Y todos ganaron
Es indudable que, en Galicia y el Pa¨ªs Vasco, la izquierda nacionalista se consolida como la primera fuerza, pero de la oposici¨®n
No recuerdo una noche electoral con tanta euforia en tantos partidos. Excepto Podemos, todos, desde los que ocuparon las dos primeras posiciones en la photo finish (PNV y Bildu) hasta los que salvaron un esca?o en el ¨²ltimo suspiro (Vox y Sumar), ten¨ªan motivos para la celebraci¨®n. Todos se sintieron ganadores porque, en agregado, el resultado de las elecciones fue un empate: entre las dos grandes...
No recuerdo una noche electoral con tanta euforia en tantos partidos. Excepto Podemos, todos, desde los que ocuparon las dos primeras posiciones en la photo finish (PNV y Bildu) hasta los que salvaron un esca?o en el ¨²ltimo suspiro (Vox y Sumar), ten¨ªan motivos para la celebraci¨®n. Todos se sintieron ganadores porque, en agregado, el resultado de las elecciones fue un empate: entre las dos grandes fuerzas nacionalistas (PNV y Bildu, que quedaron igualadas), entre las dos constitucionalistas (PSOE y PP, que ganaron alg¨²n representante) y entre sus socios naturales (Sumar y Vox, que sobrevivieron, aunque por los pelos). Todos acabaron la jornada contentos por los votos pescados, pero intranquilos por lo que les depara el futuro.
El PNV ha demostrado una gran resiliencia. Nadie lo daba por muerto, pero s¨ª por moribundo, dado el envejecimiento de sus votantes y, sobre todo, sus militantes. La maquinaria del partido, la compleja estructura que ha unido durante d¨¦cadas el Palacio de Ajuria Enea con el bar del batzoki de cada pueblo, pasando por Sabin Etxea y decenas de organismos intermedios, exige una participaci¨®n activa de un ingente n¨²mero de personas en un experimento de democracia comunitaria que, si ya era excepcional en el siglo XX, ahora se antoja casi milagroso. Con la penetraci¨®n de Bildu en el electorado joven, parece dif¨ªcil que el PNV pueda mantenerse como el partido hegem¨®nico. Y con el ascenso en todo el mundo de los partidos centralizados, esculpidos a imagen y semejanza de l¨ªderes cesaristas, es complicado que el PNV pueda sostener su arquitectura confederal, donde la instituci¨®n se impone a los personalismos.
Pero el ascenso de Bildu tambi¨¦n tiene claroscuros. De forma paralela a lo sucedido en Galicia, y a lo que podr¨ªa haber pasado en una Catalu?a sin proc¨¦s, es indudable que la izquierda nacionalista, BNG y Bildu, se consolidan como la primera fuerza¡ de la oposici¨®n. Lideran con claridad el flanco progresista del espectro ideol¨®gico, succionando los restos de la ¡°nueva pol¨ªtica¡± (Podemos y Sumar) y dando dentelladas a los socialistas, pero en ambas comunidades no solo siguen gobernando partidos de centroderecha, ya sea un PP con tintes regionalistas o un PNV con toques soberanistas, sino que baten r¨¦cords de permanencia en el poder. Se repite sin cesar que BNG y Bildu son formaciones a punto de gobernar sus comunidades. Pero eso ya se dijo hace cuatro, ocho, o incluso m¨¢s, a?os. Sin duda, un d¨ªa romper¨¢n el techo de cristal. Pero ?lo har¨¢n ellas o sus nietas?