?frica ya no quiere que le ense?en a pescar
El sector del desarrollo en el continente sigue perpetuando inercias coloniales. Las ONG y universidades africanas se topan con escollos, formales o sutiles, en su acceso a financiaci¨®n, que suele caer en manos occidentales. Se promueve una relaci¨®n horizontal pero el Norte global tiene la ¨²ltima palabra
Nota a los lectores: EL PA?S ofrece en abierto la secci¨®n Planeta Futuro por su aportaci¨®n informativa diaria y global sobre la Agenda 2030. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscr¨ªbete aqu¨ª.
De cara al p¨²blico, apenas queda rastro del yugo colonial. O del paternalismo condescendiente que se exhib¨ªa sin pudor hace a?os. Incluso pierde tir¨®n la imagen del sabio que ense?a a pescar en lugar de dar peces. Los proyectos de desarrollo en el ?frica subsahariana viven tiempos de aparente simetr¨ªa. Se estila la horizontalidad, el intercambio de saberes y destrezas, la colaboraci¨®n en igualdad con socios locales, con gente de all¨ª.
Pero esta supuesta armon¨ªa cooperativa, esos flujos rec¨ªprocos de t¨² a t¨², suelen camuflar una s¨®lida estructura de poder. Arraigadas jerarqu¨ªas en las que el occidental se sit¨²a ¡ªa veces con car¨¢cter formal, aunque con frecuencia impl¨ªcitamente¡ª por encima del africano. En la adjudicaci¨®n y puesta en marcha de los proyectos, sobrevuelan ¡°mentalidades subyacentes¡±, explica Taskeen Adam, investigadora de la Universidad de Cambridge y associate manager de la empresa social Open Development & Education.
Sudafricana de nacimiento, Adam dispara contra la propia idea de desarrollo internacional. En su opini¨®n, esta presupone que ¡°el Norte Global ha de decir al resto del mundo, sin distinciones, c¨®mo debe desarrollarse¡±. Desde el epicentro acad¨¦mico anglosaj¨®n, la expresi¨®n se ha extendido y asumido como sin¨®nimo de v¨ªa hacia el progreso. Las dos palabras encarnan una sinergia conceptual imbatible. Una suerte de p¨®cima m¨¢gica para escapar de la pobreza.
¡°Muchos proyectos se decantan por graduados en Desarrollo Internacional de universidades occidentales, menospreciando la experiencia en el contexto y otros estudios no acreditados bajo ese nombre¡±, contin¨²a Adam. Con el sello ID (International Development, en sus siglas en ingl¨¦s) estampado en un diploma, se da por hecho que alguien puede trazar certeras estrategias para reducir el analfabetismo en Ghana. O galvanizar la agricultura de Mozambique. O digitalizar peque?os negocios de artesan¨ªa en Chad.
Algunos de mis colegas, muy cualificados, sufren una intimidaci¨®n silenciosa. Llega alguien del Norte y autom¨¢ticamente piensan ¡®ya est¨¢, debe de estar mejor preparado¡¯¡±, admite Winnie Mitullah, directora del Institute for Development Studies de la Universidad de Nairobi
La verticalidad impregna comportamientos por arriba. Logra que se sobrentienda qui¨¦n posee la ¨²ltima palabra. Tambi¨¦n coh¨ªbe un salto hacia delante desde abajo. Hasta en pa¨ªses pujantes del continente, como Kenia, subsisten herencias de mando, complejos que se pierden en la noche del imperialismo. ¡°Algunos de mis colegas, muy cualificados, sufren una intimidaci¨®n silenciosa, inherente, que ni siquiera sienten. Llega alguien del Norte y autom¨¢ticamente piensan ¡®ya est¨¢, debe de estar mejor preparado¡¯¡±, admite Winnie Mitullah, directora del Institute for Development Studies de la Universidad de Nairobi.
La investigadora keniata recuerda una reuni¨®n reciente. Hab¨ªa que afinar los pormenores de un proyecto conjunto entre su Instituto y el Ministerio de Planificaci¨®n y Desarrollo Nacional de Kenia. Una iniciativa en parte financiada con fondos extranjeros. Alguien indic¨® que Mitullah y su equipo empezar¨ªan a trabajar con un experto venido del Norte. ¡°Al salir de la reuni¨®n, una compa?era me dijo: ¡®Winnie, quiero ver su curr¨ªculo, que sea un experto no es suficiente¡¯. El colonialismo es algo muy profundo, pero la gente empieza a mostrarse asertiva¡±, zanja.
El estigma de la arrogancia
Buena parte de la financiaci¨®n para el desarrollo en ?frica llega directamente a los gobiernos. Los donantes fijan los requisitos. Marcan tiempos, focalizan ¨¢mbitos de acci¨®n. Y env¨ªan un equipo for¨¢neo bajo denominaciones algo as¨¦pticas, con un l¨¦xico que evoca modestia: consultores, asistentes t¨¦cnicos... ¡°He visto j¨®venes que acababan de graduarse intentando guiar a profesionales africanos con 30 a?os de experiencia en la educaci¨®n o salud de sus pa¨ªses¡±, se queja Mitullah.
Quienes denuncian las din¨¢micas de poder en el desarrollo africano ¡ªla preeminencia de escalones a priori, casi inamovibles¡ª evitan caer en trampas maniqueas. No se trata de estigmatizar al occidental con el sambenito de la arrogancia ignorante. Ni de dar por sentado que la poblaci¨®n local act¨²a siempre inspirada por la sabidur¨ªa contextual y la buena fe. ¡°Ser¨ªa un error asumir que los proyectos liderados por entidades del Sur van a ser siempre mejores. Depender¨¢ del pa¨ªs, de qui¨¦n est¨¦ al mando, de muchos factores¡±, apunta Marleen Dekker, profesora de Desarrollo Inclusivo en el African Studies Centre de la Universidad de Leiden, en Pa¨ªses Bajos.
Dekker es consciente de que su afirmaci¨®n puede sonar ¡°controvertida¡±. Pero para ella resulta fundamental mantener una visi¨®n ecu¨¢nime, caso a caso, ¡°en los debates sobre descolonizaci¨®n¡±. Suscribe la m¨¢xima ¡°soluciones africanas para problemas africanos¡±, a la que es ¡°dif¨ªcil oponerse, aunque sabiendo que este es un pilar que admite matices, en reconocimiento a la diversidad del continente¡±. Y pone como ejemplo un programa sobre control de natalidad que se intent¨® implantar, sin ¨¦xito, en N¨ªger. ¡°Las ¨¦lites del pa¨ªs lo rechazaron por razones geopol¨ªticas: a m¨¢s poblaci¨®n, m¨¢s fuerza negociadora, m¨¢s ayudas¡±.
¡°Las grandes organizaciones internacionales¡±, explica, se llevan el ¡°grueso¡± del pastel bajo la ¡°justificaci¨®n cl¨¢sica de su mayor capacidad operativa¡±, dice Carlos Oya, profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica del Desarrollo de la Universidad de Londres
Cuando los receptores de fondos son las ONGs, el predominio occidental resulta abrumador. Desde la School of Oriental and African Studies de la Universidad de Londres, Carlos Oya, profesor de Econom¨ªa Pol¨ªtica del Desarrollo, entiende que el sesgo no es tanto geogr¨¢fico sino de tama?o. ¡°Las grandes organizaciones internacionales¡±, explica, se llevan el ¡°grueso¡± del pastel bajo la ¡°justificaci¨®n cl¨¢sica de su mayor capacidad operativa¡±. Adem¨¢s, las ayudas quedan custodiadas por farragosos guardianes. Centinelas vestidos con el traje de la imparcialidad. ¡°Generar solicitudes de subvenci¨®n requiere tiempo y dinero, acceso a la informaci¨®n, mucho papeleo. Y una buena red de contactos, que entre las ONGs africanas suele ser, en general, muy limitada¡±, apunta Oya.
El investigador madrile?o se pregunta por qu¨¦ los donantes no ¡°simplifican sus condiciones¡±. Libre de tanto laberinto burocr¨¢tico, el dinero podr¨ªa fluir sin intermediarios hacia manos africanas, dinamizando as¨ª tendencias de desarrollo puramente locales. ¡°No lo hacen por cuestiones de diligencia debida [precauciones que se toman antes de asignar partidas], por su propia cultura burocr¨¢tica... No creo que exista una discriminaci¨®n consciente o activa¡±.
Sin tiempo para investigar
Dekker detecta otras razones que frenan el acceso a financiaci¨®n desde entidades africanas. O que aumentan la ventaja de aquellas que provienen del Norte Global. Motivos en los que el lenguaje refleja patrones culturales, una manera de pensar. ¡°Los solicitantes tienen que hablar el mismo idioma que los donantes, vender su idea, seleccionar las palabras adecuadas¡±, se?ala. M¨¢s all¨¢ de formalidades, saber moverse en el juego de las expectativas se antoja clave para ser el elegido. Cada vez m¨¢s organizaciones africanas demuestran conocer sus reglas. Fundador y director ejecutivo de Tanzanian Children¡¯s Fund, Peter Leon Mmassy viaja con frecuencia a EE UU con el fin de recaudar ayudas para su ONG, que da techo, comida, salud y educaci¨®n a ni?os hu¨¦rfanos.
Conscientes de tantos impedimentos, una lista creciente de donantes priorizan a instituciones y entidades con sede en ?frica. Ya es pr¨¢ctica habitual entre los gobiernos de los pa¨ªses escandinavos. Y el International Development Research Center, dependiente del Gobierno de Canad¨¢, estipula que han de liderar sus proyectos los investigadores asentados en ?frica. El IDRC act¨²a con una fuerte convicci¨®n: solo el an¨¢lisis riguroso y el despertar intelectual impulsado desde dentro permiten pisar firme hacia el progreso.
El International Development Research Center (IDRC) act¨²a con una fuerte convicci¨®n: solo el an¨¢lisis riguroso y el despertar intelectual impulsado desde dentro permiten pisar firme hacia el progreso
Inyecciones monetarias como esta son puro ox¨ªgeno para la maltrecha actividad investigadora en las universidades subsaharianas. El profesor Carlos Oya narra una triste historia de decadencia y abandono. Tras la descolonizaci¨®n, muchos pa¨ªses mimaron especialmente su educaci¨®n superior. Una apuesta estrat¨¦gica para romper el ciclo de dependencia. ¡°Las universidades de Dakar (Senegal), Makerere (Uganda) o Ad¨ªs Abeba (Etiop¨ªa) se convirtieron en prestigiosos hubs regionales de conocimiento¡±, explica. Pero en los a?os 80 y 90 aterrizaron los ¡°ajustes estructurales dictados por organismos internacionales como el FMI¡±, que impusieron sus preferencias educativas, enfatizando las etapas obligatorias. ¡°Se vino a decir que la universidad era un lujo para algunos pa¨ªses¡±, contin¨²a Oya.
Con una inversi¨®n paup¨¦rrima, muchos centros apenas alcanzan ahora para pagar exiguos salarios. As¨ª que sus mejores acad¨¦micos, en lugar de centrarse en la investigaci¨®n para el desarrollo, complementan su sueldo en el sector privado. ¡°Trabajos de consultor¨ªa para ONGs o agencias internacionales, los famosos think tank... Algunos compa?eros llegan a las 80 horas semanales¡±, se?ala Mitullah, quien lanza una recomendaci¨®n de lectura para entender mejor esta deriva: Scholars in the marketplace, de Mahmood Mandami. Oya confirma que, al contactar con colegas africanos para alg¨²n proyecto, casi nunca est¨¢n disponibles. La profesora de la Universidad de Nairobi, por su parte, estalla de indignaci¨®n: ¡°Que la universidad en ?frica no es una prioridad... ?qu¨¦ clase de razonamiento es ese?¡±.
Actitud mesi¨¢nica
Un estudio del economista zambiano Grieve Chelwa ilustra la escasa presencia de autores africanos en los art¨ªculos cient¨ªficos sobre el continente. Apenas un cuarto de la literatura sobre los desaf¨ªos econ¨®micos de all¨ª viene firmada por, al menos, un autor de una universidad subsahariana. Como Chelwa, Domilola Adebayo es uno de tantos estudiantes africanos que han completado sus estudios en el extranjero. Tras graduarse en Nigeria, hizo su doctorado gracias al programa Cambridge-Africa de la universidad brit¨¢nica. Ahora investiga sobre desarrollo socioecon¨®mico en el Sur desde una perspectiva hist¨®rica.
Algunos donantes, relata, desestiman financiar ideas surgidas desde universidades africanas. ¡°En ocasiones, por temor a que los fondos no se utilicen correctamente, lo que demuestra una p¨¦sima consideraci¨®n del continente en su conjunto¡±, estima Adebayo
Adebayo conoce bien los privilegios que despliega el viaje acad¨¦mico al Norte: contactos, m¨²ltiples opciones de financiaci¨®n, tiempo y sosiego para volcarse en el estudio. Advierte de los prejuicios que se ciernen sobre el acad¨¦mico de ?frica no occidentalizado. Algunos donantes, relata, desestiman financiar ideas surgidas desde universidades africanas. ¡°En ocasiones, por temor a que los fondos no se utilicen correctamente, lo que demuestra una p¨¦sima consideraci¨®n del continente en su conjunto¡±, estima. Admite, no obstante, que el t¨¢ndem investigaci¨®n/desarrollo sobre asuntos africanos est¨¢ virando, desde hace algunos a?os, hacia un mayor equilibrio Norte-Sur. Al menos en teor¨ªa.
Cuando se forma un consorcio entre un centro de Occidente y otro africano, la colaboraci¨®n ha de ser, en principio, la norma. Pero ¡°hay investigadores que siguen tratando a su socio local como un empleado. Y algunos africanos contin¨²an identificando al occidental con el jefe¡±, reconoce Adebayo. Cuenta tambi¨¦n casos de colegas nigerianos que vuelven a su pa¨ªs, ¡°tras empaparse de teor¨ªas sobre desarrollo con perspectiva occidental, con una actitud mesi¨¢nica, como si poseyeran la verdad revelada¡±. Identidades h¨ªbridas que despiertan tanto rechazo como admiraci¨®n. Y muestran la complejidad de un sector en el que lo cierto y lo inasible adquieren igual relevancia.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.