Bildu escribe el gui¨®n
Euskadi disfruta de un a?o en tregua mientras la izquierda abertzale condiciona la pol¨ªtica
Desde hace un a?o, Euskadi se est¨¢ acostumbrando aceleradamente a vivir en paz. Lo hace con tal ansiedad que parece haberse olvidado en ocasiones de la existencia de ETA que, durmiente, sigue ah¨ª sin decidir intencionadamente su futuro. En el fondo, este es el retrato del escenario social en el que ahora se desenvuelve una comunidad de significativa mayor¨ªa nacionalista, hostigada durante cinco d¨¦cadas por el terrorismo, y a la b¨²squeda de una vida, por fin, en libertad. Y lo hace en este comprometido periodo de tregua que ha posibilitado la rehabilitaci¨®n electoral con ¨¦xito de la izquierda abertzale mientras se sacude de la crisis econ¨®mica con una tasa de paro situada en la mitad de la media espa?ola.
?Ser¨¢ otra vez un espejismo? Cada d¨ªa que pasa hay menos dudas en el Pa¨ªs Vasco de que este proceso de paz es irreversible. A esta convicci¨®n contribuye la desesperada ¨Cpor interesada- apuesta a favor de la pol¨ªtica y de rechazo de la violencia formulada por los dirigentes hist¨®ricos de la izquierda radical, rendidos ante la presi¨®n legal y policial del Estado.
Han sido independentistas convencidos que en su d¨ªa abrazaron a ETA como Arnaldo Otegi o Rufi Etxebarria los autores de este nuevo discurso ideol¨®gico del entorno de Batasuna. Precisamente por esta condici¨®n que no esconden son capaces de concitar la duda y la esperanza en su in¨¦dita apuesta. De un lado, los temores a que todo se reduzca a un escapismo democr¨¢tico para oxigenar una ideolog¨ªa ilegalizada mientras la banda terrorista recompone su desarticulada organizaci¨®n; de otro, la ruptura definitiva con el terror para as¨ª fortalecer con visi¨®n de futuro un proyecto pol¨ªtico n¨ªtidamente identitario, con una base social y de izquierdas.
En su tr¨¢nsito de apenas doce meses, la izquierda abertzale ¨Cll¨¢mese Bildu o Sortu- trata de sacudirse, bajo una vigilancia pol¨ªtica y medi¨¢tica implacables, de las fundadas sospechas que le acompa?an, pero lo hace sin mirar atr¨¢s y, especialmente, obligando al resto a seguir su ritmo. En tan corto espacio de tiempo, este sector comprensivo durante a?os con quienes mataban y extorsionaban se ha tenido que dotar de un cuidadoso lenguaje para justificar su legalizaci¨®n en las urnas y es por ello que en ocasiones el subconsciente le juegue ¨CMartin Garitano, diputado general de Gipuzkoa, al diferenciar el valor geogr¨¢fico de las v¨ªctimas de ETA- una mala pasada que exaspera.
Mientras se adec¨²a a un contexto de relaciones democr¨¢ticas y al desgaste del ejercicio del poder institucional, Bildu se siente fortalecido por un respaldo electoral que super¨® el 22-M sus previsiones m¨¢s optimistas y, sobre todo, abri¨® el debate en Euskadi sobre la supremac¨ªa nacionalista para escarnio de un PNV, despojado de las Diputaciones de Guip¨²zcoa y ?lava, y hace dos a?os, del Gobierno vasco. Por ello, consciente de que ha abierto el mel¨®n por esta disputa, la izquierda abertzale, y sabedora de que el terrorismo no enturbiar¨¢ sus objetivos a corto plazo, enfoca ahora su ambici¨®n hace el 20-N mientras espera el golpe de efecto que supondr¨ªa la legalizaci¨®n de Sortu.
De momento, ya ha conseguido asegurarse la incorporaci¨®n de Aralar a quien fagocit¨® en la ¨²ltima cita electoral y, por si fuera poco, su irrupci¨®n en Navarra puede ser el origen de una crisis en el Gobierno, donde el PSN comprueba at¨®nito c¨®mo la presidenta, Yolanda Barcina, suplica al PP una coalici¨®n electoral con UPN para defenderse de la acometida abertzale en el territorio foral. Parad¨®jicamente, hace apenas un a?o, la antigua Batasuna se asfixiaba en las manos de la Ley de Partidos. Ahora, el gui¨®n pol¨ªtico de Euskadi pasa por sus manos.
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