Nayib Bukele y la f¨¢bula del ¡°hombre fuerte¡±
La sobreactuaci¨®n del presidente de El Salvador responde a un c¨¢lculo pol¨ªtico justo despu¨¦s de que la Fiscal¨ªa de Estados Unidos avalara las investigaciones que demuestran una negociaci¨®n con las pandillas
¡°Los hombres fuertes crean buenos tiempos...¡±. Nayib Bukele se apropi¨® hace d¨ªas de esta frase, una de las premisas de un silogismo de incierta atribuci¨®n y m¨¢s dudosa conclusi¨®n: ¡°Los hombres d¨¦biles crean tiempos dif¨ªciles¡±. El presidente de El Salvador acumula una avalancha de cuestionamientos por su estrategia de seguridad. Gracias al r¨¦gimen de excepci¨®n decretado hace un a?o ha logrado acorralar a las principales organizaciones criminales del pa¨ªs centroamericano, la Mara Salvatrucha 13 y el Barrio 18. Pero la embestida contra la delincuencia se ha producido a costa de un intolerable deterioro de los derechos humanos, seg¨²n las denuncias de varios organismos internacionales, con el Comit¨¦ contra la Tortura de Naciones Unidas y Human Rights Watich (HRW) a la cabeza.
Abusos, detenciones arbitrarias y episodios de represi¨®n. Esa, en definitiva, es la contrapartida de una reducci¨®n significativa de los asesinatos tras d¨¦cadas marcadas por la violencia. La estrategia, a pesar de las cr¨ªticas, gusta a la mayor¨ªa de los salvadore?os, a la luz de las encuestas que otorgan a Bukele elevados ¨ªndices de popularidad. El mandatario pretende reelegirse en 2024 tras habilitar esa opci¨®n a trav¨¦s de un fallo de la Sala de lo Constitucional de la Suprema Corte que ¨¦l mismo nombr¨®. Por eso el pol¨ªtico ha aparcado la serenidad del debate y ha hecho de la llamada ¡°guerra contra las maras¡± un terreno de batalla electoral.
As¨ª funciona el espejismo del hombre fuerte que ha elegido el presidente de El Salvador. Un factor habitual de esta t¨¢ctica es el contraataque permanente. Las im¨¢genes que vimos el pasado fin de semana, el traslado de unos 2.000 pandilleros al Centro de Confinamiento del Terrorismo, una megac¨¢rcel de reciente construcci¨®n, despertaron una profunda indignaci¨®n, sobre todo a escala internacional. Al mismo tiempo, responden a un c¨¢lculo pol¨ªtico justo despu¨¦s de que la Fiscal¨ªa de Estados Unidos avalara todas las investigaciones period¨ªsticas de El Faro que demuestran que Bukele quiso, en la primera etapa de su mandato, pactar con las pandillas.
Es el mismo c¨¢lculo que lleva al mandatario a descalificar cualquier discrepancia u observaci¨®n hacia su estrategia, compar¨¢ndolas incluso con una defensa de los criminales sin importar que sea una rotunda falsedad -o conmigo o contra m¨ª, una escapatoria argumental muy socorrida entre caudillos populistas de todos los colores-. Y el mismo c¨¢lculo que ha utilizado Bukele para desembarazarse de los contrapoderes institucionales. La pol¨ªtica de seguridad es ahora otra arma para disputar el poder. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, le record¨®, tras llamar ¡°campo de concentraci¨®n¡± ese centro de confinamiento para pandilleros, que en Bogot¨¢ se logr¨® reducir las tasas de homicidios ¡°no a partir de c¨¢rceles, sino de universidades, de colegios, de espacios para el di¨¢logo, de espacios para que la gente pobre dejase de ser pobre¡±. Bukele, una vez m¨¢s, despreci¨® esos argumentos.
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