Me amas y me dejas
Cuando la pol¨ªtica parece ser una rama m¨¢s de la industria del entretenimiento es l¨®gico que los creadores de opini¨®n acudan a las lecciones de los grandes cantantes de baladas
Fue a finales de los sesenta cuando un cantante argentino arras¨® con unas baladas que eran como vendavales que destrozaban los corazones. Era un tipo muy bien parecido: unos ojos oscuros que miraban desde una profundidad que daba v¨¦rtigo, patillas, una melena densa muy de la ¨¦poca, el ment¨®n y las mand¨ªbulas dibujados con regla para trazar l¨ªneas perfectamente rectas, cejas pobladas, labios carnosos, una nariz propia de un tipo duro. Se llamaba Sandro y daba la impresi¨®n de que durante sus int...
Fue a finales de los sesenta cuando un cantante argentino arras¨® con unas baladas que eran como vendavales que destrozaban los corazones. Era un tipo muy bien parecido: unos ojos oscuros que miraban desde una profundidad que daba v¨¦rtigo, patillas, una melena densa muy de la ¨¦poca, el ment¨®n y las mand¨ªbulas dibujados con regla para trazar l¨ªneas perfectamente rectas, cejas pobladas, labios carnosos, una nariz propia de un tipo duro. Se llamaba Sandro y daba la impresi¨®n de que durante sus interpretaciones en cualquier momento pod¨ªa partirse y romper a llorar. Las pasiones de las que trataba eran desbordantes, excesivas, llenas de desgarros. H¨¢ganse cargo, en Penumbras lleg¨® a proclamar que el ¡°mar se sinti¨® celoso y quiso en tus ojos estar ¨¦l tambi¨¦n¡±. No se andaba con chiquitas, el amor adquir¨ªa en su voz una fuerza de tal calibre que levantaba a las multitudes para proyectarlas al cielo o arrastrarlas al infierno.
La industria del entretenimiento se volvi¨® loca. Sandro vend¨ªa discos a millones, sus pel¨ªculas congregaban a sus seguidores para dejarlos como piltrafas una vez que hab¨ªan conocido de cerca los abismos a los que empujan las emociones, la gente lo adoraba. Los j¨®venes latinoamericanos se socializaron bajo ese modelo, supieron que llevaban dentro del pecho un motor que palpitaba con una energ¨ªa tan potente que pod¨ªa cambiar el mundo. No hab¨ªa promesa tan deslumbrante como esa para lanzarse a la vida.
El amor que cantaba Sandro y las pasiones que diseccionaba con una precisi¨®n de cirujano formaban parte de un molde excelso. Nada que ver con las cuitas cotidianas de cualquier pareja. En el universo desmesurado que dibujaban sus canciones era inconcebible que unos prosaicos amantes pudieran pasear tranquilamente en autob¨²s o tuvieran que hacer cuentas para llegar a fin de mes o se aburrieran con una serie de tres al cuarto. Algunas l¨ªneas de Penas pueden servir para entender el pulso dram¨¢tico que contagiaba a sus oyentes: ¡°Nadie me dar¨ªa dos d¨ªas de vida por la forma en que me encuentro hoy; tengo la mirada de ansiedad vac¨ªa, ya no hay alegr¨ªa donde voy¡±.
¡°No puedo concebir que vuelvas a partir si apenas has llegado, quisiera yo creer que puedas comprender mi amor desesperado¡±, explicaba Sandro en Me amas y me dejas con voz temblorosa. En el mundo real puede ocurrir cualquier cosa, pero solo en el orden de Sandro el amor es el verdadero amor. Y as¨ª andan las cosas tambi¨¦n hoy, tan lejos ya de sus grandes ¨¦xitos. Cuando la pol¨ªtica parece ser una rama m¨¢s de la industria del entretenimiento es l¨®gico que los creadores de opini¨®n acudan a las lecciones del cantante argentino. Desde hace mucho tiempo las redes han impuesto ya ese modelo de desgarros permanentes y crisis existenciales donde no resulta raro terminar teniendo ¡°la mirada de ansiedad vac¨ªa¡±, signifique lo que signifique esa expresi¨®n. As¨ª que hay que alimentar la maquinaria que hace palpitar al coraz¨®n: Espanya ens roba, el Gobierno de S¨¢nchez es c¨®mplice de un golpe de Estado en Venezuela, hay que luchar contra la m¨¢quina del fango, etc¨¦tera. No hay que andarse con chiquitas. Por ah¨ª van los tiros con el nuevo plan de regeneraci¨®n democr¨¢tica. Transparencia, corrupci¨®n, bulos, un paso hist¨®rico, la democracia no es una coraza..., y todo se andar¨¢. No resulta f¨¢cil encontrar ah¨ª a la pareja que ha cogido el autob¨²s y, sin embargo, todo tiene un aire de amores desesperados. Lo curioso es que los periodistas, y de todas las sensibilidades pol¨ªticas, andan inquietos.