Centr¨ªpetos y centr¨ªfugos
El ciclo electoral que afrontamos abarca un amplio abanico pol¨ªtico, en unas predomina el impulso hacia la separaci¨®n, y en la otra, hacia la unificaci¨®n
El orden del ciclo electoral en el que estamos es bien sabido, auton¨®micas en el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, y despu¨¦s las europeas. De lo regional y peque?o ¨Dsin ninguna intenci¨®n despectiva, claro¨D, a lo supranacional. El calendario habr¨¢ colocado a quienes en ellas participan ante una manifestaci¨®n m¨¢s de eso que llamamos ¡°gobierno multinivel¡±, que es una manera bastante adecuada de expresar la forma en la que la gobernanza se ordena en el espacio. Desde una perspectiva jur¨ªdico-administrativa, se antoja como bastante simple, es una cuesti¨®n de distribuci¨®n de competencias entre diferentes instancias geogr¨¢ficas de decisi¨®n. Otra cosa es ya su adaptaci¨®n a lo identitario, al v¨ªnculo predominantemente emocional que cada una de esas espacializaciones tienen con el ciudadano. El hecho de que las dos elecciones primeras se vean rasgadas por fracturas identitarias mientras que la tercera sea m¨¢s fr¨ªa y distante ¨Denseguida veremos que solo lo es en apariencia¨D, nos permite sacar a la luz sus muchas similitudes y diferencias y las dificultades de conjugar la pol¨ªtica a diferentes escalas.
Por las peculiaridades de las elecciones vasca y catalana, la principal diferencia entre estas y las europeas es que en las primeras predomina el impulso hacia la separaci¨®n, a mirar hacia dentro, mientras que en la otra el impulso es ¨Ddeber¨ªa ser, m¨¢s bien¨D hacia la unificaci¨®n; lo que nos separa frente a lo que nos une. Unas son densas, cercanas y profundas, y otra es ligera, lejana y superficial. Pero el recorrido pol¨ªtico de los diferentes ¨¢mbitos es tambi¨¦n distinto. Las primeras son de peque?o recorrido espacial y, por tanto, limitadas en las opciones que nos ofrecen; la otra nos abre a un abanico de posibilidades de acci¨®n pol¨ªtica casi ilimitado, nos habilita para hacer frente con mayor eficacia a los desaf¨ªos que nos afectan a todos por igual. El trade-off entre denso y ligero se resuelve as¨ª recurriendo al pragmatismo, a favorecer un compromiso entre coraz¨®n y raz¨®n.
Desde luego, siempre hay quienes mantenemos tambi¨¦n un v¨ªnculo sentimental con la UE, para quienes es algo m¨¢s que un entramado fr¨ªo y tecnocr¨¢tico, sin que erosione en lo m¨¢s m¨ªnimo el v¨ªnculo nacional. Aunque para muchos, quienes votan a partidos nacionalpopulistas, deber¨ªa desaparecer o limitarse a su funci¨®n de mercado com¨²n. Para ellos solo existe una lealtad posible, aquella hacia la propia naci¨®n ¡°sentida¡±. Y esto nos conduce ya m¨¢s directamente a las vascas y catalanas, donde el esfuerzo por parte de los partidos nacionalistas e independentistas se apoya sobre esa supuesta imposibilidad de combinar identidades. A estos efectos, da igual que la mayor¨ªa de su poblaci¨®n reconozca sentirse a la vez como vasco/catal¨¢n y espa?ol. Identidad, como la madre, solo puede haber una. Por otra parte, como es obvio, difieren en su grado de espa?olidad, y esa diferencia es la que se ha trasladado a su distinta capacidad de autogobierno. Pero no son como los griegos en el imperio otomano o los croatas en el austroh¨²ngaro.
Es muy posible, adem¨¢s, que ese esfuerzo por huir del centro responda m¨¢s a la l¨®gica de la competencia electoral y a un c¨¢lculo de oportunidades que a consideraciones meramente identitarias. Desde la perspectiva interna espa?ola creo que esto es una evidencia. Otra cosa ser¨ªa en la pol¨ªtica europea. Sin un Estado fuerte y unido, con todos los respetos debidos a las diferencias, nuestra capacidad para modular nuestro destino, el de todos, perder¨ªa pie. La fortaleza de la UE depende tanto de su tama?o como de su capacidad para actuar unidos; tambi¨¦n la nuestra. Es lo que tienen en com¨²n todas estas elecciones.
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