Los fantasmas de Zapatero y Rajoy
Aparecieron ambos muy rodeados de los suyos en el atril de Ferraz y el balc¨®n de G¨¦nova. Pero sus caras aparec¨ªan reflejadas en espejos muy distintos
Anoche, cuando la marea de los resultados ya chapoteaba por todas las redacciones y sedes de los principales partidos, comparecieron primero el presidente del Gobierno, el saliente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y Mariano Rajoy, el l¨ªder del PP cada vez m¨¢s entrante. Fueron dos presencias muy distintas, con alg¨²n punto en com¨²n y con la sombra de sus propios fantasmas acech¨¢ndoles. Rajoy y Zapatero midieron con pulcritud sus expresiones. Ambos dieron ayer muchas gracias. Ten¨ªan detr¨¢s mucha militancia de la que responder y un c¨²mulo de miradas atentas a sus se?ales de futuro. Aparecieron ambos muy rodeados de los suyos en el atril de Ferraz y el balc¨®n de G¨¦nova. Pero sus caras aparec¨ªan reflejadas en espejos muy distintos.
El perdedor, Zapatero, nunca se hab¨ªa visto en una igual. Desde los 18 a?os lo hab¨ªa ganado todo. A nivel provincial, en Le¨®n, y luego en distintas disputas internas del partido. Hasta el XXXV congreso, cuando le levant¨® en un fin de semana el liderazgo del PSOE a Jos¨¦ Bono por nueve votos. Ayer era el espectro de un derrotado. Daba pena. Los propios dirigentes del PSOE admiten que eso, dar pena, es lo peor que le puede pasar a un dirigente pol¨ªtico. Pero en su peor derrota, Zapatero tuvo de nuevo el valor de reconocer sin disimulo el triunfo del rival y de advertir de unas cuantas amenazas m¨¢s gordas que la hist¨®rica oleada azul que desde anoche ha regado de votos populares toda Espa?a.
El l¨ªder del PSOE se enfund¨® su traje de presidente a¨²n en ejercicio y record¨® a todos, alcaldables y barones de todos los partidos, y mercados internacionales, que a¨²n nos est¨¢n vigilando. Y que entre todos, los que llegan con la idea de levantar las alfombras y los que las pretenden sellar, tenemos que volver a hacer los deberes, porque el fantasma de nuestra delicada situaci¨®n econ¨®mica sigue ah¨ª a¨²n muy presente un a?o despu¨¦s de Pearl Harbor. Podr¨ªa parecer que esa idea no ven¨ªa a cuento ante el p¨¢ramo al que se enfrenta desde hoy la Ejecutiva del PSOE, con unas primarias entre Rubalcaba y Chac¨®n que deb¨ªan convocarse el pr¨®ximo s¨¢bado. Zapatero confirm¨® anoche que no piensa variar ni su estrategia econ¨®mica, ni tampoco pol¨ªtica. No habr¨¢ adelanto electoral ni se suspender¨¢n las primarias. Otro marr¨®n que deber¨¢n gestionar otros ahora en el partido. Si es que quieren o pueden.
Pero Rajoy, que apareci¨® tarde en G¨¦nova, tambi¨¦n tiene detr¨¢s sus propios fantasmas. Se quit¨® el s¨ªndrome de ese balc¨®n, que le contagi¨® de profunda tristeza hace apenas tres a?os, en las anteriores generales, pero no se liber¨® de la esquizofrenia que pervive en este PP con dos almas. Alberto Ruiz Gallard¨®n habl¨® primero, para subrayar tras el cansancio de sus palabras el esp¨ªritu del sentido com¨²n. Luego vino ella, la lideresa, la presidenta madrile?a. Esperanza Aguirre no se corta nunca. Ayer tampoco. Fue la primera que exigi¨® elecciones generales anticipadas. Incluso delante de Rajoy demand¨® el fin de esta agon¨ªa, aunque el l¨ªder hiciera como que no escuchaba.
El l¨ªer del PP quiso controlar a la muchedumbre popular ante el balc¨®n de G¨¦nova pero no pudo o no supo o no quiso, qui¨¦n sabe??
Aguirre, adem¨¢s, se reivindica ante su p¨²blico con lo que m¨¢s fuerza da en unas elecciones. Obtuvo ayer en Madrid, en la capital, donde se presentaba de nuevo el alcalde, casi 30.000 votos m¨¢s que Gallard¨®n. Tanto Aguirre, Gallard¨®n como el propio Francisco Camps en Valencia pagan algo el coste de todos los excesos del PP en estos a?os. Pero su distancia de partida con el PSOE en esos territorios es tan sideral que casi se permiten cualquier cosa, desde la corrupci¨®n hasta perder votos y ganar esca?os. No en el caso de Gallard¨®n, que pena sus derivas conciliadoras con la irrupci¨®n del UPyD de Rosa D¨ªez. Su meta ya no est¨¢ en Madrid, nunca lo estuvo. Madrid tendr¨¢ a Ana Botella de alcaldesa en breve y no pasar¨¢ nada.
Rajoy quiso controlar a la muchedumbre popular ante el balc¨®n pero no pudo o no supo o no quiso, qui¨¦n sabe. Cuando la base militante gritaba algo molesto, el l¨ªder precisaba que todos los presentes eran del mismo PP. Cuando achuchaban m¨¢s, ¡°?Zapatero, dimisi¨®n?¡±, promet¨ªa que nadie se va a arrepentir de su triunfo. Cuando eludi¨® un pronunciamiento sobre la demanda ya de elecciones anticipadas, la militancia de Aguirre, la derecha sociol¨®gica de G¨¦nova, alz¨® un grito un¨¢nime: ¡°?Bildu fuera, Bildu fuera, Bildu fuera?¡±. Un balc¨®n, tres l¨ªderes, dos almas.?
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