La ola roja
La menstruaci¨®n tiene un impacto econ¨®mico y social en la vida de las mujeres, pero tambi¨¦n ecol¨®gico por el uso mundial de productos desechables. Feminismo y ambientalismo deben unirse para resolver ambos problemas
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Como la mayor¨ªa de los bienes manufacturados, los productos de uso menstrual (compresas desechables y de tela, tampones, copas y discos, ropa interior absorbente, esponjas marinas...) tienen un coste. Esto obliga a las mujeres a incurrir en un gasto que no existe para quienes no menstr¨²an. Se habla, entonces, de pobreza menstrual y de discriminaci¨®n econ¨®mica.
Las estad¨ªsticas p¨²blicas han invisibilizado hist¨®ricamente este gasto necesario y las pol¨ªticas de Estado tuvieron poca o nula injerencia en el asunto; tampoco las instituciones m¨¦dicas investigaron los posibles efectos en la salud del uso de productos descartables. Las consecuencias que tienen sobre el planeta, como la deforestaci¨®n para la fabricaci¨®n de estos productos as¨ª como los miles de toneladas de residuos de toallas y tampones descartables, tambi¨¦n se desconocen.
La menstruaci¨®n ha tenido hist¨®ricamente un papel recluido al mundo de lo privado y lo individual, al interior de nuestros ba?os. La mirada feminista la socializa y busca convertirla en una experiencia colectiva, ya que, como hemos aprendido de las feministas de los a?os 70: lo personal es pol¨ªtico. La menstruaci¨®n es pol¨ªtica tambi¨¦n y, como tal, debe ser analizada en clave social y econ¨®mica adem¨¢s de sanitaria y biol¨®gica.
Desde la campa?a #MenstruAcci¨®n buscamos evidenciar desde hace a?os que los impactos de la regla, adem¨¢s de sanitarios y ambientales, son econ¨®micos.
?Desigualdad o pobreza menstrual?
Si bien varios organismos internacionales y organizaciones feministas eligen hablar de ¡°pobreza menstrual¡±, es importante traer a la discusi¨®n el concepto de desigualdad. Esto se debe a que la pobreza en econom¨ªa es entendida como una carencia y no podemos evitar preguntarnos de qu¨¦ carencia estamos hablando en lo que se refiere al periodo. Incluso a la hora de generar datos, ?c¨®mo medimos esa privaci¨®n?
Cuando hablamos de justicia menstrual, ?estamos exigiendo solamente la provisi¨®n material de productos o tambi¨¦n podemos abordar la cuesti¨®n desde una mirada m¨¢s amplia, que incluya la pobreza de informaci¨®n, de tiempo, de infraestructura y servicios b¨¢sicos, entre otros?
La falta de condiciones materiales y simb¨®licas para gestionar la menstruaci¨®n de manera sana y su injusta distribuci¨®n no son excepciones, sino m¨¢s bien la regla: quienes se encuentran en la base de la pir¨¢mide en lo que al per¨ªodo se refiere, se encuentran en la base de todas las pir¨¢mides socioecon¨®micas. Es problem¨¢tico no entender que detr¨¢s de la dificultad de mujeres, ni?as y dem¨¢s identidades menstruantes para gestionar su sangrado se encuentra un complejo entramado de opresiones sist¨¦micas.
Menstruaci¨®n verde
La menstruaci¨®n pone tambi¨¦n sobre la mesa la discusi¨®n ambiental que la econom¨ªa tan largamente ha postergado, empezando por la producci¨®n de productos desechables, que genera enormes cantidades de basura. Solo en Argentina, se tiran anualmente 3.380 millones de unidades entre toallas y tampones descartables. Esto se traduce en 132.000 toneladas de residuos no reciclables ni biodegradables cada a?o que tardan entre 500 y 800 a?os en degradarse. Urge una lectura ecologista y feminista desde la sostenibilidad de la vida para pensar alternativas al escenario actual.
La econom¨ªa feminista no solo se pregunta por la falta de contabilizaci¨®n del trabajo dom¨¦stico no remunerado en el PIB, o por las brechas de ingresos en el mercado laboral, sino tambi¨¦n por el futuro de este sistema capitalista extractivista y por los pueblos a los que afecta. ?Crecer por qu¨¦? ?Para qu¨¦? ?La definici¨®n de econom¨ªa que habla de recursos escasos no tuvo en cuenta los recursos naturales?
Cuidar y ser cuidado es un derecho humano que la econom¨ªa tradicional ha fallado en reconocer. Hay preguntas b¨¢sicas que, seg¨²n sostienen varias autoras, debemos plantear para repensar la econom¨ªa desde una doble l¨®gica: la de la vida humana y la de la naturaleza, ambas invisibilizadas y dadas por sentado.
Adem¨¢s, las mujeres son un grupo especialmente vulnerable al cambio clim¨¢tico. La sociedad en la que vivimos tiene problemas de discriminaci¨®n estructural, por lo que cualquier crisis afectar¨¢ de forma desproporcionada a personas que ya est¨¢n discriminadas. La feminizaci¨®n de la pobreza y la mayor vulnerabilidad de este grupo frente a la crisis clim¨¢tica surge de que son las feminidades las que se echan a la espalda las tareas dom¨¦sticas y de cuidado, que adem¨¢s de no ser remuneradas, est¨¢n mucho m¨¢s expuestas a las consecuencias de la debacle ambiental: fen¨®menos como sequ¨ªas, inundaciones y falta de alimentos afectan con m¨¢s fuerza a quienes se hacen responsables de solventar las necesidades familiares o comunitarias.
Las mujeres son m¨¢s vulnerables a desastres naturales. ¡°A menudo, son las ¨²ltimas en comer o en ser rescatadas; se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven comprometidos; y asumen una mayor carga de trabajo dom¨¦stico y de cuidado cuando deja de haber recursos¡±, describe la ONU.
La apuesta por productos de gesti¨®n menstrual reutilizables, siempre y cuando existan las condiciones materiales para utilizarlos, es un aporte enorme al cuestionamiento de nuestros h¨¢bitos de consumo. En algunos casos, incluso donde no existe recolecci¨®n de residuos, las copas menstruales o toallas de tela representan una opci¨®n viable para evitar la contaminaci¨®n. Sin embargo, la falta de agua potable o de una infraestructura acorde pueden significar un obst¨¢culo a la hora de pensar un horizonte m¨¢s sostenible en territorios donde los derechos humanos m¨¢s b¨¢sicos son vulnerados.
El futuro es feminista y ambientalista
En los ¨²ltimos a?os hemos visto c¨®mo varios Estados del mundo han escuchado los reclamos de las activistas, implementando en sus territorios la provisi¨®n gratuita de estos productos y en algunos casos tambi¨¦n se legislaron exenciones impositivas para los mismos. Los pr¨®ximos desaf¨ªos se relacionan con la dispersi¨®n de este tipo de pol¨ªticas por todo el globo, pero tambi¨¦n tienen mucho trabajo por delante quienes ya gozan de pol¨ªticas p¨²blicas al respecto. Considerar los distintos contextos en relaci¨®n con la vivienda y el acceso a servicios b¨¢sicos, impulsar un horizonte de productos de gesti¨®n menstrual 100% sustentables e incluir la perspectiva integral y feminista de la menstruaci¨®n en la educaci¨®n sexual integral son algunos de los retos que se presentan a futuro. Esperemos que la ola roja sea un ejemplo de lucha feminista y ambientalista por un mundo donde quepan todos los mundos.
Luc¨ªa Espi?era es economista e integrante de?Econom¨ªa Feminista. Nicole Becker es activista por la Acci¨®n Clim¨¢tica de Fridays for Future Argentina y Campeona de la Juventud de Sanitation and Water for All.
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