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Elevar la carga fiscal de los que m¨¢s tienen es una medida oportuna para combatir la crisis
LA CRISIS econ¨®mica est¨¢ resultando ser el revulsivo m¨¢s eficaz para movilizar la vocaci¨®n reformista de algunos Gobiernos. Desde luego, de su af¨¢n por revisar aspectos fundamentales en las finanzas p¨²blicas. Es el escrutinio, no siempre racional y eficiente, de los mercados financieros el que se sobrepone a los programas de los partidos pol¨ªticos, gobiernen o no. El caso de Espa?a es uno de los m¨¢s ilustrativos.
En apenas una semana el Gobierno y el principal partido de la oposici¨®n han superado el tradicional desencuentro para convenir una reforma de la Constituci¨®n sin precedentes en la que inscribir una importante limitaci¨®n al d¨¦ficit de todas las Administraciones p¨²blicas. Es probable que el Gobierno acabe importando igualmente otras iniciativas tendentes a elevar la carga fiscal que soportan las personas con mayor renta y riqueza. Si as¨ª lo hiciera, este hist¨®rico verano tambi¨¦n dejar¨ªa como legado una alteraci¨®n significativa de la estructura impositiva espa?ola, aportado por el mismo Gobierno que no hace tanto reduc¨ªa la presi¨®n fiscal sobre las rentas y eliminaba el impuesto sobre el patrimonio.
En la valoraci¨®n de iniciativas tendentes a elevar la presi¨®n fiscal de los m¨¢s ricos no es f¨¢cil sustraerse a esa suerte de precipitaci¨®n que est¨¢ orientando decisiones fundamentales de pol¨ªtica econ¨®mica. Esta, en todo caso, ser¨ªa oportuna. La raz¨®n de ese aumento de las cargas fiscales a los que m¨¢s ganan o a los que m¨¢s tienen no deber¨ªa ampararse en esa inusual, aunque inteligente, propuesta de algunas grandes fortunas estadounidenses, francesas o alemanas. En Espa?a no se ha producido, a pesar de la sugerencia que les hac¨ªa a los ricos espa?oles el popular Gonz¨¢lez Pons. Sin embargo, existen fundamentos para llevar a cabo esa imposici¨®n adicional en un pa¨ªs donde la distribuci¨®n de la renta y de la riqueza es mucho m¨¢s desigual que en el promedio de las econom¨ªas avanzadas de la Uni¨®n Europea. Una raz¨®n adicional no menos relevante es que la econom¨ªa espa?ola dispone de un grado de desarrollo, de modernizaci¨®n y de capital p¨²blico muy inferior a aquellas otras en las que todav¨ªa el sistema tributario es m¨¢s progresivo que el nuestro. Tambi¨¦n encuentra justificaci¨®n esa contribuci¨®n de las rentas m¨¢s elevadas en el hecho de que la distribuci¨®n de costes de esta crisis y, en todo caso, las posibilidades de superaci¨®n de sus efectos, son muy desiguales en nuestro pa¨ªs. La excepcional tasa de paro alcanzada, y las muy serias dificultades para reducirla en el corto plazo, habla por s¨ª sola.
Ser¨ªa muy razonable que la misma diligencia con que se acuerdan restricciones presupuestarias, que seguir¨¢n afectando a los gastos sociales y de inversi¨®n p¨²blica, se aplicara a la elevaci¨®n de la fiscalidad a las fortunas y a las transacciones financieras. Una revisi¨®n de la distribuci¨®n de las cargas impositivas en nuestro pa¨ªs no debe impedir en todo caso la mejora de la eficacia en la persecuci¨®n de las distintas formas de fraude y ocultaci¨®n, en la que Espa?a tambi¨¦n ocupa una posici¨®n destacada.
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