Los hombres que sufren
Cada vez que se dice que las mujeres han llegado demasiado lejos, en realidad lo que se piensa es que los varones deber¨ªan recuperar su posici¨®n de siempre
Las jerarqu¨ªas tradicionales se tambalean y esto (?ay!) parece trastocar a muchos hombres, tan sufrientes ellos mientras se inclinan hacia ideas conservadoras. Pobrecitos. Pero ya estamos acostumbradas a las manifestaciones de antifeminismo cada vez que avanzamos un poco, e incluso cuando esa resistencia viene de la mano de mujeres, a veces de forma tristemente caricaturesca. F¨ªjense en algunos ejemplos recientes. La faraona Ayuso ha anunciado que crear¨¢ un centro de atenci¨®n para varones v¨ªctimas de violencia sexual, incluidos los ni?os. Sus queridos obispos se han debido poner a temblar, porque la presidenta deber¨ªa saber que la violaci¨®n es la base de la dominaci¨®n masculina, lo que incluye a hombres que dominan a otros hombres y, claro, tambi¨¦n a ni?os. Pregunten a los monaguillos.
Es el patriarcado el demonio que susurra a esos hombres que se quejan en Twitter de que pueda salpicarles el caso de Gis¨¨le Pelicot, la mujer francesa drogada por su marido durante a?os para que la violaran decenas de desconocidos. ¡°?No todos somos violadores!¡±, teclean sinti¨¦ndose v¨ªctimas, temerosos de que este ejemplo los sit¨²e como potenciales abusadores en la red del llor¨®n Elon Musk. La veterana feminista Catharine MacKinnon acertaba al advertirnos sobre los l¨ªmites del consentimiento: es en el comportamiento del agresor donde hay que poner el foco. Las violaciones se producen en una cultura que, precisamente, proyecta en ellas buena parte de las fantas¨ªas masculinas: ¡°Dijo que no, pero en realidad s¨ª quer¨ªa¡±. ?Les suena? No digamos ya cuando la v¨ªctima est¨¢ bajo sedaci¨®n. Y es que ser sexualizado, nos recuerda MacKinnon, significa que ¡°el poder atribuye a personas impotentes la idea de que lo quer¨ªan¡±. Las violaciones se producen, en fin, en un contexto de desigualdad donde quien tiene poder se arroga el privilegio del acceso sexual a otros cuerpos, ni?os incluidos.
Pero algunos hombres est¨¢n tan ensimismados que parecen actuar solo en defensa de sus intereses. En realidad, presentarse como v¨ªctimas en un caso como este es una forma de reafirmar la masculinidad de siempre, esa que parece perderse y que reafirman constantemente porque les daba la fuerza y el privilegio. Recuerden esto: cada vez que se dice que las mujeres han llegado demasiado lejos, en realidad lo que se piensa es que los hombres deber¨ªan recuperar su posici¨®n de siempre. Que le pregunten si no a J. D. Vance, compa?ero de ticket de Trump. Por lo visto, el apoyo de Taylor Swift a Kamala Harris es la prueba de que a los dem¨®cratas solo los apoyan las ¨¦lites multimillonarias que no entienden los problemas de la gente. Por si no lo recuerdan, su compa?ero tiene una torre dorada con su nombre en pleno Manhattan...
Pero lo que molesta al defensor del estatus perdido de los pobres trabajadores blancos es que una mujer ponga patas arriba toda su jerarqu¨ªa moral conservadora, y que lo haga adem¨¢s con una sonrisa. Swift ha conseguido esa influencia social y pol¨ªtica sola, sin permiso ni apoyo de hombre alguno. Se opone al racismo, defiende los derechos LGTBIQ+... Digamos que, en general, encaja mal con esa ret¨®rica hiperhormonada del supremacismo blanco y, por supuesto, heterosexual, tan preocupada por ¡°el gran reemplazo¡±. Pero la culpa, por lo visto, la tiene ese feminismo que nos ha desviado de nuestro natural papel de madres, el responsable del descenso de la natalidad en un Occidente donde los inmigrantes, tan morenos ellos, acabar¨¢n por convertirse en mayor¨ªa mientras nosotras, malvadas, disfrutamos lascivamente de nuestros gatos.
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