El nuevo complejo militar-industrial-digital
Los tecnoligarcas que rodean a Donald de Trump buscan copar los contratos del Pent¨¢gono
La transici¨®n en EE UU, desde la victoria de Donald Trump el 5-N a su coronaci¨®n el 20-E, es feraz. Como en pr¨®rroga de campa?a, palpitan todas las pulsiones que tejer¨¢n el mandato m¨¢s brutal.
Trump la aprovecha afianzando un programa a medio camino de Hitler y Putin. Con similar tri¨¢ngulo. Uno, el similar expansionismo territorial. A Groenlandia, Canad¨¢, y Panam¨¢, tierras intersticiales que brindan fisuras a su anexi¨®n de ¡°espacio vital¡±, como los Sudetes o la Polonia-s¨¢ndwich de 1939, que escal¨® a m¨¢s (Francia, Rusia); o Crimea (palanca a Ucrania). Dos, la cruzada de corte racista con la deportaci¨®n masiva de inmigrantes, versi¨®n ligera del supremacismo antisemita. Y tres, la vuelta de tuerca al iliberalismo antidemocr¨¢tico, esa loa al heroico putsch patri¨®tico del Capitolio y a los ultras alemanes y brit¨¢nicos: en la senda de aniquilar opositores a las camisas pardas, o Aleks¨¦i Navalni y el jefe de la Wagner.
Programa ret¨®rico, o no ¡ªo de baja o alta intensidad¡ª, no resulta indiferente. Pero ser¨ªa idiota leerlo solo como payasada. La ret¨®rica del inminente jefe de la (todav¨ªa) superpotencia mundial es ya un acto pol¨ªtico. Aunque funcione como exploraci¨®n, sondeo o apuesta negociadora m¨¢xima.
Va escoltada por una peregrinaci¨®n de tecnoligarcas, arrepentidos o euf¨®ricos, hacia Mar-a-Lago ¡ªotro Kremlin, en cursi¡ª, oteando prebendas, regulaciones favorables, cambios de cromos.
Y por la fragua de un nuevo ¡°complejo industrial-militar¡± expansionista, imperial, como el que denunci¨® ?el general Eisenhower! al despedirse de la Casa Blanca (1961). Ahora, con un a?adido actual clave: ¡°complejo industrial-militar-digital¡±: incorpora la industria de manipular conciencias (plataformas de comunicaci¨®n salvajes como X) y la tecnolog¨ªa de doble uso, civil y militar (sat¨¦lites, como Starlink).
Su gestor y beneficiario es el hombre m¨¢s rico del mundo, Elon Musk. Aventajado, pues sus tr¨¢ficos de influencias ser¨¢n consigo mismo. Con sus c¨®mplices, los tambi¨¦n multimillonarios Trump o Stephen Feinberg, el pr¨®ximo subsecretario de Defensa, quien controlar¨¢ las compras militares m¨¢s que su te¨®rico jefe, el muy justito tertuliano televisivo de la Fox y acusado hasta por su madre de abusador sexual, Pete Hegshet.
El consorcio de Musk conspira con otra quinta de neotechs para copar los contratos del Pent¨¢gono, hasta ahora hegemonizados por cl¨¢sicos como Boieng o Lockheed. Negocia con el Gobierno de Giorgia Meloni un contrato de 1.500 millones de d¨®lares para suministrarle sat¨¦lites. Y con otros gobiernos europeos, compitiendo con el consorcio de Jeff Bezos. Busca obstaculizar el gran proyecto paneuropeo Iris-2, de 10.600 millones de euros, cuarta gran apuesta de la UE en alta gama tecnol¨®gica tras Airbus, Galileo y Copernicus. ?M¨¢s gasto militar de los socios de la OTAN? Evidente, pero que sea en material americano. Mejor a¨²n, muskitero.
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