El juego del tres en raya
Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios cre¨ªbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parec¨ªan de ficci¨®n
Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios cre¨ªbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parec¨ªan entes de ficci¨®n. La historia de Jes¨²s Aguirre, hijo natural, cura secularizado, que acab¨® siendo duque de Alba, constitu¨ªa un material de novela dif¨ªcil de superar. Bastaba con soplarle un poco de aliento como hizo Dios con el barro de Ad¨¢n y dejar que hablara, que se moviera a su aire y seguir de cerca sus pasos, la manera con que atravesaba con ...
Ante mi incapacidad para crear personajes imaginarios cre¨ªbles, a la hora de hacer literatura me he servido a veces de figuras de la vida real que parec¨ªan entes de ficci¨®n. La historia de Jes¨²s Aguirre, hijo natural, cura secularizado, que acab¨® siendo duque de Alba, constitu¨ªa un material de novela dif¨ªcil de superar. Bastaba con soplarle un poco de aliento como hizo Dios con el barro de Ad¨¢n y dejar que hablara, que se moviera a su aire y seguir de cerca sus pasos, la manera con que atravesaba con sumo desparpajo todos los estamentos de la alta sociedad para que su simple biograf¨ªa constituyera una inmejorable forma de entender medio siglo de la Historia de Espa?a. Suced¨ªa lo mismo con la figura de Adolfo Su¨¢rez, un pol¨ªtico que cumpli¨® con la audacia de un corsario el encargo real de traer la libertad y la democracia a este pa¨ªs. Desde los s¨®tanos del Movimiento Nacional se puso al frente de esa aventura, pero antes tuvo que limpiar las cuadras del franquismo bajo el desprecio y la granizada de insultos, a derecha e izquierda, que soport¨® con un valor desmedido. Un d¨ªa perdi¨® la memoria y el hecho de que muriera ignorando su propia haza?a lo convirti¨® en un personaje literario. Fue como se cuenta de Alejandro el Magno, quien vencido en una supuesta batalla, su ej¨¦rcito se dispers¨®, y, perdido en un bosque despu¨¦s de muchos a?os, hecho un mendigo, lleg¨® a una ciudad en cuyo mercado la gente usaba una moneda acu?ada con su rostro. Tom¨® una en sus manos y dijo: ¡°Esta es una moneda de cuando yo era Alejandro el Magno¡±. Hubo una vez un pol¨ªtico aventurero que trajo la democracia al Espa?a; hubo una vez un rey que en mitad de la gloria arroj¨® su corona a la basura; hubo una vez una mujer rubia que jug¨® con ellos al tres en raya. Llegar¨¢ un d¨ªa en que el rey Juan Carlos, Adolfo Su¨¢rez y Carmen D¨ªez de Rivera ser¨¢n simples siluetas fantasmales de la historia, y en ese juego del tres en raya ser¨¢ dif¨ªcil adivinar si fueron de ficci¨®n o fueron reales.