Lo racional y lo real
El PP pide m¨¢s dinero, lo contrario de lo que har¨¢ cuando gobierne
De modo c¨ªclico, la cuesti¨®n auton¨®mica reaparece en el debate p¨²blico, casi siempre con la financiaci¨®n de por medio, como ocurre estos d¨ªas con la convocatoria del Consejo de Pol¨ªtica Fiscal. Los ciclos son cada vez m¨¢s cortos y la sensaci¨®n de callej¨®n sin salida es cada vez m¨¢s grande. Ahora ha vuelto el debate a cuenta del d¨¦ficit de las autonom¨ªas. Es un modo de decirlo, porque la deuda de las autonom¨ªas lo es tambi¨¦n del Estado del que son parte y porque los gobiernos utilizan las autonom¨ªas para transferirles parte de su d¨¦ficit, con impagos, transferencias no dotadas y otros trucos. Con un Gobierno interino, la casi totalidad de las comunidades en manos de la oposici¨®n y una campa?a electoral a la vista, todo se reduce a ganar tiempo. El PP, en su campa?a de acoso y derribo al Gobierno, no tiene reparo en pedir m¨¢s dinero para afrontar la crisis, que es exactamente lo contrario de lo que har¨¢ cuando gobierne y de la apuesta por la austeridad radical en la que milita. La debilidad del PSOE le deja sin autoridad para imponer exigencias a las autonom¨ªas, menos endeudas que el Gobierno central.
Pero no es de este episodio concreto del que quiero hablar, sino de la deriva del Estado auton¨®mico hacia una situaci¨®n apor¨¦tica, que hace dif¨ªcilmente pensable una soluci¨®n a medio plazo que no pase por la ruptura. ?Qu¨¦ hemos ido aprendiendo en el despliegue de este ingenio? Lo primero y principal es un problema estructural del modelo, del que emanan todas las dificultades: el Estado de las Autonom¨ªas est¨¢ muy descentralizado en el gasto y muy poco en la decisi¨®n pol¨ªtica. Sin duda, era el objetivo: que el Gobierno central no perdiera las riendas. Pero con el tiempo se ha demostrado que es una limitaci¨®n que conduce a la insatisfacci¨®n permanente y al mal gobierno. La crisis ha hecho m¨¢s evidente la realidad de las autonom¨ªas: al tener poco margen presupuestario para dise?ar pol¨ªticas propias, el endeudamiento se da por a?adidura.
Del pecado original de querer resolver un problema de dos o de tres creando 17 soluciones surge la contradicci¨®n que acabo de describir. El Estado de las Autonom¨ªas es un misterioso cruce de personas distintas y naturalezas comunes, que ha hecho imposibles las opciones que pod¨ªan parecer racionales: un federalismo real, que se ha demostrado que nadie quiere, ni en el centro ni en la periferia; o una forma confederal que desde el centro se teme porque existe la reputaci¨®n de inviabilidad de los Estados de este tipo. Con lo cual ha ido evolucionando hacia formas de caciquismo posmoderno, con unos potentes sistemas clientelares locales, que intentan, con desigual fortuna, ejercer presi¨®n sobre el poder central.
La crisis ha puesto al l¨ªmite las costuras econ¨®micas de este Estado. Del mismo modo que el proceso de reforma estatutaria de Catalu?a ha constatado la estrechez de sus costuras pol¨ªticas. De modo que 30 a?os despu¨¦s, los problemas que provocaron el nacimiento de este modelo ¡ªel encaje de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco¡ª siguen sin haberse resuelto. Con una diferencia importante: que estos pa¨ªses han crecido en voluntad emancipatoria. Y, por lo que hace al caso vasco, con la gran noticia de que ETA est¨¢ saliendo de la escena, es decir, que Euskadi entra en plena normalidad democr¨¢tica.
Con todas estas dificultades, si Rubalcaba no lo remedia, el Estado de las Autonom¨ªas va camino de entrar en una nueva fase, con casi todo el poder central y auton¨®mico en las mismas manos. La capacidad de contrapeso al poder central desde la periferia quedar¨¢ pr¨¢cticamente en manos de Catalu?a. Lo que puede ser una premonici¨®n del conflicto dominante en esta etapa. Descartadas, como he dicho, por falta de voluntades contratantes, la soluci¨®n federal y la confederal, quedan otras dos opciones: la restauraci¨®n centralista y la ¨¦poca de las independencias. Es probable que el PP intente una recentralizaci¨®n suave, a partir de su hegemon¨ªa territorial, pero una verdadera restauraci¨®n parece poco viable, porque despu¨¦s de 30 a?os los poderes auton¨®micos se han asentado y nadie renuncia f¨¢cilmente a estas posiciones. Cualquier intento en esta direcci¨®n, adem¨¢s, radicalizar¨ªa la relaci¨®n con Catalu?a y conducir¨ªa directamente a la otra soluci¨®n: las independencias. A estas alturas, despu¨¦s de ver c¨®mo los clich¨¦s, los desencuentros y las acusaciones mutuas de deslealtad se repiten eternamente, sin ning¨²n signo de reconocimiento, uno acaba pensando que es ya la ¨²nica soluci¨®n racional. Aunque, por m¨¢s que diga el cl¨¢sico, no siempre lo racional es real.
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