La ultraderecha que llevo dentro
Si el sue?o europeo result¨® contagioso en un pa¨ªs tantos a?os encerrado sobre s¨ª mismo, tambi¨¦n puede resultarlo la pesadilla que ya afecta a otras naciones
Lo encontr¨¦ por casualidad en esa gran oficina de tiempos perdidos que son las redes sociales y en especial X, la antigua Twitter. Se trata de un v¨ªdeo de apenas 50 segundos publicado por el diario Ouest-France (editado en Rennes, la capital de Breta?a) y rescatado para la Red por el tuitero Fabi¨¢n P¨¦rez. Lo tuve que ver un par de veces o tres hasta asegurarme de que no se trataba de una de esas diabluras infantiles de la inteligencia artificial, ni de las escenas cortadas de una pel¨ªcula de humor. En la secuencia ¡ªsin cortes, grabada seguramente con un tel¨¦fono m¨®vil¡ª se ve a un grupo de paracaidistas brit¨¢nicos que acaban de participar en la conmemoraci¨®n del 80? aniversario del desembarco de Normand¨ªa. Ya han recogido los b¨¢rtulos despu¨¦s del salto y se dirigen hacia unas mesas port¨¢tiles instaladas en medio de la campi?a, donde agentes de aduanas franceses en mangas de camisa supervisan, auxiliados por ordenadores port¨¢tiles, los pasaportes de las tropas de Su Graciosa Majestad.
¡ªSon las cosas del Brexit ¡ªapunta el tuitero.
La tarde de elecciones discurre l¨¢nguidamente entre la apat¨ªa de los votantes espa?oles y los malos augurios que anticipaban los sondeos que iban llegando de Europa: ¡°Los ultras, segunda fuerza en Alemania y primera en Austria¡±. Llama la atenci¨®n esa desgana del electorado, como si la Uni¨®n Europea fuera cosa de otros, como si lo que all¨ª se discute no afectara directamente a nuestra vida, como si los logros conseguidos no pudieran venirse abajo. Y resulta a¨²n m¨¢s alarmante la forma en que los partidos espa?oles ¡ªunos m¨¢s y otros menos, pero al fin y al cabo todos, por iniciativa o por contagio¡ª han contribuido a esa apat¨ªa convirtiendo de nuevo una campa?a electoral en un cruce de esl¨®ganes y descalificaciones, sin detenerse a discutir de lo verdaderamente importante. ?Qui¨¦n se acuerda de lo que piensan el PSOE o el PP sobre tal o cual asunto? ?A qui¨¦n le ha seducido verdaderamente una idea, una propuesta, un proyecto?
¡ªSu pasaporte, por favor.
El v¨ªdeo de los paracaidistas brit¨¢nicos entregando su documentaci¨®n a los aduaneros franceses es, si se quiere, una an¨¦cdota simp¨¢tica, pero tambi¨¦n ¡ªbasta observar la borrasca que se cierne sobre Alemania y Austria, tambi¨¦n sobre Francia¡ª una advertencia. Ning¨²n logro es eterno, y si remontarse al D¨ªa D puede ser una exageraci¨®n, traer a colaci¨®n el Brexit no lo es tanto. Hay una buena parte de la izquierda tan preocupada por el auge de la ultraderecha que parece m¨¢s pendiente de garantizar su propia supervivencia a corto plazo que de anclarla en sus valores. Y, enfrente, una derecha tan preocupada por la ultraderecha que se est¨¢ mimetizando con ella hasta hacerse casi indistinguible. Si el sue?o europeo result¨® contagioso en un pa¨ªs tantos a?os encerrado sobre s¨ª mismo, tambi¨¦n puede resultarlo la pesadilla que ya afecta a otras naciones. Ah¨ª est¨¢n si no las declaraciones de Alberto N¨²?ez Feij¨®o quit¨¢ndole hierro a la amenaza que supone Giorgia Meloni, alumna aventajada de Silvio Berlusconi. Por eso, no est¨¢ de m¨¢s recordar aquello que el artista Giorgio Gaber dijo sobre el efecto que hab¨ªa tenido en una generaci¨®n entera de italianos la pol¨ªtica tramposa y marrullera de Il Cavaliere: ¡°No tengo miedo de Berlusconi en s¨ª; tengo miedo del Berlusconi que llevo dentro¡±.
La ultraderecha ya no es una amenaza en Europa, sino una realidad, y el ejemplo italiano nos dice que nadie est¨¢ a salvo de interiorizar ¡ªy de exteriorizar¡ªciertas maneras de actuar que cre¨ªamos superadas.