Ellos ya somos nosotros
El ¨¦xito de un colegio de Barcelona lleno de inmigrantes nos da la clave. La integraci¨®n es posible, siempre que nos la tomemos en serio
Si, entre los excesos de estos d¨ªas, han tenido un rato de calma para repasar el peri¨®dico, tal vez hayan reparado en un reportaje estupendo de Ignacio Zafra: ¡°El instituto con el 95% de alumnado inmigrante que desarma prejuicios¡±. El subt¨ªtulo ofrece m¨¢s pistas: ¡°El centro p¨²blico Miquel Tarradell, situado en el coraz¨®n del barrio del Raval, en Barcelona, y catalogado como de m¨¢xima complejidad socioecon¨®mica, tiene un ambiente escolar envidiable y un creciente n¨²mero de estudiantes que llega a la educaci¨®n superior¡±. Si no lo han le¨ªdo, se lo recomiendo. Ah¨ª encontrar¨¢n historias de alumnos y profesores que son de por s¨ª un conjuro contra los t¨®picos y una luz de esperanza. No se trata de discursos buenistas ni de piedras filosofales, sino de trabajo, presencia y la inversi¨®n necesaria para que un colegio con todas las papeletas para convertirse en un fracaso ¨C 95% del alumnado de origen inmigrante, barrio masificado, padres sin recursos¡ª se convierta en un ejemplo. No hay espacio aqu¨ª para resumir el reportaje, pero s¨ª para detenerse en un detalle que me ha tra¨ªdo a la memoria un art¨ªculo reciente y otro de hace 20 a?os.
A veces, una cr¨®nica puede ser un gran regalo de Navidad.
— Bernardo de Miguel (@BernardodMiguel) December 25, 2023
El instituto con el 95% de alumnado inmigrante que desarma prejuicios: ¡°Esto es un oasis¡±. Por @I_Zafra https://t.co/LTN3eb2Xa6 a trav¨¦s de @el_pais
El detalle en cuesti¨®n es esta frase de un profesor que resalta que, en comparaci¨®n con otros centros, en el colegio p¨²blico Miquel Tarradell, los alumnos son muy respetuosos: ¡°En t¨¦rminos generales tienes el apoyo de las familias. En otros centros igual les dices: ¡®tu hijo le ha tirado un borrador a una profesora de matem¨¢ticas¡¯, y contesta: ¡®bueno, a m¨ª me es igual¡¯. Aqu¨ª, en cambio, vienen, y delante de ti le dicen lo que haga falta. Hay una respuesta muy grande¡±. Me he acordado de una columna que, en junio de 2004, public¨® Elvira Lindo. Se titulaba Sin miedo: ¡°En los a?os ochenta, poco a poco, los ni?os desaparecieron de la calle. El sonido de un chaval dando patadas a un bal¨®n dej¨® de o¨ªrse. Ese insignificante hecho, en el fondo, cambi¨® el mundo. Los ni?os empezaron a ir siempre con una chica a su lado, suramericana, africana, del Este. La ciudad se pobl¨® de canguros. Lleg¨® a haber tantos como ni?os. Los padres no conceb¨ªamos que un ni?o pudiera dar un paso sin una cuidadora. Pero result¨® que las canguros inmigrantes tuvieron hijos o se los trajeron de sus pa¨ªses, y como las canguros no pueden permitirse el lujo de pagar canguros, el centro de la ciudad se ha poblado de ni?os libres: chinos, coreanos, suramericanos, marroqu¨ªes. Juegan al bal¨®n en cuanto tienen 20 metros cuadrados libres, los ves charlar como hac¨ªamos nosotros¡±.
De aquel precioso art¨ªculo di el salto a uno muy reciente de la escritora Najat El Hachmi, y que, bajo el t¨ªtulo Cuando el odio viene de la Generalitat, parec¨ªa la continuaci¨®n, 20 a?os despu¨¦s, de aquel escrito por Lindo: ¡°Los hijos de los inmigrantes somos parte del equipaje de nuestros padres, nos vamos a vivir donde van ellos del mismo modo que nacemos donde est¨¢ nuestra madre¡±. El Hachmi contestaba as¨ª la acusaci¨®n de un alto cargo del Gobierno catal¨¢n que hab¨ªa atribuido los malos resultados del informe PISA a la inmigraci¨®n: ¡°No, no somos inmigrantes ni quienes vinimos de peque?os ni quienes nacieron aqu¨ª, porque el lugar en el que pasas la mayor parte del tiempo, donde creces y te educas y estableces v¨ªnculos es tu sitio en el mundo y no ese origen remoto que a veces no conoces m¨¢s que de o¨ªdas¡±. En estas tres historias, hilvanadas, pueden estar algunas de las claves de nuestro futuro. Que cada uno saque sus conclusiones, pero tal vez en los inmigrantes preocupados por sus hijos reconozcamos a nuestros padres; y en la libertad de los chavales con rasgos distintos jugando en la calle, a nosotros mismos. Cuando los insulten en Twitter, si¨¦ntanse aludidos. Porque ellos ya somos nosotros.
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