'La literatura es s¨®lo un juego entre la verdad y la mentira'
No es frecuente encontrar a un conversador como Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez. Te envuelve en su red de palabras y no hay forma de escaparse. Lo sigues absorto, y basta. M¨¢s o menos lo mismo pasa leyendo Santa Evita, esa novela mito que suma y trasciende los influjos de su protagonista y de su autor y te atrapa desde el primer p¨¢rrafo. Mart¨ªnez dice que 'la literatura es un juego entre verdad y mentira, y que lo importante no es qu¨¦ es verdad o mentira, lo importante es el juego'. Y eso hizo Santa Evita: lo que era mentira antes de que se publicara la novela, en 1995, se convirti¨® en verdad, y lo que era verdad se volvi¨® mentira. Mentiras o verdades en todo caso irresistibles: el libro se ha publicado ya en al menos 35 pa¨ªses, ha seducido a cientos de miles de lectores y amenaza claramente con seguir ejerciendo su poder m¨¢s all¨¢ del tiempo, de su autor y quiz¨¢ de su protagonista.
'Bush es definitivamente idiota. Y Europa tiene el deber de pararle'
'Evita era un ser complejo, una mezcla de intolerancia, fanatismo y ternura'
Pregunta. O sea, que 50 a?os despu¨¦s Evita vuelve a resucitar.
Respuesta. Ella resucita siempre, no deja de resucitar. Es una novela que tiene una historia extra?a. Deb¨ª haberla empezado en 1989 o 1990, cuando se me presentaron tres militares dici¨¦ndome que ellos conoc¨ªan la verdad sobre el cad¨¢ver de Evita. Y ese episodio, que se cuenta en el cap¨ªtulo final, es lo ¨²nico cierto de toda la novela. En aquel momento hab¨ªa gran pol¨¦mica con los historiadores argentinos por mi libro anterior, La novela de Per¨®n, que suscit¨® el debate sobre el derecho de los novelistas a modificar la historia oficial. As¨ª que, antes de ponerme con Evita, escrib¨ª una novela l¨ªrica, La mano del amo. Abri¨® un hiato, los desconcert¨®, me convenci¨® de que era capaz de la diversidad y de que no me iba a convertir inmediatamente en peron¨®logo. Pero despu¨¦s volvi¨® el juego: detect¨¦ puntos oscuros en la historia de Evita, y se me ocurri¨® que, como la novela es un g¨¦nero impuro por naturaleza, pod¨ªa invertir la t¨¦cnica de la non-fiction de los a?os sesenta, de Capote, Mailer o Gabo en Historia de un n¨¢ufrago, y narrar una historia ficticia con las t¨¦cnicas del periodismo. La sorpresa fue que la gente se lo tom¨® en serio, se crey¨® que todo era verdadero. Y la novela tuvo una vida poderosa, salvo en Espa?a, donde pas¨® casi inadvertida por razones que ¨¢un no se han podido descifrar.
P. ?Y sabe que se le recordar¨¢ por esa novela, aunque escribiera otro Quijote?
R. Lo s¨¦. Son maldiciones que uno tiene. Como Gabo no se ha podido quitar la de Cien a?os de soledad.
P. ?Ten¨ªa conciencia de eso cuando la escrib¨ªa?
R. Para nada. Me tom¨¦ un a?o sab¨¢tico para escribirla. Mi mujer me manten¨ªa con sus clases, lo llam¨® 'la beca Santa Evita'. Est¨¢bamos llenos de deudas, deb¨ªamos 10.000 d¨®lares al editor de Seix Barral, y cuando termin¨¦, dijimos: 'Si al menos nos alcanzara para pagar...'. No sab¨ªa... Escribes en definitiva para ti mismo, no para el lector, para encontrarte contigo mismo, como un modo de reconocerte en lo que desconoces. La escritura es un juego en el que apuestas por el descubrimiento de la vida que hay en ti y no sabes que est¨¢ ah¨ª.
P. ?Y qu¨¦ es lo que encontr¨® en las peripecias de un cad¨¢ver?
R. Una parte result¨® ser la necrofilia de la tradici¨®n argentina, que aflor¨® en la novela y empez¨® a verse como un elemento sustancial del pa¨ªs. El cad¨¢ver ambulante de Evita, la pasi¨®n por su momia, era a la vez un s¨ªntoma de la melancol¨ªa por la grandeza perdida y un s¨ªmbolo: el de la primera desaparecida. Evita fue la primera desaparecida.
P. Adem¨¢s de populista, trepa, diosa, benefactora...
R. Yo, que me empap¨¦ todos los documentales en que sali¨®, a¨²n no tengo una visi¨®n un¨ªvoca. Era un ser complejo, una mezcla de intolerancia, fanatismo, violencia verbal, ternura y flaqueza femenina, capaz de un pensamiento muy autoritario y de mucha compasi¨®n a la vez. Y muy sincera... Felizmente para la novela, porque los personajes de una pieza son un fracaso absoluto. Ella incluso muerta era capaz de desatar el amor y la tragedia. El coronel que custodi¨® la momia se enamor¨® perdidamente de ella.
P. ?Y usted, sufri¨® maldiciones?
R. Desde que acab¨¦ la novela me sucedieron todo tipo de desgracias, a m¨ª y a mi familia. La gente dijo que era culpa suya. Yo tambi¨¦n lo pens¨¦, pero pude pagar mis deudas y comprarme una casa. Luego, el premio a El vuelo de la reina lo exorciz¨® todo.
P. ?A qu¨¦ g¨¦nero pertenece Santa Evita? ?Hist¨®rico, de tirano...?
R. ?De tirano? Completamente distante. El oto?o del patriarca; Yo, el supremo y Terra nostra cuestionaron el poder de la historia para dictar la verdad y reivindicaron el poder del relato para alzarse contra la escritura del poder. Ah¨ª vimos que en el duelo historia-ficci¨®n siempre gana la ficci¨®n, lo que viene despu¨¦s. La fiesta del chivo o La novela de Per¨®n ya no se basan en ese alzamiento, sino en la visi¨®n de la historia como un tejido complejo que mezcla la vida de los pueblos y la recreaci¨®n del poder como tejido cultural. Santa Evita deja de ser reconstrucci¨®n para ser transfiguraci¨®n: no reconstruye, aunque tenga detr¨¢s mucha investigaci¨®n. Es invenci¨®n, f¨¢bula, exige que la novela tenga carta de naturaleza para mentir. La fatalidad es que luego nadie cree que sea mentira, aunque uno se empe?e en decirlo.
P. Lo mismo, al rev¨¦s, le pasa a su amigo Garc¨ªa M¨¢rquez con sus memorias. Usted mismo ha escrito que son su mejor novela.
R. ?l jura que todo es verdad, y dice que la verdad es lo que ¨¦l recuerda, lo cual es un gui?o que no garantiza nada. Ha construido una formidable novela con su vida, que adem¨¢s cuenta la historia de Colombia como ning¨²n libro de historia. El relato del Bogotazo es lo mejor que se ha escrito sobre eso. La novela (o las memorias) reivindica adem¨¢s una cosa muy importante, la sustancia period¨ªstica de todas las grandes ficciones latinoamericanas. No hay ning¨²n escritor latinoamericano, ni el poeta m¨¢s dif¨ªcil como C¨¦sar Vallejo u Octavio Paz, que no haya sido un gran periodista al mismo tiempo.
P. ?Fue ¨¦sa la f¨®rmula m¨¢gica del boom: periodismo + mentiras?
R. Bueno, no hay que olvidar que el boom viene de la tradici¨®n del XIX: las novelas se publicaban en los peri¨®dicos en forma de follet¨ªn. Mientras Austen, Balzac, Dostoievski iban haciendo su registro fotogr¨¢fico de la realidad, la novela iba ci?¨¦ndose al entramado entre la experiencia real y la imaginaci¨®n de lo posible. Las obras capitales del boom son construcciones literarias, pero leyendo Vivir para contarla te das cuenta de cu¨¢nto registro real hab¨ªa en Cien a?os de soledad. Transfigurado por el lenguaje, eso produjo el ¨¦xito instant¨¢neo de Gabo: todo el mundo, desde el Caribe al Cono Sur, hab¨ªa conocido a alguien parecido al Coronel Buend¨ªa. Eso sorprendi¨® mucho a Bioy: ¨¦l hab¨ªa aprendido la realidad en sus lecturas anglosajonas.
P. ?Qu¨¦ fue de los grasitas de Evita Per¨®n, de sus desheredados?
R. Han perdido la voz, toda sombra protectora del poder. El peronismo, tras Menem y L¨®pez Rega, es s¨®lo un fermento de corrupci¨®n. Argentina yace en ruinas porque nadie ve el modo de encauzar las pulsiones de los pobres. El pa¨ªs est¨¢ en manos de una clase rapaz e incompetente. Y, mientras, la cultura argentina est¨¢ m¨¢s viva que nunca. Pero no hay di¨¢logo posible con el poder. Cuando el poder es sordo y analfabeto, la palabra no tienen ning¨²n eco.
P. Despu¨¦s de las elecciones de Estados Unidos, ?piensa seguir viviendo all¨ª?
R. S¨ª, hombre, menudo problema, Bush. Espero que esta p¨¦sima elecci¨®n no dispare la tragedia para la que Bush parece prepararnos. Tengo mucho temor a una reacci¨®n en cadena a partir de un ataque a Irak, que podr¨ªa empezar con la ca¨ªda de Musharraf en Pakist¨¢n, y el riesgo de sublevaci¨®n generalizada de los pa¨ªses isl¨¢micos gobernados por pr¨ªncipes corruptos. Bush es definitivamente idiota y parece que no hay nadie capaz de parar su carrera loca. La responsabilidad de Europa, su deber, es contener un poco ese imperialismo desenfrenado.
Babelia
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