Mar y Terelu, consuegras coraje
Ambas van a ser abuelas del beb¨¦ que esperan sus hijos, embarazados de cuatro meses a los seis de conocerse, sin casa ni curro. El sue?o de cualquier madre para sus cachorros
El otro jueves, atontada con los fastos del aniversario del reinado de Felipe y Letizia, me com¨ª el notici¨®n del verano. Terelu Campos y Mar Flores van a ser abuelas del beb¨¦ que esperan sus respectivos hijos, ...
El otro jueves, atontada con los fastos del aniversario del reinado de Felipe y Letizia, me com¨ª el notici¨®n del verano. Terelu Campos y Mar Flores van a ser abuelas del beb¨¦ que esperan sus respectivos hijos, Alejandra y Carlo, embarazados de cuatro meses, a los seis de conocerse, sin casa ni curro ni plan de vida fijo. El sue?o de cualquier madre para sus cachorros. El bombazo, anunciado por los futuros papis mediante millonaria exclusiva en la revista ?Hola!, convierte en consuegras a otras dos reinas de Espa?a. Terelu y Mar, Mar y Terelu, tanto monta, monta tanto, llevan 40 a?os en el trono de la cr¨®nica social ib¨¦rica m¨¢s por sus vidas que por sus obras. La una, periodista, hija de una leyenda del oficio, haci¨¦ndose hueco a base de soltura, cabezoner¨ªa y amor propio. La otra, modelo de barrio catapultada al gran mundo con el visado de su belleza y su habilidad para elegir compa?¨ªas. Las dos, m¨¢s listas que el hambre que nunca han pasado, pero que no les ha evitado ciertas cornadas de las que duelen aunque no maten.
En estas d¨¦cadas las hemos visto gozar y sufrir en directo los embates de la vida cada una a su manera. Terelu, aperreada, levant¨¢ndose cada vez m¨¢s sonada despu¨¦s de cada ca¨ªda, tras pasar dos c¨¢nceres, enterrar a su madre y bregar con la rebeld¨ªa de su hija. Mar, divina, mirando al infinito desde la altura de sus p¨®mulos, y la sonrisa congelada de tanto llevar por dentro tremendas procesiones del silencio viendo a su hijo, en libertad condicional por estafa, acusarla de mala madre en un programa de m¨¢xima audiencia. Ambas, desfondadas vivas.
Otros se r¨ªen. A m¨ª me da hasta cosa mirarlas. Ellas, divas consentidas que pintaban para sus consentidos ni?os un futuro de notario para arriba, comi¨¦ndose, adem¨¢s de sus palabras, los sapos y los sables que tanto han criticado cuando se los han visto tragar a otras. Tampoco me apenan. Apuesto a que, si la cosa va para adelante, pronto posar¨¢n juntas en horror y compa?¨ªa, exclusiva millonaria mediante, pintadas como armarios y vestidas en tonos crema, que siempre dan luz a los rostros y paz a la escena, proclamando lo encantadas que est¨¢n de recibir al nietecito con los brazos, las casas y las cuentas corrientes abiertas, y lo fenomenalmente bien que se llevan entre ellas, o sea. Yo tampoco hablar¨ªa muy alto. Nos puede pasar a cualquiera.