El error de dar las cosas por hechas
La extrema derecha, que se maneja bien en las redes sociales, ha sabido instalar en muchos j¨®venes una imagen contracultural, casi revolucionaria
Tengo 41 a?os. No viv¨ª la dictadura ni la Transici¨®n. Crec¨ª dando por hecha la irreversibilidad de algunas cosas, como la democracia. Se pod¨ªa ir de una dictadura a una democracia, pero era impensable que fuera al rev¨¦s. Crec¨ª dando por hechas la seguridad social y la atenci¨®n sanitaria universal y la educaci¨®n p¨²blica y las becas, con las que me saqu¨¦ la carrera. Crec¨ª creyendo en una idea de Europa que iba siempre hacia adelante. Me hice mayor con los a?os: aprend¨ª que lo ¨²nico en lo que no se puede retroceder es en eso de envejecer. He dejado de dar por hechas las cosas.
El otro d¨ªa, un diputado de Vox dijo en el Congreso que, ¡°gracias a las redes sociales, muchos j¨®venes est¨¢n descubriendo que la etapa posterior a la Guerra Civil no fue oscura, como nos vende este Gobierno, sino una etapa de reconstrucci¨®n, de progreso y de reconciliaci¨®n para lograr la unidad nacional¡±. Esta semana, la encuesta que publicaron la SER y EL PA?S constataba que, para los j¨®venes de entre 18 y 24 a?os, la primera opci¨®n pol¨ªtica (30%) es la abstenci¨®n o el voto nulo o en blanco y la segunda es Vox, con el 29,9%. Es decir: en esa franja de edad, el partido m¨¢s votado ser¨ªa el de Santiago Abascal, que apenas recibe el 9% de respaldo entre las personas de m¨¢s de 65 a?os.
Ese mismo bar¨®metro, elaborado por 40dB., ha dejado a lo largo del a?o otros titulares. En v¨ªsperas del 8 de marzo, advert¨ªa de que la mayor brecha entre las mujeres y los hombres se daba, precisamente, en la llamada generaci¨®n Z, donde est¨¢ el mayor porcentaje de chicas que se declaran feministas (66%) y el menor porcentaje de chicos que asumen esa definici¨®n (35%). Son los chicos que acaban de estrenar la mayor¨ªa de edad quienes menos piensan que haya machismo en la sociedad o que exista desigualdad en el trabajo. En septiembre, otra entrega de 40dB. se?alaba que el apoyo a la democracia se reduc¨ªa entre los m¨¢s j¨®venes y que el 25% de los adultos de menos de 26 a?os entend¨ªan que el autoritarismo pod¨ªa ser preferible a la democracia ¡°en algunas circunstancias¡±. Tambi¨¦n ah¨ª era notable la diferencia, puesto que ese porcentaje se quedaba en el 18% en el caso de ellas.
Dec¨ªa aquella encuesta de septiembre que la mayor¨ªa de los espa?oles comparte el juicio de que la democracia se est¨¢ deteriorando y no funciona bien, que no sienten que haya un partido que les represente. Es una constataci¨®n general, esa de que la democracia se descascarilla mientras emergen autoritarismos en mitad de todas las incertidumbres globales, desde las pol¨ªticas a las tecnol¨®gicas, con el uso de la inteligencia artificial. La democracia es a menudo enrevesada y lenta, y m¨¢s si se la compara con los esl¨®ganes expeditivos que proponen l¨ªderes que se presentan como hombres fuertes y desacomplejados.
La extrema derecha, que se maneja bien en las redes sociales, ha sabido instalar en muchos de los nuevos electores una imagen contracultural, casi revolucionaria. Como si ellos fueran los ¨²nicos que nombran la verdad o quienes, llegado el caso, pudieran hablar de hombre a hombre. Les ha funcionado, al menos en parte. Para muchos de sus votantes ¡ªentre ellos, los m¨¢s j¨®venes¡ª, el feminismo, el respeto a la memoria hist¨®rica o la lucha ante la evidencia del cambio clim¨¢tico son banderas woke, una especie de buenismo doctrinario. Tras su estrategia de despreciar a los medios y entre bulos pensados para que nadie crea ya nada, las candidaturas ultras han convertido al consenso en sospechoso y han seducido a futuros electores en un escenario en el que una cuarta parte de los j¨®venes entender¨ªan un sistema autoritario en determinados supuestos. El tablero, entonces, ya no separar¨¢ izquierdas y derechas. Si la degradaci¨®n de la democracia prospera, la distinci¨®n ser¨¢ entre democracia y autoritarismos, porque ser dem¨®crata ser¨¢ una opci¨®n.
A m¨ª la idea de generaci¨®n no me gusta. Me parece injusta, como toda generalizaci¨®n: hay gente de 20 a?os que comparte luchas con sus mayores, y al rev¨¦s. El a?o en que se nace es antes un azar que un criterio, porque adem¨¢s mete en el mismo saco a quienes defendieron una causa y a quienes se opusieron a ella. En una generaci¨®n hay personas de todo tipo; pero, puestos a ver las diferencias por edades, es evidente que existe una desconexi¨®n creciente de los m¨¢s j¨®venes con el sistema, acompasada con una sustituci¨®n de referentes por influencers. Y uno puede escribirlo varias veces, y comentarlo. Y decir que ocurre en todas partes, y que es producto de las redes sociales y de Tiktok, y que el mundo avanza en esa direcci¨®n: hacia la reversibilidad de lo que parec¨ªa irreversible. Uno puede pensar ¡ªcon cierta soberbia¡ª que el fen¨®meno es Donald Trump, en vez de cuestionarse si Trump no es el resultado: el fen¨®meno son las razones por las que millones de electores secundan su discurso en esa y en otras partes del mundo. El voto a favor casi siempre es contra alguien.
Toca, entonces, hacerse preguntas, que ser¨¢n inc¨®modas porque son a nosotros mismos: en qu¨¦ momento sinti¨® tanta gente que el sistema les fallaba o sintieron que nadie les representaba. Por qu¨¦ a tantos les dej¨® de seducir la democracia y por qu¨¦ algunos conquistaron entre bromas palabras que no ten¨ªan due?o ni condici¨®n, como libertad, mientras otros daban lecciones morales que requer¨ªan una coherencia agotadora. En qu¨¦ momento, nos podr¨ªamos preguntar, los medios dejamos de parecer una propuesta fiable a tanta gente: qu¨¦ encontraron en otros canales que no les supimos dar y por qu¨¦ algunas lecciones de la historia son para tanta gente una versi¨®n de parte en lugar del relato contrastado de los hechos. Por qu¨¦ las opiniones, en fin, corren m¨¢s que los datos.
Hay batallas que doy por perdidas, con lo que me vuelve a pasar lo de dar por hechas las cosas. Miles de personas han decidido creer e ignoran a los medios o los ponen bajo sospecha mientras conf¨ªan en los mensajes que llegan a sus tel¨¦fonos. Es un fen¨®meno que va en paralelo al descr¨¦dito de la democracia, pero su alcance no significa que no se pueda hacer nada para recuperar la confianza. Hace falta la informaci¨®n igual que hace falta el agua potable. En realidad, hace m¨¢s falta que nunca.
Se necesitan sitios que no crispen, que reconozcan al otro y se interesen por ¨¦l. Que construyan comunidad, que es lo que estaba en la base de la sociedad democr¨¢tica. En vez de eso, el mundo se organiza en burbujas ¡ªgeneracionales o no¡ª que no se escuchan porque no se entienden, que cohabitan sin convivir y saben unas de otras por reels o por encuestas, como acabo de demostrar. Quiz¨¢ la respuesta est¨¦ en recobrar un sentido camusiano del deber, por el que cada uno haga desde su posici¨®n lo que debe hacer. Sin lecciones, solo con el ejemplo. Empezando por buscar, con honestidad y sin prejuicios, la manera y el lenguaje para hacer llegar el atractivo de aquello que, si no era el mejor sistema, era mejor que sus alternativas. Quedarse en nuestro sitio y hacer lo que nos toca puede ser un avance.
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