La se?ora Zuny, guardiana de semillas y ¡®tesoro humano vivo¡¯ de Chile y del planeta
Esta cocinera mapuche de la regi¨®n de La Araucan¨ªa y otras campesinas se han unido a ingenieros agr¨®nomos para combatir la mayor amenaza para la biodiversidad y la alimentaci¨®n del futuro: el desconocimiento. Un 80% de los granos tradicionales de la agricultura est¨¢n en riesgo
La huerta de Zunilda Lep¨ªn es un puro desorden, lo que, seg¨²n ella, es ¡°tal como debe ser¡±. A finales de otro invierno austral seco, a pie de cerro todo se hiela, pero en la primavera reci¨¦n estrenada las variedades de frijol crecen junto a las de quinua, zapallo, cilantro, vinagrillo, frutilla, cerezos, n¨ªsperos¡ Hortalizas, ¨¢rboles frutales, plantas medicinales y flores se mezclan como una prolongaci¨®n del bosque nativo, un sistema interdependiente y complementario en el que ella hace hueco a las semillas tradicionales que va descubriendo con el fin de rescatarlas y conservarlas. ¡°Cuando voy por ah¨ª y veo algo que no conozco pido una semilla o una ramita y yo doy de lo que tengo¡±, explica llanamente. Es guardiana de semillas y, desde 2015, Tesoro Humano Vivo de Chile por su profundo saber y dedicaci¨®n a una labor clave para la pervivencia de la agricultura tradicional campesina, reconocida garante de la biodiversidad alimentaria.
Lep¨ªn, o la se?ora Zuny, como la conocen en toda la regi¨®n, naci¨® hace 72 a?os en la regi¨®n de La Araucan¨ªa, coraz¨®n del territorio mapuche al que los ind¨ªgenas llaman Wallmapu. Hu¨¦rfana de madre a una temprana edad y con un padre mapuche sujeto a las labores del campo, la necesidad la oblig¨® a emigrar a la ciudad. En Temuco, la capital de la regi¨®n, empez¨® a sembrar mote, papas y otros productos campesinos con los que alimentar a sus cuatro hijos. Un peque?o huerto urbano ¨Daunque todav¨ªa no se utilizaba este concepto¨D, que le sirvi¨® para aliviar la pobreza pero tambi¨¦n para recuperar el amor por las plantas y el conocimiento transmitido por su abuela materna durante la infancia. Intercambiaba semillas con sus vecinas y despu¨¦s con las campesinas mapuches de las comunidades aleda?as forjando unos v¨ªnculos que se mantienen en la actualidad.
Desde su restaurante, la se?ora Zuny introduce los sabores de la huerta org¨¢nica e invita a reflexionar sobre los h¨¢bitos alimentarios modernos. Las ?a?as ¨Dhuerteras rurales mapuches¨D junto con algunas vendedoras del mercado de Temuco abastecen de g¨¦nero a su restaurante de comida campesina, Zuny Tradiciones, con el que introduce los sabores de la huerta org¨¢nica e invita a reflexionar sobre los h¨¢bitos alimentarios modernos. Como sus nutritivos y coloridos postres de quinua, un ingrediente b¨¢sico de la cocina mapuche en la ¨¦poca precolombina que fue eliminado de los campos y del saber popular. Sus variedades y usos se est¨¢n reintroduciendo en el autoconsumo de las comunidades ind¨ªgenas al tiempo que el auge en occidente impone una producci¨®n monovarietal. La historia de reemplazo de tantas semillas ancestrales.
Hace unos d¨ªas un campesino le dio una alcayota. Ella le sac¨® las semillas, sembr¨® algunas y reparti¨® el resto. ¡°Para que no se pierdan¡±, dice. Sabe que cuando desaparece una variedad no solo se pierde diversidad gen¨¦tica sino el conocimiento asociado a ella: la forma de cultivarla, de cocinarla, de utilizar su poder curativo, de entender su importancia espiritual, de guardarla.
El grano tradicional, domesticado y traspasado de generaci¨®n en generaci¨®n mediante pr¨¢cticas de cultivo ancestrales, va adquiriendo una herencia hist¨®rica vinculada al territorio y a la familia que la hace parte esencial de la identidad de un pueblo. Uno de los cat¨¢logos de semillas m¨¢s exhaustivos del pa¨ªs, elaborado por la Fundaci¨®n Biodiversidad Alimentaria y disponible en internet, enumera como tradicionales las variedades end¨¦micas, nativas, criollas y heirloom (que no han sido modificadas gen¨¦ticamente), siempre y cuando sean anteriores a 1945, a?o en el que empezaron a aparecer las variedades comerciales. No son tradicionales, aunque son creadas a partir de ellas, ni las semillas h¨ªbridas ni las transg¨¦nicas, siendo ambas las m¨¢s comercializadas. A escala mundial, cuatro grandes corporaciones: Bayer, Corteva, ChemChina y BASF controlan el 60% del comercio de granos, seg¨²n el estudio del profesor Philip Howard de la Universidad del estado de Michigan (EE UU).
Hasta la fecha han recuperado 350 variedades de semillas y junto a la labor t¨¦cnica puramente agron¨®mica, hay tambi¨¦n una parte social que consiste en ¡°rescatar historias de vida vinculadas a la agricultura¡±
La reciprocidad caracter¨ªstica de las comunidades campesinas e ind¨ªgenas foment¨®, hasta la llegada de los conquistadores espa?oles, una rica diversidad de cultivos ampliamente documentada en los escritos de los cronistas de la ¨¦poca, los vol¨²menes de bot¨¢nica de Claudio Gay (1835), y las investigaciones sobre agricultura precolombina de Ricardo Latcham (1936).
La colonizaci¨®n introdujo nuevos cultivos y prohibi¨® muchos aut¨®ctonos. Sin embargo, el punto de inflexi¨®n lo marca la Revoluci¨®n Verde, que llega a Chile en los a?os ochenta. ¡°El sistema agr¨ªcola de monocultivo fue lo que arras¨® con la biodiversidad¡±, explica Esteban ?rdenes Abarca, ingeniero agr¨®nomo y cofundador de la Fundaci¨®n Biodiversidad Alimentaria junto a Claudia Mellado ?ancupil y Thamar Sep¨²lveda Cuevas. ¡°En ese nuevo modelo, que se present¨® como la soluci¨®n a la necesidad de alimentar a una poblaci¨®n mundial creciente, la semilla h¨ªbrida depende de los productos agroqu¨ªmicos: fertilizantes, pesticidas, fungicidas, hormonas... Y viene asociada a un marketing ac¨¦rrimo. Y ahora todos hablan de su impacto en la la erosi¨®n gen¨¦tica, desertificaci¨®n de los suelos, la contaminaci¨®n del agua, los metales pesados. Y yo no s¨¦ qu¨¦ pas¨® que hay m¨¢s de 800 millones de personas en la actualidad que padecen hambre¡±. Con respecto a los h¨ªbridos, a?ade: ¡°Cuestan 20 veces m¨¢s que una semilla tradicional, un precio absolutamente inalcanzable para un agricultor yo dir¨ªa que incluso medio¡±. Un desembolso que el productor est¨¢ obligado a hacer anualmente.
La FAO (Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura) estima que en los ¨²ltimos cien a?os se ha perdido el 75% de la biodiversidad global de cultivos mientras que cada a?o desperdiciamos un tercio de la comida mundial. ¡°Si quisi¨¦ramos producir alimentos -asegura ?rdenes-, nos dedicar¨ªamos a la semilla tradicional porque no tiene costo, ni est¨¢ asociada al uso de agroqu¨ªmicos y son m¨¢s resistentes, especialmente en un contexto de cambio clim¨¢tico¡±.
Tras diez a?os de investigaci¨®n, el ingeniero agr¨®nomo confiesa no saber si ¨¦l cuida a las semillas o ellas le cuidan a ¨¦l. ?rdenes advierte que el 80% de las semillas tradicionales est¨¢n en peligro de desaparecer y considera que la principal amenaza para el grano antiguo es ¡°el desconocimiento y la desvalorizaci¨®n. La p¨¦rdida parte en el momento en el que el agricultor duda de lo que tiene y decide tomar lo otro sin siquiera conocerlo¡±. Cuando se deja convencer de que la nueva semilla es mejor que la suya se produce el reemplazo. Por eso, ?rdenes y sus compa?eras iniciaron en 2011, coincidiendo con el rechazo social a la ratificaci¨®n del Convenio UPOV 91 que extend¨ªa los derechos de privatizaci¨®n de las semillas, un trabajo de catalogaci¨®n en colaboraci¨®n con la comunidad ind¨ªgena diaguita en la regi¨®n de Atacama para demostrar el uso colectivo de variedades tradicionales y evitar as¨ª que pudieran ser patentadas como de reciente descubrimiento.
Una vez terminado, emprendieron la misma tarea en la Araucan¨ªa persuadidos por la se?ora Zuny y hasta la fecha han recuperado 350 variedades. Junto a la labor t¨¦cnica puramente agron¨®mica, hay tambi¨¦n una parte social que lleva a cabo Claudia Mellado ?ancupil. Su trabajo consiste, como la huertera y guardadora de semillas mapuche dice, en ¡°rescatar historias de vida vinculadas a la agricultura¡±. Cuenta que cada vez que una campesina reconoce una semilla ancestral que ella le muestra se prende una mecha que alumbra recuerdos y desencadena conversaciones con leyendas y saberes revueltos como las plantas en su huerta.
El 80% de las semillas tradicionales est¨¢n en peligro de desaparecer y su principal amenaza es ¡°el desconocimiento y la desvalorizaci¨®n¡±
Adem¨¢s de las visitas a las campesinas, hasta el inicio de la pandemia, organizaron en el restaurante de la se?ora Zuny varios encuentros para el intercambio de conocimiento y cultivos, llamados txankint¨¹ en mapudungun. Atra¨ªdos por la larga trayectoria y generosidad de Zuny, a estos eventos acud¨ªan m¨¢s de cien personas por invitaci¨®n, no solo por seguir la costumbre de la pr¨¢ctica ancestral sino para protegerla, ya que en un af¨¢n de promoci¨®n cultural estos eventos se est¨¢n convirtiendo en actos folkl¨®ricos donde se han dado casos de reemplazo de semillas, generando desconfianza entre los campesinos.
La necesidad de proteger el patrimonio tradicional ha pasado de ser una lucha exclusiva del medio rural a hacerse eco en las ciudades. Las revueltas sociales de 2019 y la paralizaci¨®n del tratado comercial transpac¨ªfico conocido como TPP-11 dieron buena muestra de ello. Para la representante de la Asociaci¨®n Nacional de Mujeres Rurales e Ind¨ªgenas (ANAMURI), Camila Montesinos, ¡°hay que tener un di¨¢logo permanente para mostrar que la defensa de la agricultura campesina, que permite mantener la semilla, es un problema de la sociedad. La modernizaci¨®n de hoy d¨ªa est¨¢ ligada al agronegocio, y ¨¦ste es la muerte de la agricultura campesina y la ruina de la alimentaci¨®n de la humanidad¡±. Por ello, una de sus principales demandas para la primera constituci¨®n desde la dictadura de Pinochet que ha empezado a redactarse en Santiago es que la soberan¨ªa alimentaria, base de la agricultura tradicional, sea el cimiento de la agricultura chilena.
La pandemia ha sido un factor decisivo en la toma de conciencia ciudadana acerca de la seguridad alimentaria. ?rdenes ha notado un cambio significativo en dos frentes: el inter¨¦s por las semillas y los movimientos de cultura urbana. ¡°La gente se ha dado cuenta de que depender es peligroso. Se sabe que si sube el d¨®lar, el pan va a ser m¨¢s caro porque el trigo con el que se hace tu pan no se produce en tu pa¨ªs¡±. Para ¨¦l, sembrar es sin¨®nimo de autonom¨ªa econ¨®mica y de salud. ?Y si la huerta no es una opci¨®n? ¡°Se puede fomentar la econom¨ªa local, el comercio m¨¢s directo que supone unos precios m¨¢s justos para el agricultor y mucha m¨¢s variedad y calidad de productos para el consumidor¡±, apunta. ¡°Esta pandemia no va a ser la ¨²nica. Los cambios que podamos generar con respecto a nuestra alimentaci¨®n y calidad de vida son m¨¢s a largo plazo¡±, concluye.
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