Los llaman los ¡®kony¡¯
Los hijos de las mujeres violadas por rebeldes en Congo, Uganda o Sud¨¢n del Sur tambi¨¦n sufren el rechazo de su comunidad
¡°Tengo dos hijos, uno de 17 y otra de 15. A¨²n no saben qui¨¦nes son sus padres. Los miro y pienso que por qu¨¦ voy a compartir con ellos todo mi sufrimiento. Trato de protegerlos, es normal, ?no? Soy su madre. Pero tambi¨¦n s¨¦ que alg¨²n d¨ªa tendr¨¦ que contarles¡±. La ugandesa Victoria Nyanjura fue secuestrada con 14 a?os, usada como esclava sexual y obligada a contraer matrimonio con uno de sus captores. Las decenas de miles de violaciones como arma de guerra en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Uganda o Sud¨¢n del Sur dejan tras de s¨ª un reguero de dolor y sufrimiento que llega hasta los hijos nacidos de ellas, muchos rechazados por sus comunidades que los bautizan de manera despectiva con el nombre de los rebeldes, los "Kony¡± por el l¨ªder terrorista Joseph Kony, los ¡°FDLR¡± o los ¡°Mui Mui¡±.
Nyanjura habla alto. Ya no se esconde ni agacha la cabeza. ¡°Era una ni?a feliz, quer¨ªa tener un futuro como cualquier otra ni?a¡±, asegura. Pero en 1996 varios hombres entraron a su dormitorio y se la llevaron. Ocho a?os estuvo dando tumbos, de campamento en campamento, por las tierras de Sud¨¢n del Sur. Ocho a?os de violaciones, esclavitud, l¨¢grimas y pesadilla. ¡°Rezaba todos los d¨ªas, pensaba que Dios me iba a rescatar. Hasta que dej¨¦ de hacerlo¡±, explica. Cuando naci¨® su primer hijo en una tienda sin ninguna ayuda m¨¦dica y le vio la cara y escuch¨® su respiraci¨®n se reconcili¨® con ese mismo Dios. ¡°A mi segunda hija le puse Hope (esperanza). Hab¨ªa vuelto a rezar¡±, a?ade.
Sin embargo, su liberaci¨®n y vuelta a casa no fue exactamente lo que hab¨ªa so?ado. ¡°Vi el rechazo en los ojos de los m¨ªos, llegu¨¦ a pensar que hubiera sido mejor morir all¨ª. Me cost¨® reconocer lo que hab¨ªa pasado, pasaba las horas encerrada en casa, no quer¨ªa ver a nadie. Entonces decid¨ª volver a la escuela que hab¨ªa tenido que dejar. Esto me salv¨®, me mantuvo ocupada, me permiti¨® hacer nuevos amigos a quienes ocultaba mi historia como un secreto¡±, explica. Hasta que decidi¨® hablar, liberar todo el dolor. Hoy, Nyanjura coordina 15 grupos de di¨¢logo de mujeres violadas y recorre el mundo contando lo que tanto tiempo neg¨®. ¡°Es muy dif¨ªcil empezar a hacerlo, pero es necesario, es la ¨²nica medicina¡±.
Los ni?os no lo saben. Durante todos estos a?os ha intentado mantenerlos separados de todo aquello, ajenos a la historia, a su propia historia. Pero no ser¨¢ por mucho tiempo. ¡°He visto c¨®mo los hijos nacidos de violaciones son estigmatizados, rechazados. No quer¨ªa eso para los m¨ªos, no quer¨ªa que pasaran por mi sufrimiento¡±, asegura. Muchos de ellos reciben apodos sangrantes, la comunidad los bautiza con el nombre de conocidos grupos rebeldes o de l¨ªderes guerrilleros, ¡°los Kony¡±, ¡°los FDLR¡±, las siglas del Frente Democr¨¢tico de Liberaci¨®n de Ruanda, o ¡°los Mui Mui¡±.
La congolesa Justine Mashika conoce muy bien esta historia. Un d¨ªa estaba en su Goma natal, al noreste del pa¨ªs, y se enter¨® del caso de una mujer de 80 a?os hab¨ªa sido violada por siete hombres. ¡°La llevamos al hospital y no quisieron atenderla porque no ten¨ªa dinero. Muri¨® pocas horas despu¨¦s¡±, recuerda. Desde entonces, Mashika trabaja por los derechos de las mujeres v¨ªctimas de violencia sexual y por los de sus hijos. ¡°Tambi¨¦n de algunos hombres y ni?os, pero de estos abusos se habla mucho menos porque son a¨²n m¨¢s tab¨²¡±, a?ade. En la actualidad lidera una plataforma de 35 organizaciones ciudadanas con base en Goma.
El trabajo de Justine Mashika y su grupo de colaboradoras es hacer entender a la madre que su hijo es inocente y tambi¨¦n es una v¨ªctima
Las cifras que pone sobre la mesa dan v¨¦rtigo. En los ¨²ltimos 15 a?os s¨®lo en la regi¨®n del Kivu del Norte han sido violadas m¨¢s de 17.000 mujeres. ¡°Es de una dimensi¨®n m¨¢s all¨¢ de toda comprensi¨®n, es el cuerpo de la mujer como campo de batalla. Y se convierten en v¨ªctimas una y otra vez, con cada mirada, con cada rechazo, con cada comentario en voz baja cuando se cruza con alguien por la calle¡±. Y luego est¨¢n los ni?os. ¡°Muchos son rechazados por sus propias madres, hemos tenido hasta 800 en todo este tiempo¡±, explica.
El trabajo de Justine Mashika y su nutrido grupo de colaboradoras es hacer entender a la madre que su hijo es inocente y tambi¨¦n es una v¨ªctima. ¡°Tratamos de sostenerla para que sea aut¨®noma y pueda alimentarlo, porque de ah¨ª vienen tambi¨¦n muchos problemas. Pagamos los gastos de escolarizaci¨®n, las ayudamos a criar. Si no es posible, buscamos familias de acogida o una persona del entorno que est¨¦ dispuesta a quedarse con el peque?o¡±, comenta. Victoria Nyanjura, que se ha convertido en una flamante licenciada en Sociolog¨ªa del Desarrollo, est¨¢ de acuerdo: ¡°Lo que necesitan estas madres es apoyo¡±.
Mashika y Nyanjura enmudecieron al p¨²blico con su testimonio en el congreso Mujeres en Marcha celebrado hace un mes en la Universidad de Deusto en Bilbao y organizado por la ONG Alboan. Durante este acto se present¨® el diagn¨®stico del programa Mieza para el empoderamiento de mujeres y ni?as africanas sobrevivientes de violencia sexual en contextos de migraci¨®n, refugio y desplazamiento interno que pon¨ªa el foco en cinco regiones africanas. El trabajo, en el que se entrevist¨® a 317 personas, de las que 152 eran mujeres y ni?as, supuso un ¡°enorme ejercicio de escucha¡± y es la piedra angular sobre la que Alboan pretende dise?ar intervenciones en el futuro, seg¨²n explic¨® la investigadora Sabina Barone.
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