El mal
Uno puede encontrarse por la calle o en el trabajo con Satan¨¢s, Lucifer, Belceb¨², Luzbel, Mefist¨®feles o Netanyahu. Pero me niego a creer que esta banda de malhechores dedicados a sembrar el odio y la deshonra sea capaz de apoderarse de la vida espa?ola
Confieso que tengo esperanza en la sociedad espa?ola. Es un requisito fundamental. Cuando el mal estaba encarnado en el demonio religioso, uno pod¨ªa encontrar acomodo en la esperanza de un para¨ªso. Pero si no tenemos fe en las cosas divinas y nos falta una legi¨®n de ¨¢ngeles buenos, resulta necesario confiar en las personas de nuestro alrededor. Desde luego uno puede encontrarse por la calle o en el trabajo con Satan¨¢s, Lucifer, Belceb¨², Luzbel, Mefist¨®feles o Netanyahu. Sobran reputaciones para encarnar el mal. Pero me niego a creer que esta banda de malhechores dedicados a sembrar el odio y la deshonra sea capaz de apoderarse de la vida espa?ola. Aunque muevan redes sociales, nidos de bulos y cloacas disfrazadas de informaci¨®n, tengo esperanza en nuestra sociedad, en la gente que se levanta a trabajar, o a pasear al perro, o a sobrevivir con lo que se pueda, o a dar los buenos d¨ªas a la vecina, o a exprimir una pensi¨®n modesta, pero reci¨¦n aumentada.
Nunca Ham¨¢s. La burbuja del mal, revuelta por mentiras, falsos periodistas, cotillas enloquecidos y estrategas de la degradaci¨®n, piensa con soberbia que se puede hacer con este pa¨ªs a costa de difamar a los mendigos o a los reyes, las actrices o los m¨¦dicos, los migrantes o las maestras. Pero creo que se equivoca, porque Espa?a est¨¢ en otra cosa y no va a dejarse arrastrar por los conspiradores que quieren asaltar una intimidad, una Constituci¨®n o una mayor¨ªa parlamentaria. Una cosa es el bullicio en el m¨®vil y otra la ¨¦tica de un pa¨ªs que supo conquistar una democracia, vencer al terrorismo, detener las din¨¢micas de corrupci¨®n pol¨ªtica y defender la libertad de expresi¨®n frente a los nuevos brotes de censura. Este pa¨ªs sabe muy bien diferenciar la libertad de expresi¨®n de la mezquindad, el juego sucio, los infundios, las manipulaciones y los mercantilismos de la mentira. Dicho queda.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.