Combinar dieta mediterr¨¢nea y agroecolog¨ªa en Espa?a para una alimentaci¨®n saludable y sostenible
Compaginar nutrici¨®n equilibrada y producci¨®n de alimentos viable generar¨ªa riqueza en el mundo rural, reducir¨ªa la dependencia externa y de recursos no renovables, liberar¨ªa territorio en terceros pa¨ªses, proporcionar¨ªa beneficios para nuestra salud y reducir¨ªa los impactos medioambientales
La dieta mediterr¨¢nea es ampliamente reconocida por sus cualidades saludables, pero tambi¨¦n existe una creciente evidencia sobre sus beneficios ambientales (Tilman y Clark 2014). Por ello, el alejamiento de ella experimentado en pa¨ªses como Espa?a (da Silva y col. 2009) es doblemente preocupante: comemos peor que hace 60 o 100 a?os, y lo hacemos a costa de degradar los ecosistemas de los que dependemos para seguir produciendo alimentos.
La industrializaci¨®n de la agricultura espa?ola contribuy¨® a alejar el fantasma del hambre en los a?os 60, recuperando muy brevemente, tras los duros a?os de la posguerra y la autarqu¨ªa franquista, nuestro tradicional patr¨®n diet¨¦tico saludable y sostenible, hasta que en pocos lustros pasamos de la escasez al exceso: exceso de disponibilidad de alimentos, que lleva a desperdiciar una tercera parte de la comida; exceso de consumo de comida en general y de az¨²car, productos refinados y prote¨ªna animal en particular, que se asocian a m¨²ltiples enfermedades; exceso en el uso de insumos como fertilizantes y pesticidas, que degradan nuestro medio ambiente; y exceso de importaciones, que generan impactos en terceros pa¨ªses, como deforestaci¨®n y desplazamiento de comunidades ind¨ªgenas.
Comemos peor que hace 60 o 100 a?os, y lo hacemos a costa de degradar los ecosistemas de los que dependemos para seguir produciendo alimentos
Nuestro sistema agroalimentario tiene una fuerte tendencia a la subutilizaci¨®n de los recursos propios y a un modelo lineal que no valoriza los residuos como recursos: gran parte de los pastizales est¨¢n subutilizados; debido a la concentraci¨®n ganadera, el esti¨¦rcol a menudo se aplica en exceso conllevando grandes p¨¦rdidas de nutrientes; los barbechos se mantienen desnudos sin aprovechar su potencial para fijar nitr¨®geno mediante leguminosas; los nutrientes que contienen nuestros alimentos no llegan de nuevo al suelo, sino que acaban en vertederos, incineradoras, depuradoras, o en el medio ambiente.
Explorar otras alternativas como la agroecolog¨ªa
Tenemos, por tanto, un sistema agroalimentario altamente disfuncional, cuyos problemas no parece que puedan solucionarse con una profundizaci¨®n de la industrializaci¨®n y apertura comercial, que son las tendencias que lo han llevado hasta aqu¨ª. En consecuencia, han de explorarse otras alternativas, como las que ofrece la agroecolog¨ªa. Sin embargo, debido a su menor productividad (Barbieri y col. 2019), se suele argumentar que la generalizaci¨®n de este tipo de manejo implicar¨ªa o bien usar m¨¢s superficie para mantener la producci¨®n, generando deforestaci¨®n, o bien mantener la superficie a costa de una menor producci¨®n, generando problemas de abastecimiento de alimentos. Estas cr¨ªticas, no obstante, ignoran el potencial de la combinaci¨®n de las pr¨¢cticas agroecol¨®gicas con cambios a nivel de consumo, como la reducci¨®n del desperdicio y del consumo de productos de origen animal.
Nuestro sistema agroalimentario tiene una fuerte tendencia a la subutilizaci¨®n de los recursos propios y a un modelo lineal que no valoriza los residuos como recursos
Los cambios en el consumo en pa¨ªses desarrollados hacia dietas menos c¨¢rnicas y un menor desperdicio tienen un alto potencial de ahorro de territorio e impactos ambientales, proporcionando un ¡°doble dividendo¡± en t¨¦rminos de mitigaci¨®n del cambio clim¨¢tico: la reducci¨®n de las emisiones asociadas a la producci¨®n, y el secuestro de carbono en el territorio que ya no ser¨ªa necesario para la producci¨®n agraria y que potencialmente se podr¨ªa reforestar (Sun y col. 2022).
Por otro lado, se ha mostrado que para una transici¨®n agroecol¨®gica a gran escala no basta con la realizaci¨®n de pr¨¢cticas ecol¨®gicas ¡°en finca¡±, sino que es necesaria una mayor circularidad a nivel del sistema agroalimentario completo para suministrar los nutrientes que garanticen una producci¨®n suficiente sin usar fertilizantes y pesticidas de s¨ªntesis (Billen y col. 2021).
Un sistema agroalimentario ajustado a las capacidades del territorio
En un trabajo recientemente publicado (Aguilera y Rivera-Ferre 2022), nos preguntamos si ser¨ªa posible alimentar a la poblaci¨®n espa?ola con una combinaci¨®n de pr¨¢cticas agroecol¨®gicas, recircularizaci¨®n de los ciclos de nutrientes, reducci¨®n del desperdicio de alimentos y cambios en la dieta. En particular, el cambio en la dieta consisti¨® principalmente en reducir la producci¨®n y el consumo de productos de origen animal hasta la capacidad del territorio, eliminando la importaci¨®n de piensos y de productos animales como carne, leche, huevos o pescado. Adem¨¢s, se multiplic¨® por tres el consumo de legumbres y por dos el de verduras, y se redujo a la mitad el de az¨²car. Como resultado, se obtuvieron patrones de consumo que encajan dentro de la dieta mediterr¨¢nea, al contrario de lo que ocurre en la actualidad, y casi eliminando la importaci¨®n de productos agrarios y sus impactos asociados.
Estos cambios a nivel de consumo se combinaron con distintos cambios en la producci¨®n. En particular, comento aqu¨ª el escenario ¡°agroecol¨®gico¡±, que combina la generalizaci¨®n de las pr¨¢cticas ecol¨®gicas (como cubiertas vegetales, reincorporaci¨®n de restos de poda, y por supuesto ausencia de fertilizantes y pesticidas de s¨ªntesis) con energ¨ªas renovables, expansi¨®n de la ganader¨ªa extensiva para aprovechar los pastos y residuos de cosecha, y reciclaje de residuos urbanos y agroindustriales.
La combinaci¨®n de estas pr¨¢cticas a nivel de finca y de territorio con cambios de consumo result¨® en las mayores reducciones en el uso de energ¨ªa no renovable (m¨¢s de un 80% de reducci¨®n), los mayores aumentos en la materia org¨¢nica del suelo (que aproximadamente se duplicar¨ªa, contribuyendo a la mitigaci¨®n y adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico). Adem¨¢s de reducciones dr¨¢sticas de impactos ambientales como las emisiones de amon¨ªaco, el lixiviado de nitratos, el empleo del territorio y la huella de carbono. En particular, la reducci¨®n de la huella de carbono fue de m¨¢s del 100%. As¨ª, si antes habl¨¢bamos de un ¡°doble dividendo¡± clim¨¢tico, en este escenario podemos hablar de un ¡°cu¨¢druple dividendo¡±, ya que adem¨¢s de la reducci¨®n de emisiones y aumento de secuestro de carbono en terceros pa¨ªses, tendr¨ªamos una reducci¨®n de emisiones y aumento del secuestro de carbono en nuestra propia agricultura debidas a las pr¨¢cticas agroecol¨®gicas antes mencionadas.
En suma, la combinaci¨®n en Espa?a de la dieta mediterr¨¢nea con la agroecolog¨ªa resultar¨ªa en un sistema agroalimentario mucho m¨¢s ajustado a las capacidades del territorio, generando riqueza en el mundo rural, a la vez que reduce la dependencia externa y de recursos no renovables, liberando territorio en terceros pa¨ªses para la producci¨®n de alimentos o la regeneraci¨®n de ecosistemas. Adem¨¢s de proporcionando importantes beneficios para nuestra salud a trav¨¦s de una dieta m¨¢s nutritiva y una menor exposici¨®n a productos t¨®xicos, y haciendo frente a los grandes retos ambientales de nuestro tiempo mediante una reducci¨®n dr¨¢stica de los impactos de la producci¨®n de alimentos.
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