El p¨¦ndulo del desarrollo
Es probable que el mundo occidental est¨¦ entrando en una nueva fase hist¨®rica de mayor intervenci¨®n p¨²blica frente al actual modelo de supremac¨ªa del mercado
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Son m¨²ltiples los fen¨®menos estudiados por las ciencias sociales que responden a din¨¢micas pendulares, es decir, a la transici¨®n de un polo al otro de forma progresiva y sim¨¦trica. La historia muestra este tipo de din¨¢micas pendulares en lo referente a las fuerzas que empujan el desarrollo econ¨®mico y social de las naciones, que se concretan en la alternancia entre el empuje de las l¨®gicas de mercado y el sector privado frente, o conjuntamente, con el intervencionismo p¨²blico y la definici¨®n pol¨ªtica de una serie de objetivos pol¨ªticos para la esfera econ¨®mica. Tras casi cinco d¨¦cadas de preponderancia de las fuerzas de mercado, el sistema capitalista occidental parece estar en una transici¨®n hacia un modelo m¨¢s balanceado, d¨®nde la intervenci¨®n p¨²blica vuelve a tener un peso protag¨®nico.
La primera transici¨®n hacia visiones intervencionistas de la econom¨ªa se inici¨® en los a?os treinta, tras el crack del 29 y su consecuente Gran Depresi¨®n, y tuvo como respuesta el New Deal de Roosvelt, ese paradigm¨¢tico programa de intervenci¨®n p¨²blica tan mentado estos d¨ªas. Por distintos motivos, la Segunda Guerra Mundial supuso tambi¨¦n un aumento desmedido del gasto p¨²blico y la intervenci¨®n de los gobiernos en la econom¨ªa, en este caso implementando modelos de econom¨ªa de guerra. Tras la llegada de la paz, y en el marco del choque entre econom¨ªas capitalistas y comunistas, las naciones occidentales desplegaron algunos de los programas de bienestar social m¨¢s ambiciosos en la historia de la humanidad, que m¨¢s tarde se etiquetar¨ªan como los Estados del bienestar. As¨ª, estos cincuenta a?os se caracterizaron por un alto intervencionismo p¨²blico en la econom¨ªa y por un abultado gasto p¨²blico de car¨¢cter econ¨®mico y social.
Sin embargo, esta transici¨®n hacia modelos intervencionistas tambi¨¦n acumul¨® m¨²ltiples contradicciones a lo largo del proceso: incrementos significativos de los precios, abultados endeudamientos, e insostenibles criterios de asignaci¨®n de los fondos, as¨ª como variados fen¨®menos de corrupci¨®n p¨²blica. Como resultado, de forma progresiva se fue construyendo la contrapropuesta liberal en b¨²squeda de una reducci¨®n del peso de lo p¨²blico y de promoci¨®n de la primac¨ªa de los mercados y los agentes privados. Las primeras puestas en pr¨¢ctica de esta nueva matriz desarrollista fueron las pol¨ªticas econ¨®micas desplegadas por Reagan en Estados Unidos, los famosos reaganomics, as¨ª como la reconversi¨®n industrial que aplic¨® Margaret Thatcher en el Reino Unido. A trav¨¦s de los organismos financieros internacionales, como el FMI y el Banco Mundial, estas propuestas se extendieron a diferentes partes del globo, desde Am¨¦rica Latina hasta Asia, y tras la ca¨ªda del Muro, a las rep¨²blicas exsovi¨¦ticas. Asimismo, m¨²ltiples pa¨ªses europeos implementaron, en mayor o menor medida, muchas de estas recomendaciones, que para los a?os noventa ya se hab¨ªan vuelto hegem¨®nicas en el discurso del desarrollo internacional, alumbrando as¨ª la segunda transici¨®n, en este caso hacia el modelo neoliberal.
La crisis del coronavirus ha vuelto a cuestionar el modelo occidental de mercado, con unos sistemas de salud extremadamente vulnerables fruto de la austeridad y la terciarizaci¨®n
Lo cierto es que la aplicaci¨®n de las recetas neoliberales no produjo los beneficios esperados, al menos no para el conjunto de las poblaciones de estos pa¨ªses. Crecimientos econ¨®micos estancados, degradaci¨®n de los sistemas de bienestar y aumentos sostenidos de la desigualdad y la pobreza, mientras, eso s¨ª, los parcos beneficios se concentraban en las esferas m¨¢s acaudaladas. Inevitablemente, el p¨¦ndulo estaba oscilando de nuevo hacia el lado del Estado y la intervenci¨®n p¨²blica. Los primeros signos de esto pueden verse en el fulgurante desarrollo industrial de pa¨ªses como Jap¨®n, Corea del Sur y Taiwan a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Actualmente, vemos que el modelo de desarrollo m¨¢s exitoso es el capitalismo del Estado chino, que le ha proporcionado al pa¨ªs asi¨¢tico crecimientos econ¨®micos sostenidos y abultados y una espectacular transformaci¨®n de su estructura productiva, lo que la sit¨²a ya como la primera potencia econ¨®mica mundial, y por efecto arrastre, al conjunto de la regi¨®n como la econ¨®micamente m¨¢s din¨¢mica del mundo.
En comparaci¨®n, las econom¨ªas occidentales vienen arrastr¨¢ndose desde la crisis subprime estadounidense, que tuvo su eco en el conjunto de las econom¨ªas occidentales. El modelo liberal, altamente financiarizado y con un car¨¢cter cada vez m¨¢s especulativo, que ya mostr¨® sus l¨ªmites en los a?os ochenta y noventa en pa¨ªses como Argentina, Brasil, M¨¦xico, Rusia o Tailandia, ahora golpeaba al centro capitalista occidental. En la actualidad, la crisis del coronavirus ha vuelto a cuestionar el modelo occidental de mercado, con unos sistemas de salud extremadamente vulnerables fruto de la austeridad y la terciarizaci¨®n.
Adem¨¢s, mientras los pa¨ªses asi¨¢ticos han tenido una respuesta r¨¢pida y eficaz para atajar la pandemia y ofrecer un desempe?o notable tanto en t¨¦rminos sanitarios como econ¨®micos; los pa¨ªses occidentales se han caracterizado, salvo excepciones, por su par¨¢lisis e incapacidad para desplegar una acci¨®n eficaz p¨²blica. A todo esto se suma, que los principales problemas derivados del modelo liberal occidental siguen sin resolverse, es m¨¢s, siguen agrav¨¢ndose. Una continua degradaci¨®n del medio ambiente y de los efectos del calentamiento global, una econom¨ªa global digitalizada que sigue sin fiscalizar a los principales conglomerados empresariales emergidos de la cuarta revoluci¨®n industrial, y unos niveles de empobrecimiento y de concentraci¨®n de la riqueza que han llegado a tal punto que comienzan a traducirse en fen¨®menos de peligroso populismo antidemocr¨¢tico.
Los incuestionables efectos del cambio clim¨¢tico parecen llevar inevitablemente hacia un consenso global para descarbonizar nuestras matrices energ¨¦ticas y transitar hacia modelos de desarrollo globales m¨¢s sostenibles
Todo este contexto parece estar empujando el p¨¦ndulo hacia un nuevo paradigma que vuelve a poner al Estado como eje de un nuevo modelo de desarrollo, en esta ocasi¨®n caracterizado por la necesidad de ser m¨¢s sostenible y equitativo que el anterior. El primer s¨ªntoma en este sentido es la masiva presencia de los Bancos Centrales en el ¨¢mbito monetario. No obstante, como han se?alado ya los propios responsables de los BCs, los efectos de la pol¨ªtica monetaria comienzan a tener rendimientos decrecientes y necesitan de un acompa?amiento contundente de la pol¨ªtica fiscal, especialmente en materia de gasto p¨²blico. Los masivos programas de gasto e inversi¨®n p¨²blica anunciados por la Uni¨®n Europea y Estados Unidos son un buen ejemplo de ello. Adem¨¢s, estos programas parecen estar orient¨¢ndose hacia objetivos como la transici¨®n energ¨¦tica, la modernizaci¨®n digital de las estructuras productivas, y la promoci¨®n de modelos de protecci¨®n social ampliados, como las rentas m¨ªnimas o la atenci¨®n a mayores dependientes.
En definitiva, un nuevo modelo donde si bien las empresas y agentes privados tendr¨¢n un papel destacado, los fondos y la orientaci¨®n de los emprendimientos ser¨¢n de car¨¢cter p¨²blico, siguiendo la famosa m¨¢xima de ¡°gobernar los mercados¡±. Finalmente, los incuestionables efectos del cambio clim¨¢tico parecen llevar inevitablemente hacia un consenso global para descarbonizar nuestras matrices energ¨¦ticas y transitar hacia modelos de desarrollo globales m¨¢s sostenibles.
No obstante, el camino no est¨¢ exento de riesgos, y los antiguos pecados de los modelos de intervenci¨®n p¨²blica podr¨ªan convertirse de nuevo en su tal¨®n de Aquiles. Por tanto, los retos de esta generaci¨®n se deber¨ªan centrar en minimizar las disfunciones de este nuevo modelo en forma de desequilibrios macroecon¨®micos, ineficiencia en la asignaci¨®n de los fondos, o fen¨®menos de corrupci¨®n p¨²blica, entre otros; al tiempo que se potencian sus impactos en la promoci¨®n de estructuras productivas respetuosas con el medio ambiente y sociedades m¨¢s inclusivas mediante la implantaci¨®n de nuevos esquemas fiscales que incorporen la tributaci¨®n justa de los nuevos sectores econ¨®micos de la industria digital. En definitiva, tratar de llevar el p¨¦ndulo a un punto de equilibrio para liberar el potencial de las econom¨ªas de mercado en un marco de gu¨ªa y correcci¨®n por parte del sector p¨²blico.
Fernando de la Cruz es profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid.
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