Lo que toca, lo que no toca
Seamos de una opini¨®n u otra, la ausencia de un debate sobre la amnist¨ªa en la campa?a catalana muestra la artificialidad con que se aborda en el resto de Espa?a
Uno de los hitos m¨¢s llamativos del cinismo en el que se ha instalado la pol¨ªtica en Espa?a ha tenido lugar durante la campa?a electoral en Catalu?a. Despu¨¦s de meses de agitar el agravio de la amnist¨ªa a los independentistas, su supuesta anticonstituciona...
Uno de los hitos m¨¢s llamativos del cinismo en el que se ha instalado la pol¨ªtica en Espa?a ha tenido lugar durante la campa?a electoral en Catalu?a. Despu¨¦s de meses de agitar el agravio de la amnist¨ªa a los independentistas, su supuesta anticonstitucionalidad y el mito de la quiebra de la igualdad entre espa?oles, resulta que llega la campa?a por la presidencia de la Generalitat y el asunto ni tan siquiera asoma en los m¨ªtines. Ha sido un conflicto apenas tratado, entre otras cosas porque una mayor¨ªa abrumadora de los catalanes est¨¢n convencidos de que la amnist¨ªa a los perseguidos por aquellas actividades del proc¨¦s es una apuesta por la convivencia y la normalidad. Seamos de una opini¨®n o de la contraria, la ausencia del debate durante la campa?a en Catalu?a da idea del grado de artificialidad con que se alimenta el tr¨¢mite de la amnist¨ªa en el resto de Espa?a. No existe mayor grado de manipulaci¨®n que el de agitar el veneno cuando interesa y luego dejarlo reposar porque no toca. Curiosamente, durante la campa?a catalana, el fuego que conven¨ªa avivar era otro: el del odio hacia el emigrante, que ha resultado ser rentable en votos. Al parecer, cuando sales de casa te ocupan la vivienda y no es raro que al volver a visitar tus propiedades te las encuentres ocupadas por hordas de muchachos africanos. Esta mentira era m¨¢s eficaz en la campa?a pasada que otras mentiras a las que est¨¢bamos m¨¢s habituados. Y de mentira en mentira vamos avanzando como pa¨ªs.
La tremenda incomprensi¨®n que existe en Europa hacia las pol¨ªticas judiciales espa?olas con respecto a los l¨ªderes independentistas tuvo su culminaci¨®n cuando tres pa¨ªses, uno detr¨¢s de otro, negaron la entrega de Puigdemont por rebeli¨®n, pese a las reiterativas ¨®rdenes de detenci¨®n. La situaci¨®n se perpetu¨® en el disparate cuando Puigdemont obtuvo su esca?o en el Parlamento Europeo, donde su presencia no era rebatida por nadie. Tan solo el l¨ªder popular europeo Manfred Weber, repet¨ªa los mantras escritos en despachos espa?oles sin que ofreciera otro rasgo que el de estar totalmente lost in translation o ahogado en la bilis de la traducci¨®n. Nadie sabe si la amnist¨ªa es constitucional o no, entre otras cosas porque el prestigio de los tribunales en Espa?a se ha ido al carajo desde el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial. Lo que es sanador es que Puigdemont haya podido presentarse a las elecciones catalanas y haya quedado segundo. No existe mayor ¨¦xito de la democracia que la posibilidad de presentarse con la idea que a cada candidato se le antoje y que las urnas ofrezcan un reflejo de su grado de seguimiento popular.
Lo que deber¨ªa preocuparnos m¨¢s es el recurso a la manipulaci¨®n de las emociones primarias. Ahora que comienza la campa?a por las elecciones europeas seguro que volvemos a t¨¦rminos esencialistas de la unidad de Espa?a que ni se han rozado en los debates vasco y catal¨¢n reci¨¦n clausurados. En este cinismo del apocalipsis los d¨ªas pares y la normalidad los d¨ªas impares llevamos demasiado tiempo instalados. Conviene pasar de pantalla, esto ya huele. La aprobaci¨®n de la amnist¨ªa es un tr¨¢mite hacia normalizar en las Cortes lo que es normal en el paseo de Gracia. Tenemos problemas m¨¢s acuciantes y que afrentan con mucha m¨¢s violencia a la letra escrita de nuestra Constituci¨®n. La falta de vivienda, el descuaje sanitario, el agravio educativo, la xenofobia. Asuntos de los que no hablar¨¢n en campa?a.