en rezar para que le concedieran esposa e hijos. Al principio le pidi¨® al creador que lo uniera a la cajera de Comestibles Osher. Pero su plegaria, como cualquier plegaria pura, eligi¨® palabras e intenciones m¨¢s dignas de las que ning¨²n Yechiel Nachman hubiera podido elegir, e insisti¨® en rogar que el creador pudiera encontrarle una esposa adecuada.
Mientras rezaba, Yechiel Nachman sinti¨® cierta elevaci¨®n espiritual, como si hubiera logrado, por primera vez en su vida, contemplar el esp¨ªritu de la vida que anhelaba, no solamente sus pormenores. No pidi¨® que se le concediera una mujer, sino un matrimonio; no pidi¨® hijos, m¨¢s bien ser un padre sabio y cari?oso. Rez¨® y rez¨® sin descanso, hasta que se encontr¨® tendido en el suelo con la frente amoratada. Mientras la vecina de arriba le vendaba la herida, le dijo que hab¨ªa sufrido una grave ca¨ªda y que ten¨ªa que ir al m¨¦dico inmediatamente. Yechiel Nachman le dio las gracias y le explic¨® que estaba muy cansado y probablemente un poco deshidratado: si beb¨ªa un poco de agua, com¨ªa algo y descansaba un rato se encontrar¨ªa bien.
Despu¨¦s de abandonar el piso de la vecina, Yechiel Nachman se pas¨® por Comestibles Osher, donde compr¨® unos paquetes de schnitzel congelados y seis botellas de agua mineral. Al pagar, la cajera cuellilarga le lanz¨® su radiante sonrisa y coment¨® que cu¨¢nto deb¨ªan de gustarle esos escalopes de ternera congelados. Yechiel Nachman le devolvi¨® la sonrisa y dijo que s¨ª que le gustaban mucho, pero que tambi¨¦n le gustaban otras cosas. En la tienda no hab¨ªa m¨¢s clientes, as¨ª que se pusieron a hablar de comida, sobre todo de sushi kosher. Yechiel Nachman le prometi¨® a la cajera que la pr¨®xima vez que fuera a hacer la compra le llevar¨ªa una botella de vinagre de arroz especial que solo se vend¨ªa en Jerusal¨¦n, y con el que los granos de arroz se pegaban entre s¨ª como imanes a la puerta de un frigor¨ªfico.
Por la noche, tumbado en la cama con los ojos abiertos, Yechiel Nachman pens¨® en lo maravilloso y sencillo que era este mundo y en cu¨¢nto sufrimiento y cu¨¢ntas penalidades hab¨ªa tenido que sufrir todos los d¨ªas de su vida, simplemente por no haber sabido qu¨¦ deb¨ªa pedir y c¨®mo. Ese fue su ¨²ltimo pensamiento antes de cerrar los ojos para siempre.
A los apesadumbrados padres de Yechiel Nachman la doctora les explic¨® que su hijo, al caerse y golpearse la cabeza, deb¨ªa de haber sufrido un traumatismo cerebral y que, si en lugar de irse a dormir, hubiera hecho caso a la vecina y hubiera ido a urgencias, todav¨ªa estar¨ªa vivo. Cuando termin¨® de hablar, la doctora mostr¨® una mueca de pena.
Sin embargo, el esp¨ªritu de Yechiel Nachman no estaba nada apenado. Ahora se encontraba en el otro mundo, donde todo estaba bien. No solo al 99%, sino absolutamente bien. Plenamente bien. Y en ese mundo, Yechiel Nachman se pasaba horas y horas manteniendo profundas conversaciones con el creador, ante el que presentaba las quejas y tribulaciones de todos los seres humanos. Y Dios le escuchaba con paciencia infinita y asent¨ªa con misericordia. Le escuchaba todo el tiempo, incluso cuando no ten¨ªa la menor idea de qu¨¦ le estaba diciendo Yechiel Nachman.
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