Esclava sexual de Kony: ¡°Reconozco mi sufrimiento, pero me niego a vivir en el duelo¡±
Cautiva durante ocho a?os por el grupo armado Lord Resistance Army (LRA), la ugandesa Victoria Nyanjura renaci¨® gracias a la educaci¨®n y al calor de su familia. Supo integrar su violenta experiencia sin hundirse en el trauma. Hoy amplifica su voz y la de miles de v¨ªctimas desde Global Survivor Network
Tan utilizado en pel¨ªculas, terapias y hasta realities, el t¨¦rmino superviviente se va desgastando por abuso. Su noble significado pierde fuelle. Pero al referirse a Victoria Nyanjura (Oyam, Uganda, 1982), la palabra retoma el vuelo del ave f¨¦nix. La ugandesa sobrevivi¨® a ocho a?os de secuestro por el Lord Resistance Army (LRA), un grupo armado cuasi mesi¨¢nico que aterroriz¨® el norte de su pa¨ªs desde su creaci¨®n en 1987 hasta bien entrado el siglo XXI.
Un nefasto c¨®ctel de delirio b¨ªblico, culto al horror y c¨¢lculo geopol¨ªtico se ceb¨® con los m¨¢s vulnerables. Se calcula que unos 30.000 menores fueron obligados a empu?ar las armas o a servir de esclavas sexuales. Hace a?os que el LRA permanece casi inactivo, pero su fundador, Joseph Kony, contin¨²a libre, se cree que en la selva de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo.
Nyanjura fue una de las 30 Aboke girls ¡ªpor el nombre del internado cat¨®lico donde dorm¨ªan¡ª que en 1996 cambiaron el colegio por un largo calvario. Ten¨ªan 14 a?os. Algunas no volvieron a casa. Ella logr¨® escapar en 2004 con los dos hijos que alumbr¨® durante su cautiverio. Se empe?¨® en retomar su vida all¨ª donde le obligaron a dejarla aquella noche de 1996. Y logr¨® forjar, con admirable tes¨®n, una carrera volcada en que la paz arraigue en su pa¨ªs.
Tras aprobar la Secundaria, Nyanjura curs¨® Estudios de Desarrollo en la Universidad de Kyambogo, en Kampala (Uganda) y un m¨¢ster en Asuntos Globales, gracias a una beca de la Universidad de Notre Dame (EEUU). Ha creado su propia ONG, Women in Action for Women, que apoya la rehabilitaci¨®n educativa y laboral de otras v¨ªctimas de violencia sexual. Actualmente trabaja como consultora desde Uganda para la International Justice Mission, con sede en Washington, y es una de las fundadoras de la Global Suvivor Network. En 2019 recibi¨® el premio Ginetta Sagan, creado por Amnist¨ªa Internacional para reconocer la lucha por la dignidad de la mujer.
Pregunta. Siempre menciona una conferencia sobre v¨ªctimas de la guerra a la que asisti¨® en 2013, siendo a¨²n estudiante universitaria, como el momento en que decidi¨® alzar su voz. ?Se sorprendi¨® a s¨ª misma aquel d¨ªa?
Respuesta. Me enter¨¦ de que el Gobierno ofrec¨ªa el mismo paquete de ayudas a los miembros del LRA y a las mujeres que hab¨ªan sido secuestradas. Recibir¨ªa el mismo dinero un combatiente que se acogiera a la amnist¨ªa, y una mujer que volviera a casa con dos o tres hijos concebidos durante su cautiverio. Era demasiado injusto. Me cost¨® mucho, sent¨ªa un miedo terrible, pero tuve que decir lo que pensaba.
P. Desde entonces, su activismo ha contribuido a lograr un trato m¨¢s justo para las ni?as y mujeres v¨ªctimas del conflicto. ?Ha ayudado tambi¨¦n a que se revisen patrones de g¨¦nero que ya exist¨ªan en Uganda antes de la guerra?
R. La propia guerra precipit¨® el cambio. Los conflictos suelen disparar formas de violencia consolidadas. Pero tambi¨¦n sacan a la luz otras tensiones subyacentes, y esto facilita la transformaci¨®n. A los hombres del norte de Uganda se les despoj¨® de su estatus en la familia, ya que durante la guerra estaban luchando o escondidos. Las mujeres tuvieron que salir a buscar el sustento para los suyos, arriesgando su vida. Y muchos hombres han asumido que sus mujeres son perfectamente capaces de hacer lo mismo que ellos. Quiz¨¢ hasta demasiado... [r¨ªe].
P. ?Se han malacostumbrado?
R. Algunos se han vuelto perezosos. Hasta el punto de que algunas organizaciones que trabajan sobre el terreno ya no tienen que insistir en que las mujeres pueden contribuir a la econom¨ªa familiar, sino m¨¢s bien en que los hombres deben hacerlo tambi¨¦n. A veces, si la mujer se niega a soportar todo el peso econ¨®mico del hogar, el hombre se va de casa para buscarse otra que acepte sus condiciones. Y la mujer se queda sola con los hijos, lo cual es otra forma de violencia.
P. Muchas de las que volvieron de su cautiverio, sobre todo si lo hicieron con hijos, sufrieron y a¨²n sufren el estigma. Usted tuvo m¨¢s suerte, ya que sus padres la recibieron con cari?o y aceptaci¨®n plena.
R. Mi caso fue excepcional. La mayor¨ªa fueron muy duramente juzgadas, marginadas por todo su entorno. As¨ª que pensaron que su ¨²nica opci¨®n era buscarse un hombre y asentarse con ¨¦l. Algunas lo lograron, y fue el peor error que pudieron cometer. El marido empez¨® a sentir la presi¨®n, las preguntas insistentes: ¡°?Por qu¨¦ te estableces con una mujer as¨ª? ?De entre todas las que hay no puedes encontrar nada mejor¡±. Y al final abandonaron el hogar, dejando a su mujer con nuevos hijos a los que mantener ella sola. El silencio de las armas no significa la paz.
Para Nyanjura, la justicia es una senda hacia un horizonte de paz estable. Un camino seguro que permite avanzar con firmeza a las y los supervivientes, un terreno que se va allanando poco a poco. Los tratados y acuerdos, sus firmas grandilocuentes y vagos compromisos, pueden empujar en la buena direcci¨®n. Aunque en ocasiones nublan, con su aire de tema zanjado, la necesidad de enfoques hol¨ªsticos, a largo plazo.
P. Habla con frecuencia de su necesidad de admitir lo que le ocurri¨® y de seguir adelante. Pero su compromiso le enfrenta una y otra vez con su pasado. ?Hay dos Victorias? ?La que se cuida a s¨ª misma y la que ayuda a otras supervivientes? ?No colisionan a veces?
R. Tengo claro que no puedes ayudar a nadie si antes no te has ayudado a ti misma. Lo primero que tuve que hacer fue reconocer lo que hab¨ªa ocurrido, mi sufrimiento, y que nunca podr¨ªa cambiarlo. Y desde ah¨ª, sabiendo que mi cautiverio siempre me acompa?ar¨ªa, empec¨¦ a vislumbrar qu¨¦ podr¨ªa hacer en adelante. Sin negar mi pasado pero sin vivir en ¨¦l, en el duelo, sino proyect¨¢ndome hacia el futuro.
P. Volver a la escuela fue de enorme ayuda.
R. Al principio no pod¨ªa concentrarme, los recuerdos se agolpaban. Aunque la propia exigencia acad¨¦mica me benefici¨®. Los ex¨¢menes, tener nuevos desaf¨ªos... Poco a poco descart¨¦ mi idea inicial, que era convertirme en ingeniera, y fue emergiendo una vocaci¨®n de servicio al pr¨®jimo. Se fue asentando el plan de dedicarme a ayudar a otras mujeres que hab¨ªa pasado por lo mismo que yo. Mis padres me dijeron que era una p¨¦sima idea, que el trauma volver¨ªa. Pero yo sent¨ªa que ten¨ªa que estar con ellas. No tardaron en entenderlo.
P. Supongo que no se trata de una secuencia perfecta: primero se cura una totalmente, y entonces puede ayudar a los dem¨¢s. Compartir experiencias parecidas puede resultar muy sanador.
R. Una nunca est¨¢ curada del todo. A¨²n tengo momentos en que me rompo por dentro, me derrumbo. Pero para implicarse en la ayuda a otras, una ha de haber adquirido una base, un punto de partida. Y, desde ah¨ª, apreciar las ventajas curativas de la escucha, del sentido de pertenencia, de la alegr¨ªa que supone ver sonre¨ªr a alguien que antes era incapaz de hacerlo. Compartir es tomar conciencia de que una sola no puede. Con vistas a reclamar justicia, supone entender que el poder de la fuerza colectiva es inmenso.
Una nunca est¨¢ curada del todo. A¨²n tengo momentos en que me rompo por dentro, me derrumbo. Pero para implicarse en la ayuda a otras, una ha de haber adquirido una base, un punto de partida
Desde aquella conferencia en que Nyanjura cruz¨® el umbral del miedo a hablar en p¨²blico, su voz fue adquiriendo aplomo. Y sus acciones, una determinaci¨®n irredenta. A mediados de la pasada d¨¦cada, coordin¨® la labor de m¨¢s de 500 mujeres con experiencias similares a la suya. Tarea en la que se retroalimentaron terapia y lucha. Su informe final lleg¨® hasta el Parlamento de Uganda, y result¨® clave para que este reconociera las necesidades espec¨ªficas de las mujeres v¨ªctimas y de sus hijos.
P. Cuando supervivientes de todo el mundo se conectan a trav¨¦s de redes como la Global Survivor Network, esa fuerza colectiva aumenta de forma exponencial.
R. Resulta fundamental darnos voz, admitir que somos los verdaderos expertos en lo que hemos atravesado. Juntos, es m¨¢s f¨¢cil reclamar lo que queremos, presionar para que se hable de asuntos pendientes, lograr que nos escuchen nuestras comunidades, los gobiernos, los organismos internacionales.
Resulta fundamental darnos voz, admitir que somos los verdaderos expertos en lo que hemos atravesado
P. Muchos miembros del LRA eran ni?os soldado que tambi¨¦n hab¨ªan sido secuestrados. Cometieron cr¨ªmenes horribles, pero no siempre es f¨¢cil juzgar su nivel de responsabilidad, su capacidad de elecci¨®n moral. ?Se plantea este tipo de dilemas?
R. Tambi¨¦n fueron v¨ªctimas. Hasta cierto punto obedec¨ªan ¨®rdenes. Pero algunos fueron m¨¢s all¨¢, haciendo cosas que pod¨ªan haber elegido no hacer. Son cuestiones muy delicadas y nadie tiene una respuesta definitiva. ?Qu¨¦ aten¨²a el crimen? ?Qu¨¦ lo exime? ?Cu¨¢l es el nivel de castigo adecuado? Hay que ir caso por caso y no perder de vista que un proceso de paz justo es condici¨®n necesaria para una paz duradera.
P. El conflicto de Uganda saca a la luz cuestiones espinosas sobre la condici¨®n humana. ?Hasta qu¨¦ punto somos libres para elegir? ?Ser¨ªamos todos capaces de cometer atrocidades bajo ciertas circunstancias? No s¨¦ si su fe cristiana influye en su respuesta a este tipo de preguntas.
R. Soy creyente, pero no me gustar¨ªa hablar como autoridad religiosa, como lo har¨ªa un obispo o una monja. Mi fe me hace creer en la justicia justa [redundancia que proviene de traducir al castellano fair justice]. Si perdonamos a todos, ?estamos siendo justos con los que perdieron su vida? Ellos tambi¨¦n merecen y reclaman justicia.
P. ?C¨®mo vivi¨® esa ni?a de 14 a?os, criada en la tradici¨®n cristiana, estudiante de una escuela cat¨®lica, el hecho de que el LRA justificara sus acciones en el nombre de Dios [su te¨®rico objetivo era implantar un r¨¦gimen basado en los 10 Mandamientos]?
R. A veces les preguntaba ¡°?Ten¨¦is que hacer sufrir a la gente para establecer los 10 Mandamientos? ?No hay otras v¨ªas m¨¢s... organizadas?¡± [r¨ªe]. Otras les ve¨ªa rezar, ayunar, y me preguntaba hasta qu¨¦ punto todo lo que estaba ocurriendo era designio de Dios. Todo era muy confuso. Tambi¨¦n se mezclaba la invocaci¨®n de esp¨ªritus... cosas que a d¨ªa de hoy a¨²n me cuesta entender, aunque no creo mucho en ello.
P. ?Ha tenido una sentencia justa Dominic Ongwen [uno de los l¨ªderes del LRA, que empez¨® como ni?o soldado y fue condenado en febrero a 25 a?os de c¨¢rcel por la Corte Penal Internacional (CPI)]?
R. Me alegr¨¦ de que no le condenaran a cadena perpetua, ya que fue reclutado muy joven, sometido a un lavado de cerebro. Y el tribunal tuvo en cuenta estos factores.
Casi todos los miembros del LRA se acogieron a una gran amnist¨ªa ofrecida por el Gobierno de Uganda. Qued¨® al margen la c¨²pula del grupo armado, con Kony a la cabeza. Los terribles sucesos ocurridos en el norte del pa¨ªs activaron, en julio de 2004, el primer caso de la entonces reci¨¦n creada CPI.
P. ?Es necesario llevar a Joseph Kony ante la justicia para cerrar definitivamente heridas?
R. Es lo mejor que podr¨ªa ocurrirle a Uganda. Con ¨¦l no se me plantean dilemas morales. Su responsabilidad es plena. Su ego¨ªsmo seg¨® muchas vidas y trastoc¨® el futuro de muchas personas.
P. ?Ha tenido a veces la impresi¨®n de estar cruzando la l¨ªnea entre la b¨²squeda de justicia y el af¨¢n de venganza?
R. Pienso que no. Me ocurrieron cosas de las que no s¨¦ realmente qui¨¦n es el ¨²ltimo responsable. Entre los que s¨ª identifico, algunos murieron durante el conflicto. No sabr¨ªa muy bien hacia qui¨¦n dirigir mi venganza. Mi motor es lograr que la gente sepa lo que ocurri¨®, que no olviden que existimos y se atiendan nuestras necesidades. Y que se tomen medidas para que no vuelva a ocurrir. Perseguir a los responsables es importante, pero lo es mucho m¨¢s la idea de justicia econ¨®mica. Conseguir que las madres y padres v¨ªctimas puedan alimentar a sus hijos. Que aquellos que m¨¢s sufrieron reciban educaci¨®n y puedan mirar al futuro con confianza.
P. Su determinaci¨®n para volver a la escuela con 22 a?os, para sobreponerse a las dificultades iniciales, ?tuvo algo de rebeli¨®n contra sus captores? ?Como si se negara a permitir que truncaran su vida tal y como la hab¨ªa imaginado antes del secuestro?
R. Nunca pens¨¦ en ello. Simplemente quise retomar mi vida en el punto en el que la hab¨ªa dejado. Me encantaba estudiar, solo tuve que seguir construyendo sobre algo que ya estaba ah¨ª. Mi sue?o de ir a la universidad nunca me abandon¨® durante mis ocho a?os de cautiverio. E insisto: el amor de mi familia, de mi hermana ¡ªque se ocup¨® de mis hijos mientras yo estudiaba¡ª contribuyeron enormemente a mi ¨¦xito. Con el tiempo llegaron los apoyos externos, las becas, la posibilidad de desarrollar mis habilidades de liderazgo. Le dir¨¦ algo m¨¢s: estudiar me permiti¨® entender que, si quer¨ªamos convivir pac¨ªficamente, ten¨ªamos que abrazar al otro. En los proyectos que he dirigido, nunca he negado ayuda a alguien por lo que hizo en el pasado.
P. Siendo tal ejemplo de fortaleza psicol¨®gica y autosuperaci¨®n, ?cae algunas veces en una especie de arrogancia de la resiliencia? Como si las quejas de la gente com¨²n, sus problemas cotidianos, le hicieran juzgarles con excesiva dureza.
R. Raramente juzgo a la gente. Cada uno atraviesa sus propias dificultades. Si las m¨ªas fueron grandes, eso no significa que las de otros no merezcan mi atenci¨®n. As¨ª que siempre procuro escuchar, animar a los otros a que hablen, a que expresen lo que les duele. E intento ayudarles desde mi experiencia. Ya sea en un foro de supervivientes o en el asiento de un autob¨²s. Si una juzga, cierra al otro la oportunidad de abrirse y profundizar en su proceso de sanaci¨®n.
P. ?Hay racismo en la atenci¨®n global a los secuestros masivos de ni?as en ?frica? ?Si las ni?as de Aboke o las raptadas por Boko Haram hubieran sido blancas, habr¨ªan merecido m¨¢s cobertura, m¨¢s acci¨®n?
R. Pregunta dif¨ªcil. Lo que tengo claro es que el enfoque que se le da suele buscar, ante todo, capturar la atenci¨®n del p¨²blico, sin m¨¢s contexto o comprensi¨®n de lo que sucede. O sobre lo que ocurre con las ni?as cuando vuelven a casa. Y esto impide extraer lecciones, aprender para abordar el problema en el largo plazo, dejar de verlo como un simple suceso.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.