Sangre sucia
La lista de cient¨ªficos elegidos como asesores ministeriales excluye al ¨¢rea de las humanidades, somos prescindibles
Pertenezco a los sangre sucia. En las novelas de Harry Potter se llamaba as¨ª a los magos que no proven¨ªan de linajes de magos. La sociedad de ese mundo de ficci¨®n separaba a la gente m¨¢gica, de condici¨®n superior, y a los hijos de muggles, sangre sucia, que por mucho que se formasen, nunca se quitar¨ªan la etiqueta de ser inferiores a los verdaderos magos.
Los sangre sucia de la ciencia somos los que no hemos cabido en la ...
Pertenezco a los sangre sucia. En las novelas de Harry Potter se llamaba as¨ª a los magos que no proven¨ªan de linajes de magos. La sociedad de ese mundo de ficci¨®n separaba a la gente m¨¢gica, de condici¨®n superior, y a los hijos de muggles, sangre sucia, que por mucho que se formasen, nunca se quitar¨ªan la etiqueta de ser inferiores a los verdaderos magos.
Los sangre sucia de la ciencia somos los que no hemos cabido en la lista de cient¨ªficos elegidos por la Oficina Nacional de Asesoramiento Cient¨ªfico (ONAC) para ejercer como asesores ministeriales. Con el fin de tender puentes entre la ciencia y el Gobierno, la ONAC hizo p¨²blico hace un par de semanas el nombre de los expertos elegidos para que se incorporen a distintos ministerios. La selecci¨®n de estos asesores fue concebida, seg¨²n se anunci¨®, para hacer que la ciencia participe en el ¡°dise?o de las pol¨ªticas p¨²blicas¡±.
Han sido 22 los seleccionados: un listado paritario integrado por investigadores provenientes de las ciencias sociales, la ingenier¨ªa, la bioqu¨ªmica, el derecho, la econom¨ªa, las ciencias del comportamiento y las matem¨¢ticas. Fin. No busquen m¨¢s, que no hay: nadie en ese listado pertenece al ¨¢rea cient¨ªfica de las humanidades. En la tarea que se busca de conexi¨®n entre la ciencia y el Ejecutivo somos prescindibles.
Es curioso que se venda como apoyo a la ciencia y como manifestaci¨®n del amor por el saber cient¨ªfico la medida que de forma m¨¢s expl¨ªcita e hiriente desoye a las humanidades. ?Fue indiferencia, deliberada relegaci¨®n? Al parecer, un equipo de un centenar de evaluadores trabaj¨® para designar a los seleccionados y cada ministerio eligi¨® el perfil m¨¢s adecuado a sus necesidades. ?Nadie, entre esos evaluadores, llam¨® la atenci¨®n sobre la necesidad de incorporar perfiles de humanidades? ?Ninguno de los gabinetes ministeriales repar¨® en ello? Historiadores, fil¨®sofos, restauradores, ling¨¹istas, traduct¨®logos, romanistas, ge¨®grafos, ... ?somos para nuestros compa?eros de otras ¨¢reas de conocimiento sangre sucia?
Aclaro que la excluida no soy yo en concreto, que no he solicitado participar en esa convocatoria (cada uno conoce sus l¨ªmites), pero tengo algunos quinquenios de vida universitaria encima como para sospechar que en el conjunto de 1.600 personas que se ofrecieron como candidatas al proceso de selecci¨®n hubo, sin duda, investigadores con trabajo especializado de a?os sobre alguna de las disciplinas que caben bajo la denominaci¨®n que en la tradici¨®n occidental llamamos humanidades o, con menor resonancia renacentista, las letras.
Yo defiendo aqu¨ª a los m¨ªos, conozco sus capacidades: soy la compa?era de facultad de los que podr¨ªan asesorar en cartas de derechos ling¨¹¨ªsticos, en comunicaci¨®n accesible para la discapacidad, en generaci¨®n de texto y comprensi¨®n de variedades para la inteligencia artificial, en ese movimiento ciudadano de enorme impacto administrativo que es el lenguaje claro. Conozco a los ge¨®grafos que trabajan sobre contingentes humanos en movimiento; s¨¦ de la objetividad con que los historiadores tratan de frenar geograf¨ªas inventadas, de gestionar nuestro ingente patrimonio o de dar profundidad hist¨®rica a decisiones diplom¨¢ticas en acuerdos internacionales. Hablo pensando en los fil¨®sofos, que, en la era germinal de los robots, necesitaremos para afrontar los debates ¨¦ticos que se despertar¨¢n en una Europa secularizada.
No me esfuerzo en dar m¨¢s ejemplos, porque me he parado a revisar las titulaciones de los ministros y de sus jefes de gabinete y he advertido la presencia entre ellos de algunos titulados en disciplinas human¨ªsticas. Entiendo que ellos podr¨¢n explicar a la propia oficina de Presidencia qu¨¦ se investigaba en las facultades donde estudiaron. Porque no solo investigamos, es que lo hacemos dentro de las estructuras que el Estado nos da para ello y cuyos resultados ahora desprecia. Nadie nos ha sacado (al menos, de momento) de las convocatorias en concurrencia competitiva que se ofrecen al profesorado universitario: proyectos de investigaci¨®n, contratos pre y posdoctorales, convocatorias de sexenios... Se nos estimula para generar ciencia, pero no se aprovechan nuestros resultados.
Al publicitarse el listado, se anunci¨® que Espa?a se situaba con este ¡°ecosistema de asesoramiento¡± en la ¡°vanguardia internacional¡± en lo que se refiere a la presencia de la ciencia en las labores gubernamentales: vaya vanguardia desequilibrada, reduccionista y antihist¨®rica. El gran factor de modernizaci¨®n de la corte castellana en la Edad Media fue ir sacando a la aristocracia para meter nuevos perfiles que trabajaran cerca del trono: con Alfonso X el Sabio, en el siglo XIII, entraron eruditos multiling¨¹es en el escritorio regio; desde el siglo XVI fueron ingresando esos que entonces se llamaban letrados o ¡°gente media¡±, los precedentes de nuestros actuales funcionarios, personas formadas en la Universidad que sab¨ªan manejarse en leyes, lenguas y administraci¨®n.
Supongo que debemos resignarnos a este nuevo papel que parece que se nos asigna en las pol¨ªticas de gesti¨®n p¨²blica de la investigaci¨®n, as¨ª que pido a mis compa?eros de Humanidades que nos preparemos para ello: busquemos t¨²nica y corona de laurel, y, lira en mano, tumb¨¦monos en un div¨¢n a comer uvas, dej¨¦monos asesorar.