Luigi Mangione: fan¨¢ticos de colegio privado
Tambi¨¦n en los a?os del plomo fueron aplaudidos muchachos de la ¨¦lite universitaria que se liaron a tiros
Ser¨ªa f¨¢cil echarles la culpa a las redes sociales de las celebraciones por el asesinato de Brian Thompson, consejero delegado de UnitedHealthcare, y la entronizaci¨®n de su asesino, Luigi Mangione, como h¨¦roe del pueblo. Nos hemos acostumbrado a ver las redes como la p¨®cima que convierte al doctor Jekyll en el se?or Hyde, pero la miseria humana siempre ha encontrado medios para expresarse. Ante cr¨ªmenes como el de Nueva York, nunca han faltado los probos ciudadanos que saltan a la plaza diciendo que condenan la violencia, pero. Y en la cl¨¢usula que sigue al pero cabe toda la barbarie del mundo.
El guapo, millonario y muy culto Mangione me record¨® de inmediato ¡ªy no solo por las resonancias italianas¡ª a otro millonario, muy culto y no tan guapo, aunque s¨ª bien plantado, llamado Giangiacomo Feltrinelli, fundador de la editorial y las librer¨ªas ubicuas de Italia. En 1972, su cad¨¢ver apareci¨® al lado de una torre de alta tensi¨®n donde colocaba una bomba que le explot¨® en las manos. Feltrinelli era miembro del grupo terrorista Grupo de Acci¨®n Partisana y conocido compa?ero de viaje de las Brigadas Rojas. A su funeral asistieron diez mil personas y a¨²n hoy sigue siendo un h¨¦roe para no pocos italianos.
Tambi¨¦n fueron aplaudidos otros muchachos de la ¨¦lite universitaria que, tras el Mayo del 68, se liaron a tiros. Los terroristas de la alemana Fracci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo o de la estadounidense Weather Underground eran pijos de universidades postineras, los m¨¢s listos de la clase y los ni?os m¨¢s mimados de sus casas, como Mangione, y todos recibieron la simpat¨ªa nada velada de progresistas y dem¨®cratas de toda la vida que envidiaban su vida aventurera y su farfolla rom¨¢ntica a lo Robin Hood. Al final del franquismo tambi¨¦n abundaron en Espa?a fan¨¢ticos de colegio privado que acabaron llev¨¢ndose por delante a funcionarios de segunda fila y se?orones anodinos en unos pocos cr¨ªmenes atroces ensordecidos por el ruido que hac¨ªa la dictadura al caer.
Eran a?os de plomo. Hoy son de silicio. Mangione no forma parte de una organizaci¨®n criminal ni parece la avanzadilla de una insurgencia violenta, pero aquellos grupos terroristas tampoco representaban la vanguardia de ning¨²n movimiento social y casi nunca pasaban de una panda de amigos. Si Mangione tuviera un par de c¨®mplices, su banda ser¨ªa muy parecida a las que he se?alado arriba. No hace falta mucho para desafiar las convicciones pacifistas de millones de personas que jam¨¢s empu?ar¨ªan un arma, pero ven justicias po¨¦ticas en que disparen otros. Por esas grietas morales se cuelan corrientes heladas de las que una democracia casi nunca se recupera.
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