Dudas
?Qui¨¦n hab¨ªa entrado en el sue?o de qui¨¦n? ?Qui¨¦n en la vida o en la muerte del otro?
Iba en mi sue?o por una calle desconocida, con farmacias a un lado y ferreter¨ªas al otro. Caminaba por el lado de las farmacias con la receta de una llave inglesa en la mano, pero no ve¨ªa el modo de alcanzar el de las ferreter¨ªas porque hab¨ªa mucho tr¨¢fico. En esto, distingu¨ª en la acera de enfrente a un tipo que en otro tiempo me hab¨ªa hecho mucho da?o. Llevaba en la mano, como yo, una receta, sin duda de un medicamento, pues intentaba cruzar tambi¨¦n sin conseguirlo. Los dos est¨¢bamos en la acera equivocada, en fin, ansiando ganar la correcta. En esto, nuestras miradas se encontraron. Al principio hice como que no lo reconoc¨ªa, pero despu¨¦s le grit¨¦ que saliera inmediatamente de mi sue?o. ?l dijo algo que no entend¨ª.
¡ª?Grita m¨¢s, gilipollas! ¡ªvocifer¨¦.
¡ªEres t¨² el que se ha metido en el m¨ªo ¡ªaull¨® entonces, y sus palabras me llegaron con claridad por encima de los cap¨®s de los autom¨®viles.
Dud¨¦ por un momento, pero me repuse enseguida y continu¨¦ increp¨¢ndolo. Le dije todo lo que hab¨ªa callado durante el tiempo de nuestra separaci¨®n. Entonces, con un gesto de c¨®lera, se dispuso a cruzar, pero apenas hab¨ªa logrado avanzar cuatro pasos por la calzada cuando fue atropellado por un coche. El tr¨¢fico se detuvo y la gente se arremolin¨® en torno al cuerpo tendido en el asfalto. Yo me acerqu¨¦ tambi¨¦n y lo vi agonizar, lo vi morir. Expir¨® observ¨¢ndome con odio, sin dejar de insistir en que el sue?o era suyo y yo un simple invasor. Un invasor de sue?os.
Confundido, acab¨¦ de atravesar la calle para alcanzar la acera de las ferreter¨ªas. Entr¨¦ en una y mostr¨¦ la receta al dependiente.
¡ªLlaves inglesas no nos quedan ¡ªse excus¨®¡ª, pero le puedo ofrecer un ansiol¨ªtico.
Entonces despert¨¦ y sal¨ª de la cama lleno de dudas. ?Qui¨¦n hab¨ªa entrado en el sue?o de qui¨¦n? ?Qui¨¦n en la vida o en la muerte del otro?
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