La madre que los pari¨®
Ciertos medios consideran entretenimiento puro y duro vender el ajuste de cuentas de los hijos con sus madres
La escena es tan vieja como el mundo: un hijo, o hija, ajustando cuentas con su madre ante terceros. La mitolog¨ªa, la literatura, los museos, el cine, los muros de chal¨¦s y chabolas y las consultas de los psic¨®logos saben bien de esas trifulcas que han dejado tras ellas desde obras maestras a guerras, ...
La escena es tan vieja como el mundo: un hijo, o hija, ajustando cuentas con su madre ante terceros. La mitolog¨ªa, la literatura, los museos, el cine, los muros de chal¨¦s y chabolas y las consultas de los psic¨®logos saben bien de esas trifulcas que han dejado tras ellas desde obras maestras a guerras, pasando por horrendos cr¨ªmenes. Lo nuevo es la consideraci¨®n del asunto como entretenimiento puro y duro para ciertos medios. Lo de poner a parir a las madres que los parieron se ha convertido, junto a las bodas, divorcios y cuernos de los famosos, en un g¨¦nero en s¨ª mismo. Raro es el d¨ªa en que no se somete a juicio sumar¨ªsimo a una madre que, seg¨²n la carne de su carne, no est¨¢ a la altura. Por no estar, por estar demasiado, por hacer, por no haber hecho. A veces, simplemente, por haberlos nacido sin su permiso. As¨ª, hemos visto despotricar de ellas y culparlas de sus desgracias a los cachorros de Isabel Pantoja, B¨¢rbara Rey, Mar Flores, Carmen Borrego, y al de la mism¨ªsima duquesa de Alba: los ricos tambi¨¦n lloran. El pen¨²ltimo proceso popular a una madre es el de Maite Galdeano, una mujer que claramente no est¨¢ en sus cabales, por parte de una hija y un hijo que denuncian, previo pago, su asfixiante matriarcado.
El caso, confieso, me repele, me fascina y me rebela. Me fascina porque raz¨®n no les falta; me repele porque no estoy libre de pecado y me rebela porque presupone que la culpa es siempre por defecto de las madres, esas mujeres imperfectas, ni villanas ni hero¨ªnas, que hacen lo que pueden con lo que tienen o, al menos, lo intentan. Ay, la maternidad. Qu¨¦ trabajo para toda la vida. Por eso admiro la dignidad de Silvia Bronchalo, madre de Daniel Sancho, asesino convicto y descuartizador confeso de Edwin Arrieta, yendo a Tailandia a ver a su hijo a la c¨¢rcel con el coraz¨®n roto y la cabeza alta, pero sin defender lo indefendible. La madre que te pari¨®, clamamos, yo la primera, cuando a quien queremos reprender es a un hijo. Curioso que no digamos ¡°el padre que te engendr¨®¡±. Porque, a todo esto, ?qu¨¦ hay de los padres de las criaturas?