Tercer asalto en Catalu?a
Los votantes independentistas no van a desaparecer; hay que convencerlos de que la senda constitucional es m¨¢s honesta y justa
Durante a?os, la actriz Lina Morgan asombraba a los espectadores llegados desde todos los puntos de Espa?a a su teatro de La Latina. Con apenas un mutis de segundos tras el escenario encarnaba a dos personajes distintos. El t¨ªtulo de aquella funci¨®n era Vaya par de gemelas y solo ante la mera menci¨®n del argumento se relam¨ªan de gusto sus admiradores. ...
Durante a?os, la actriz Lina Morgan asombraba a los espectadores llegados desde todos los puntos de Espa?a a su teatro de La Latina. Con apenas un mutis de segundos tras el escenario encarnaba a dos personajes distintos. El t¨ªtulo de aquella funci¨®n era Vaya par de gemelas y solo ante la mera menci¨®n del argumento se relam¨ªan de gusto sus admiradores. La audacia del regreso a Barcelona durante la toma de posesi¨®n de Salvador Illa como nuevo president de la Generalitat y la posterior huida a su vivienda en Waterloo de Carles Puigdemont no estaba dise?ada para convertirse en carne de memes. El meme es el chiste de siempre pero a?adida la supervelocidad y la expansi¨®n global a trav¨¦s del m¨®vil. Quienes pretendieron un d¨ªa emular el coraje de Gandhi o Martin Luther King no creo que vean con demasiado agrado este juego de conejos y chisteras en que se ha convertido lo que queda del proc¨¦s. En contra de lo que muchos piensan, la incomparecencia de los Mossos d¡¯Esquadra, pese a la orden de detenci¨®n en vigor, no obedece solo a un fallo vergonzante del deber policial, que tambi¨¦n, sino a una aportaci¨®n decidida por la risa en lugar de por el drama. Y quien toma esa opci¨®n en cualquier dicotom¨ªa nos deber¨ªa tener de su lado.
Nadie quiere ponerse a fantasear con lo que habr¨ªa significado un Puigdemont esposado entre miles de seguidores, conducido a un furg¨®n policial y luego entregado al juez Pablo Llarena. Solo en el traslado al Supremo en Madrid ya tendr¨ªan algunos material para convertir en m¨¢rtir a quien m¨¢s bien muestra un ah¨ªnco irremisible por la vulgar supervivencia. No, por favor, no m¨¢s m¨¢rtires. Cuando la derecha habla indignada de la dejaci¨®n de los mossos, olvida que su aportaci¨®n policial a la lucha contra los independentistas consisti¨® en las cargas indiscriminadas y cerriles contra la resistencia civil levantada en los colegios electorales el 1 de octubre para poder llevar a cabo aquel refer¨¦ndum ilegal. Incluso desde las canciller¨ªas europeas corrieron a llamar al entonces presidente en Moncloa, Mariano Rajoy, para explicarle lo que luego corroboraron rompiendo en pedazos las euro¨®rdenes de extradici¨®n que les llegaban. Algo muy sencillo: los pa¨ªses que encarcelan pol¨ªticos por hacer pol¨ªtica se parecen m¨¢s a dictaduras como la venezolana, la rusa, la iran¨ª, la china o las petrodictaduras del golfo P¨¦rsico que con democracias maduras.
En contra de quienes apuestan todo a la detenci¨®n y derrota definitiva del aventurero Puigdemont, los votantes independentistas no van a desaparecer de Catalu?a. De lo que se trata es de convencerlos de que la senda constitucional es m¨¢s honesta y justa que una terca indiferencia ante quienes no piensan como ellos. Ya esa es una misi¨®n imposible, pues la irracionalidad es intr¨ªnseca a los nacionalismos. Pero si Puigdemont lo que persigue es desacreditar a las instituciones espa?olas, lo mejor que pueden hacer esas instituciones es no desacreditarse solas. Con la jugada fant¨¢stica pero absurda del d¨ªa de la investidura, Puigdemont ha cometido un error, pues las dos instituciones que m¨¢s sufrieron con su trampantojo han sido las fuerzas del orden catalanas y el propio Parlament del que ¨¦l mismo es diputado. Un tiro en el pie que se suma a la repetida sentencia de los votantes catalanes empe?ados en negarle ser el m¨¢s votado entre sus candidatos electorales. He ah¨ª la ¨²nica verdad que cuenta entre tanta astracanada.