Los comit¨¦s federales tras derrotas electorales han fortalecido la cohesi¨®n
Tras fracasos electorales, los distintos secretarios generales del PSOE siempre han obtenido el respaldo a sus decisiones en el m¨¢ximo ¨®rgano entre congresos
El PSOE siempre ha cerrado sus comit¨¦s federales posteriores a derrotas electorales de manera pac¨ªfica. Los que siguieron a los fracasos de 1995, 1996 y 2000 estuvieron precedidos de voces cr¨ªticas que hicieron prever la posibilidad de hacer visible una brecha en el partido pero, finalmente, se cerraron con la avenencia de todos y con resoluciones m¨¢s o menos contundentes que, en cualquier caso, fueron aprobadas por una gran mayor¨ªa. Aunque con distinta intensidad, en las tres ocasiones, el cuestionamiento del liderazgo form¨® parte del debate que, siempre, se cerr¨® en pro de la unidad y la cohesi¨®n socialista. En ning¨²n caso se acord¨® la celebraci¨®n de un congreso extraordinario, pese a que el del a?o 2000 se vio obligado a nombrar una gestora que dirigi¨® el PSOE durante cuatro meses, tras la dimisi¨®n de su secretario general, Joaqu¨ªn Almunia. Las grandes decisiones se dejaron para comit¨¦s posteriores y para los congresos federales ordinarios, tal como abogaron, en cada una de las ocasiones, los secretarios generales que dirig¨ªan el partido en aquellos momentos. Pese a los malos datos en las urnas y las voces discrepantes, los comit¨¦s federales celebrados en el ambiente caldeado de las derrotas electorales nunca fueron momento de importantes determinaciones.
Una balsa de aceite tras la primera derrota
La previsi¨®n de una debacle socialista en las elecciones municipales, celebradas en mayo de 1995, provoc¨® que los malos resultados obtenidos fueran admitidos con menor dureza de la esperada. A¨²n as¨ª, en aquel PSOE de Felipe Gonz¨¢lez se levantaron voces cr¨ªticas, sobre todo, por el tono triunfalista del secretario general. Antes de la celebraci¨®n del comit¨¦ federal, miembros del sector guerrista y de Izquierda Socialista hab¨ªan exigido cambios en el gobierno para afrontar con mayor entereza las elecciones del a?o siguiente, aunque la verdadera intenci¨®n era la de tratar de arrancar algo de poder en el seno del partido. Pese a que durante la campa?a electoral tambi¨¦n rond¨® la cuesti¨®n de la sucesi¨®n de Gonz¨¢lez, el comit¨¦ ¨²nicamente reafirm¨® el liderazgo de este, que opt¨® por no mover ficha, ni en el partido, ni en el gobierno. ¡°Nuestra cohesi¨®n interna es condici¨®n necesaria para recuperar la confianza de quienes se han alejado de nosotros¡±, fue una de las conclusiones del comit¨¦.
La ¨²nica resoluci¨®n concreta que aprob¨® en aquella reuni¨®n fue la de convocar una conferencia extraordinaria transcurridos cuatro o cinco meses. Fue en ese espacio de tiempo cuando Felipe Gonz¨¢lez anunci¨® su intenci¨®n de no presentarse a la reelecci¨®n, cuando comenzaron a surgir nombres para la sucesi¨®n, como el de Maragall y, sobre todo, el de Javier Solana. La designaci¨®n de este ¨²ltimo como secretario general de la OTAN forz¨®, finalmente, la reelecci¨®n de Gonz¨¢lez.
Paz, unidad y cohesi¨®n tras perder el Gobierno
¡°Nunca una derrota fue tan dulce y una victoria tan amarga¡± fueron las palabras con las que Alfonso Guerra defini¨® la sensaci¨®n del PSOE tras las elecciones generales de 1996. Los socialistas esperaban un batacazo tremendo en las urnas y se encontraron con el apoyo de m¨¢s del 37% del electorado y 141 diputados. Ante unas elecciones anticipadas, sus previsiones apuntaban por debajo del 30% y una representaci¨®n por debajo de los 130 parlamentarios, con lo que el comit¨¦ federal posterior a los comicios en los que los socialistas culminaron sus 16 a?os de gobierno result¨® completamente pac¨ªfico. En aquella ocasi¨®n, el debate del PSOE se centr¨® m¨¢s en la preocupaci¨®n por el futuro del gobierno (el PP no obtuvo mayor¨ªa y pasaron dos meses hasta la convocatoria del pleno de investidura de Aznar) que en las causas de su derrota. La corrupci¨®n y el desgaste eran ya factores asimilados y los barones territoriales se centraron en hacer una llamada a la ¡°cohesi¨®n¡± y la paz interna, d¨¢ndole a Felipe Gonz¨¢lez carta blanca para adoptar la estrategia oportuna. Ni siquiera los guerristas trataron de plantar cara a las decisiones del secretario general, mientras que Izquierda Socialista dibuj¨® a Gonz¨¢lez como ¡°la soluci¨®n y el problema¡± del PSOE.
Una gestora tras diez horas de debate
El comit¨¦ federal celebrado tras la derrota electoral de 2000 fue, posiblemente, uno de los m¨¢s complicados para el PSOE. Tras unas primarias, ganadas por Josep Borrell, y un proceso electoral afrontado con un candidato distinto al elegido en las elecciones internas, Joaqu¨ªn Almunia, los socialistas se quedaron con 125 diputados y a unos 2,5 millones de votos del PP. Almunia present¨® su dimisi¨®n y el comit¨¦ federal hubo de afrontar la situaci¨®n de un partido sin direcci¨®n. Guerristas, borrellistas e Izquierda Socialista apostaron, en principio firmemente, por la celebraci¨®n de un congreso extraordinario. Su petici¨®n estaba avalada por los estatutos socialistas que indican que cuando se produzcan vacantes en la Comisi¨®n Ejecutiva Federal que ¡°afecten a la Secretar¨ªa General, o a la mitad m¨¢s uno de sus miembros, el Comit¨¦ Federal deber¨¢ convocar Congreso Extraordinario para la elecci¨®n de una nueva Comisi¨®n Ejecutiva Federal¡±. Frente a ellos se situaron todos los secretarios regionales, a excepci¨®n del de Extremadura, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, que apostaron por seguir las ¡°instrucciones¡± facilitadas por el propio Almunia antes de dejar la secretar¨ªa general, que abogaban por posponer cualquier decisi¨®n a la celebraci¨®n de un congreso al cabo de cuatro meses. Y los cr¨ªticos votaron en contra del congreso ordinario, que fue como se resolvi¨® la dimisi¨®n del secretario general, pero a favor de la gestora, en la que se incluy¨® a varios de sus miembros, y con la que el PSOE funcion¨® hasta el congreso del que sali¨® elegido Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.?
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