Trump y Putin: un Yalta para dos
El repliegue de los europeos sobre sus Estados-naci¨®n no facilitar¨¢ una respuesta ni com¨²n ni contundente a un giro disruptivo
El segundo mandato de Donald Trump inaugura un verdadero giro hist¨®rico y disruptivo en las relaciones internacionales: en contraste con el multilateralismo vigente desde los a?os 1990, emerge la idea de un duopolio-condominio centrado en los intereses de las dos potencias nucleares m¨¢s importantes del mundo, EE UU y Rusia. Es una din¨¢mica que recuerda no solo a la del siglo XIX, cuando las potencias occidentales se repart¨ªan la explotaci¨®n de las riquezas mundiales, sino tambi¨¦n la del siglo XX, con los acuerdos de Yalta, cuando EE UU y la URSS divid¨ªan el mundo en ¨¢reas de respectivas influe...
El segundo mandato de Donald Trump inaugura un verdadero giro hist¨®rico y disruptivo en las relaciones internacionales: en contraste con el multilateralismo vigente desde los a?os 1990, emerge la idea de un duopolio-condominio centrado en los intereses de las dos potencias nucleares m¨¢s importantes del mundo, EE UU y Rusia. Es una din¨¢mica que recuerda no solo a la del siglo XIX, cuando las potencias occidentales se repart¨ªan la explotaci¨®n de las riquezas mundiales, sino tambi¨¦n la del siglo XX, con los acuerdos de Yalta, cuando EE UU y la URSS divid¨ªan el mundo en ¨¢reas de respectivas influencia y dominaci¨®n. El tel¨®n de fondo geopol¨ªtico que posibilita este proyecto hoy es devastador: invasi¨®n rusa de Ucrania, impotencia de la UE, presi¨®n comercial imparable de China. El primer acto de Trump es altamente relevante: traiciona a Ucrania y regatea con Vlad¨ªmir Putin la suerte de los europeos.
Cierto es que el primer mandato de Trump (2017-2021) ya hab¨ªa planteado la voluntad de una transformaci¨®n de las reglas del juego geoecon¨®mico y pol¨ªtico a escala planetaria. Basta recordar el acuerdo nuclear impl¨ªcito con Corea del Norte y las estrategias de contenci¨®n comercial frente a China. Estas maniobras se interpretaban como reacci¨®n al debilitamiento del capitalismo estadounidense, debido precisamente al auge del multilateralismo econ¨®mico y comercial favorecido por la globalizaci¨®n. Europa, centrada en la ampliaci¨®n de su mercado a los pa¨ªses del Este, y carente de br¨²jula geopol¨ªtica, menospreci¨® entonces la repercusi¨®n de la llegada de Trump, considerando sus provocaciones y golpes como un mero ¡°accidente¡± de la historia.
El retorno imponente de Trump desencadena, desde enero de 2025, un ataque violento contra las coordenadas diplom¨¢ticas y geopol¨ªticas internacionales. Se esperaba efectivamente una reorientaci¨®n de EE UU menos favorable a Ucrania, pero no una visi¨®n radicalmente antag¨®nica que planea sobre una alianza, fundada en la fuerza, con Rusia frente a Ucrania y al resto de Europa. El golpe viene adem¨¢s acompa?ado por una ofensiva ideol¨®gica nunca experimentada en las relaciones euroatl¨¢nticas, devaluando la democracia y respaldando p¨²blicamente las corrientes del neofascismo por doquier. El objetivo es claro: para lograr un acuerdo con Putin, Trump necesita, en una primera fase, descartar a Ucrania como interlocutora en las negociaciones sobre su propio porvenir y neutralizar a la Uni¨®n Europea en la formaci¨®n del emergente condominio con Rusia.
Mientras el conjunto europeo busca formular una actitud com¨²n m¨ªnima frente a la ofensiva, Francia y Gran Breta?a, como potencias nucleares, han manifestado su profunda inquietud. Ello demuestra que, ante la magnitud de la apuesta estadounidense y la abstracta ret¨®rica europe¨ªsta sobre ¡°la defensa com¨²n¡±, reaparece en la escena el papel decisivo de los Estados-naci¨®n dotados de la capacidad estrat¨¦gica que le falta a Europa. Lo que est¨¢ en juego trasciende, pues, la tragedia de Ucrania, porque se orienta a los retos que deben afrontar tanto Trump como Putin.
Estados Unidos necesita asegurar su dominio en la actual revoluci¨®n tecnol¨®gica, as¨ª como en el control de las materias primas raras, razones que explican el emprendimiento de proyectos de explotaci¨®n, incluso por la fuerza, en Groenlandia y Ucrania. Dicho sea de paso, Trump conseguir¨¢ un acuerdo con Dinamarca y Ucrania en ese terreno. Por otro lado, en sectores punta de armamento, los EE UU han sido igualados, incluso superados, por Rusia, que ha aprovechado la cancelaci¨®n de los Acuerdos de control de armas en 2019 y del tratado START de reducci¨®n de las armas estrat¨¦gicas en 2023 para desarrollar un importante rearme unilateral. Desde entonces, ya no existe un espacio institucional de negociaci¨®n entre ambos pa¨ªses, ni inspecciones mutuas para limitar la carrera armament¨ªstica. La apuesta norteamericana es enorme: m¨¢s de 100.000 soldados se encuentran repartidos en el continente europeo, y se espera, en 2026, la entrada en Alemania de misiles nucleares de medio alcance. Trump ha evidenciado tambi¨¦n su voluntad de recobrar el control y reducir la distancia con Rusia, particularmente tras el lanzamiento, el 24 de noviembre de 2024, del misil hipers¨®nico ¡°Orechnik¡±, potencialmente nuclear e indetectable, sobre la ciudad ucrania de Dnipr¨®, y la presencia cada vez m¨¢s incisiva de los sat¨¦lites rusos de ¨²ltima generaci¨®n en el ciberespacio. Este es el significado del conocido decreto de Trump, de 27 de enero, ¡°Iron Dome for America¡±, dotado de 100.000 millones de d¨®lares este a?o, y otros 400.000 millones hasta 2028, para recuperar el desfase con Rusia.
Por su parte, Rusia, tras la probable victoria en Ucrania, tendr¨¢ que reorientar ¡ªno ser¨¢ f¨¢cil¡ª su actual econom¨ªa de guerra hacia el mercado mundial y europeo, resolviendo primero su reinserci¨®n en el sistema bancario y financiero occidental y reduciendo, al tiempo, su dependencia estrat¨¦gica con China. Con todo, su mayor desaf¨ªo ser¨¢ conseguir imperativamente un pacto con EE UU para una arquitectura de seguridad en Europa. Porque, m¨¢s all¨¢ de Ucrania, Rusia debe responder a la estrategia de cerco seguida, estas ¨²ltimas d¨¦cadas, por EE UU en el Este. La OTAN dispone efectivamente de un cintur¨®n de bases militares en todo el flanco sur, oeste y hasta el norte de Rusia: en Turqu¨ªa, Grecia, Bulgaria, Rumania, Hungr¨ªa, Eslovaquia, Polonia, Lituania, Estonia, Finlandia y Suecia. En consecuencia, es poco probable que el mandatario ruso acepte un acuerdo sobre Ucrania que no implique tambi¨¦n el comienzo de una negociaci¨®n global sobre el papel de la OTAN en sus fronteras. En funci¨®n de lo que resulte de la misma, se plantear¨¢ o no una arquitectura de seguridad en Europa.
Ante este panorama, la UE est¨¢ gravemente debilitada y desorientada: ?qu¨¦ hacer de la OTAN en el nuevo contexto de crisis con EE UU? ?Cu¨¢l deber¨ªa ser la estrategia militar inter-operativa entre los ej¨¦rcitos europeos? ?C¨®mo asegurar una relativa autonom¨ªa de los ej¨¦rcitos europeos mayoritariamente dependientes del armamento norteamericano? ?C¨®mo enfrentar los retos de la ciberguerra en un contexto de suspensi¨®n de los acuerdos sobre la limitaci¨®n de armas nucleares? ?C¨®mo garantizar la seguridad de Europa cuando China y Rusia amenazan potencialmente los nudos vitales de cables submarinos (en el mar del Norte, en Asia y en el Golfo) imprescindibles para el comercio y la seguridad europea?
De hecho, el repliegue de los europeos sobre sus Estados-naci¨®n no facilitar¨¢ una respuesta ni com¨²n, ni contundente, a estos desaf¨ªos. Es probable que la gran mayor¨ªa de los Estados europeos, salvo Francia y Gran Breta?a, intente consolidar una suerte de complicidad con EE UU (Italia y los pa¨ªses del Este), o bien una ¡°neutralidad aterrorizada¡± (Alemania y otros socios), a la espera de tiempos mejores. Francia y Reino Unido disponen de mayor margen de maniobra. Keir Starmer, el mandatario brit¨¢nico, ha recalcado su apoyo incondicional a Ucrania, siendo consciente, sin embargo, de que una defensa europea com¨²n no es para ma?ana.
Francia, cuya capacidad de disuasi¨®n nuclear es enteramente soberana, disfruta de una mejor coyuntura en la toma de decisiones, pero sus fuerzas convencionales dependen cada vez m¨¢s de la OTAN. Emmanuel Macron ha reiterado, el 24 de febrero en Washington, frente a Trump su rechazo de un acuerdo a espaldas de Ucrania y ha pedido el env¨ªo de tropas europeas para garantizar la seguridad del posible alto el fuego. Lo m¨¢s significativo es que ambos mandatarios europeos saben que Trump puede pactar con Putin prescindiendo de ellos y que la guerra sin el apoyo de EE UU es imposible; pero no quieren desaprovechar la oportunidad de participar, directa o indirectamente, en la negociaci¨®n global con Rusia sobre una posible arquitectura de seguridad. Trump tendr¨¢ que asociarlos, aunque no quiso abordar plenamente el tema en el encuentro de Washington.
Hoy no se puede prever cu¨¢l ser¨¢ el resultado de este gran juego. Se necesitar¨¢ un largo periodo de tiempo para alcanzar un compromiso sobre un nuevo orden de seguridad europeo. S¨ª es posible, en cambio, vaticinar que la din¨¢mica agresiva de Trump depender¨¢ del duopolio que se est¨¢ forjando con Putin, una suerte de peque?o acuerdo de Yalta en el siglo XXI. Europa debe tomarlo en serio.