?tica de la ficci¨®n
Los escritores y los guionistas no somos historiadores; si viajamos en el tiempo deber¨ªa ser para desplegar las alas de la imaginaci¨®n
Las obras ¡°basadas en hechos reales¡± tiene hoy una dimensi¨®n industrial. Tanto en literatura como en el entorno audiovisual parece que tal etiqueta constituya un sello de autenticidad y, sin embargo, resulta poco veros¨ªmil que los autores del presente podamos tener un conocimiento omnipotente sobre hechos que no hemos vivido directamente. Dir¨ªa que incluso la propia experiencia pasa por un proceso de elaboraci¨®n a trav¨¦s de los elementos de la narraci¨®n y el lenguaje que hacen ar...
Las obras ¡°basadas en hechos reales¡± tiene hoy una dimensi¨®n industrial. Tanto en literatura como en el entorno audiovisual parece que tal etiqueta constituya un sello de autenticidad y, sin embargo, resulta poco veros¨ªmil que los autores del presente podamos tener un conocimiento omnipotente sobre hechos que no hemos vivido directamente. Dir¨ªa que incluso la propia experiencia pasa por un proceso de elaboraci¨®n a trav¨¦s de los elementos de la narraci¨®n y el lenguaje que hacen arriesgada la consideraci¨®n de que un texto sea pura autobiograf¨ªa. La transformaci¨®n a la que sometemos los hechos cuando nos ponemos delante de la p¨¢gina en blanco con intenci¨®n literaria es por fuerza una manipulaci¨®n al servicio de nuestros propios objetivos creadores m¨¢s que de la copia fidedigna de ¡°la realidad¡±. Desconf¨ªen del escritor que no albergue duda alguna sobre la veracidad de lo que cuenta, una veracidad que adem¨¢s es secundaria cuando de lo que se trata es de contar una historia y que el lector se la crea. A menudo, hay que mentir mucho para llegar a alguna certeza, y ese tipo de mentiras son buenas y deseables, porque la ordenaci¨®n narrativa puede ser m¨¢s ¨²til que la simple observaci¨®n del mundo.
A pesar de que haya sido desterrada a la inutilidad del puro entretenimiento espectacular, la ficci¨®n sigue vertebrando nuestro imaginario colectivo, y el proceso de reelaboraci¨®n del pasado mediante novelas hist¨®ricas o biograf¨ªas que encajan en el molde de lo comercial tiene muchos peligros. Uno de ellos es leer todo lo que nos precede con la sensibilidad del presente, empa?ando as¨ª la posibilidad de conocer nuestras ra¨ªces reales, sumi¨¦ndonos en una especie de nebulosa llena de enga?os y distorsiones. Como autora, puedo hacer suposiciones, imaginar, a?adir y quitar elementos, pero no puedo decir que no estoy mintiendo en nada. No es ¨¦tico hacer pasar por verdadero lo que es ficci¨®n solo para conseguir esa validaci¨®n del ¡°basado en hechos reales¡±, que est¨¢ m¨¢s al servicio de las ventas que de la creaci¨®n en s¨ª misma. Hay disciplinas que indagan con rigor en el pasado siguiendo unas directrices claras basadas en datos demostrables. Los escritores y los guionistas no somos historiadores, y si viajamos en el tiempo deber¨ªa ser para desplegar las alas de la imaginaci¨®n. Para m¨ª, defender a ultranza que un texto es solamente real es renunciar a la ficci¨®n, hoy m¨¢s necesaria que nunca por tratarse de una forma de comprensi¨®n del mundo compleja y matizada, mucho m¨¢s reconfortante, quiz¨¢s m¨¢s aut¨¦ntica, que la realidad pura y dura.