Torrente y Terminator a los mandos de una nave espacial
Los Estados que m¨¢s hacen por sus ciudadanos son los m¨¢s odiados. Nuestro futuro depende de que sepamos pensar esta paradoja
?Te imaginas a Torrente a los mandos de una nave espacial? Pues eso es la presidencia de Donald Trump. Y no solo porque un arrogante inepto vaya a conducir la maquinaria m¨¢s sofisticada del mundo, sino por la inveros¨ªmil alianza que sostiene a Trump: los paleoconservadores de Steven Bannon que anhelan volver al pasado id¨ªlico y los intergal¨¢cticos de Elon Musk que quieren saltar al futuro ut¨®pico. Unos a?oran la Am¨¦rica de los 50. Los otros sue?an con el Marte de 2100. Unos rechazan a los inmigrantes y miran dentro de las fronteras. Los otros necesitan mano de obra for¨¢nea y no conocen fronteras terrestres ni espaciales. Unos desean ahorrar conduciendo coches contaminantes. Los otros, enriquecerse haciendo veh¨ªculos el¨¦ctricos. Unos son tradicionales y cristianos. Los otros, neoliberales y transhumanos. M¨¢s que dos tipos de personas son casi dos especies distintas, sobre todo si Musk sigue experimentando con chips cerebrales. Unos, humanos; los otros, ciborgs. Torrente contra Terminator.
Los republicanos han triunfado porque han estado m¨¢s unidos que nunca en torno a un pol¨ªtico (Trump) y, a la vez, m¨¢s divididos que nunca en torno a unas pol¨ªticas. Han podido apelar simult¨¢neamente a los m¨¢s perjudicados y a los m¨¢s beneficiados por la globalizaci¨®n econ¨®mica. Pero, aunque la f¨®rmula haya funcionado en campa?a, ser¨¢ dif¨ªcil que de esas dos cosmovisiones antag¨®nicas combinen en la acci¨®n de gobierno.
Eso tiene una lectura ilusionante para quienes queremos resistir la ola populista global. Ellos ganar¨¢n el poder, pero no convencer¨¢n con sus medidas. Y, ciertamente, los Johnson, Kaczynski, Bolsonaro o Trump (en 2020) dejaron el poder con m¨¢s huecos que huellas significativas. M¨¢s que recrear la tragedia fascista de entreguerras, estos nacionalpopulistas montaron una comedia de posguerra.
Pero tambi¨¦n hay una interpretaci¨®n tenebrosa. Si han alcanzado el poder con unos programas tan incoherentes y alocados, ?c¨®mo de confusos y estramb¨®ticos deben parecer los nuestros al electorado? A ojos de crecientes sectores sociales, los partidos convencionales (de la izquierda al centroderecha) representan los tent¨¢culos de un monstruo que les ¡°cruje¡± a impuestos, y regulaciones y les dicta hasta c¨®mo hablar. El instinto visceral contra el Estado es lo que une a los agricultores de Nebraska (o Murcia) con los magnates del distrito de Manhattan (o de Salamanca). Los Estados que m¨¢s hacen por sus ciudadan¨ªas de toda la historia son los m¨¢s odiados. Nuestro futuro depende de que sepamos pensar esta paradoja.
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