Amal
No es tan f¨¢cil para las mujeres inmigrantes poder disfrutar de la vida libre que ofrecen los pa¨ªses igualitarios a los que llegan
No dejo de pensar en ella, en Amal. Su verdugo cumpli¨® la amenaza que tanto repiten los maltratadores cuando se dan cuenta de que la violencia que han ejercido sobre sus v¨ªctimas ya no surte efecto, cuando ellas han conseguido tomar conciencia de que eso no es vida. Nada provoca m¨¢s al d¨¦spota dom¨¦stico que darse cuenta de que su sometida tiene lo que m¨¢s se ha afanado en arrebatarle: la esperanza. Pienso en Amal y en sus hijos porque son tres nuevas v¨ªctimas del terrorismo machista pero tambi¨¦n pienso en ellos porque Amal era mujer pero adem¨¢s inmigrante.
Con ella me vienen a la cabeza todas las que se parecen a ella: solas en un pa¨ªs donde no conocen a nadie, lejos de la propia familia, sin estudios y sin a penas conocer el idioma. Encerradas en las casas, dependientes econ¨®mica y administrativamente del marido, sinti¨¦ndose in¨²tiles ah¨ª afuera, donde las aut¨®ctonas conducen y trabajan y estudian y deciden libremente lo que hacen o dejan de hacer. Si mujeres como Amal vienen de una poblaci¨®n remota en la que el encierro de la poblaci¨®n femenina es tenido por natural, al llegar a pa¨ªses igualitarios como el nuestro no tardan nada en integrar tan ex¨®ticos valores. Como para no hacerlo, como para no darse cuenta de que una vida libre es mejor que una de reclusi¨®n. Pero no es tan f¨¢cil para las reagrupadas salir a coger ese fruto que parece al alcance de la mano. Aunque no entiendas muy bien el idioma, entiendes que para un sector de la sociedad en la que vives no eres m¨¢s que una mora analfabeta. De ese racismo tambi¨¦n se aprovecha muy perversamente el maltratador inmigrante (que no inmigrante maltratador) que rodea a su sometida de concertinas psicol¨®gicas y alambradas mentales para impedir su huida.
Por suerte no fue el caso de Amal, que hab¨ªa roto las cadenas con que la tuvo atada su asesino y contaba con la ayuda de vecinos, amigas y el Ayuntamiento en el que trabajaba. Aqu¨ª lo que fall¨® fue el sistema de protecci¨®n de las v¨ªctimas y ese fallo tiene consecuencias terribles para las Amal que siguen en sus casas aterrorizadas. Tomar conciencia de la propia condici¨®n de v¨ªctima de violencia machista es un camino largo y doloroso, tomar la decisi¨®n de denunciar requiere un coraje de h¨¦roe heleno y un esfuerzo tit¨¢nico. Por eso es tan descorazonador que, habiendo pasado por todo esto, se dejar¨¢ en libertad al denunciado. Para otras v¨ªctimas este feminicidio tendr¨¢ un efecto ejemplarizante que puede erosionar sus ya diezmadas esperanzas y su confianza en el sistema, un enorme retroceso que no nos podemos permitir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.