Prever para reaccionar a tiempo
Un nuevo sistema productivo demanda una educaci¨®n que ense?e a pensar y a afrontar lo inesperado
Los farmac¨®logos han empezado a estudiar los muy distintos efectos que produce conjuntar medicamentos que cada uno sirve para una enfermedad diferente. En cambio, los cient¨ªficos sociales, encerrados cada cual en su disciplina, siguen ofreciendo recetas propias, sin tomar en consideraci¨®n los muy diferentes modos en que estos ¨¢mbitos se interfieren, produciendo situaciones tan distintas, como a menudo impredecibles. Aun siendo as¨ª, no podemos dejar de esforzarnos por entrever algunas de las formas en que con muy diferentes efectos se combinan los distintos aspectos de una realidad que, en rigor, forma un todo interdependiente, que s¨ª hemos desmenuzado, ¨²nicamente para facilitar el an¨¢lisis.
El factor decisivo que se vislumbra en el futuro a la vista es que se prolongue una crisis financiera que amenaza con un debil¨ªsimo crecimiento para los pr¨®ximos a?os, que podr¨ªa calificarse incluso de recesi¨®n global, al ser protagonistas Estados Unidos, la Uni¨®n Europea y pronto China. Porque por mucho que se empe?e en un yu¨¢n infravalorado, cuando se restringe la capacidad de endeudamiento de los pa¨ªses importadores, no podr¨¢ mantener el ritmo de crecimiento sin pagarlo con una inestabilidad creciente. Recesi¨®n que Jap¨®n sufre desde hace m¨¢s de una d¨¦cada, que tsunami y cat¨¢strofe nuclear han agudizado.
Si limitamos el enfoque a la Europa comunitaria, y damos por descontado que mejore la coordinaci¨®n con Estados Unidos, conscientes ambos de que con la crisis aumenta la dependencia mutua, la mayor responsabilidad en el salvamento del euro, y con ¨¦l el de la Uni¨®n Europea, corresponde a Alemania, el pa¨ªs con mayor poblaci¨®n y el verdadero motor econ¨®mico: sin el super¨¢vit de Alemania, la balanza comercial europea ser¨ªa deficitaria. Ahora bien, conviene tener muy presente que los super¨¢vits de unos ocasionan los d¨¦ficits de otros, de modo que la enorme capacidad exportadora de Alemania conlleva que algunos de sus socios sufran d¨¦ficits altos. Los alemanes insisten en que su ¨¦xito exportador se debe a una productividad creciente, al reinvertir en tecnolog¨ªa cada vez m¨¢s avanzada una enorme capacidad de ahorro, en lo que, obviamente, llevan raz¨®n, aunque omiten que tambi¨¦n a haber mantenido constantes los salarios reales durante la ¨²ltima d¨¦cada, recurriendo de alguna manera a un dumping salarial.
Los socios comunitarios esperan de Alemania que ampl¨ªe el consumo interno, tirando de las importaciones con salarios m¨¢s altos. No har¨¢ falta decir que las empresas alemanas que han logrado grandes beneficios con esta pol¨ªtica ¡ªel antiguo capitalismo renano se caracteriza hoy por una desigualdad creciente entre los m¨¢s ricos y los sectores sociales m¨¢s bajos¡ª rechazan de plano, como ha ocurrido siempre, sea cual fuere la coyuntura, la menor subida salarial y reclaman, en cambio, que bajen los impuestos, una demanda a la que sin el menor pudor se han adherido el partido liberal y los democristianos b¨¢varos. Si los sindicatos han asumido la congelaci¨®n salarial, es porque piensan que a ella se debe, tanto que la econom¨ªa lograra crecer poco a poco en la crisis, como que el desempleo se haya mantenido en cotas razonables, ¨²ltimamente incluso con tendencia a la baja. Hay que tener en cuenta que en 2007 la crisis financiera empez¨® en Estados Unidos, pero que el primer banco que quebr¨® en Europa fue uno alem¨¢n.
Con la crisis lo primero que se replantea es el Estado de las autonom¨ªas
El tema central de los pr¨®ximos a?os no es tanto garantizar el pago de la deuda, como lograr un crecimiento econ¨®mico que lo haga posible. La pol¨ªtica que se ha llevado a cabo para salvar a Grecia de la quiebra ha consistido en un programa dur¨ªsimo de ahorro, que ha ocasionado un descenso sustancial del nivel de vida de la mayor parte de la poblaci¨®n. Falta hasta ahora, tanto un proyecto de recuperaci¨®n de la econom¨ªa que comporte una mejora de la productividad que convierta al Estado en fiable, como sobre todo los recursos para financiarlo. La consecuencia inmediata de una operaci¨®n quir¨²rgica tan radical ha sido que siga bajando el PIB y subiendo el desempleo, con lo que se hace a¨²n m¨¢s improbable que Grecia pueda pagar la deuda.
La desconfianza de los mercados ante Espa?a no proviene tanto del monto de la deuda, que, aun siendo elevado, parece manejable, como de la falta de un modelo productivo que garantice a corto y mediano plazo un crecimiento suficiente para hacerse cargo de la deuda. La gran inc¨®gnita que se cierne sobre nuestro futuro es cu¨¢l ser¨¢ el nuevo modelo que nos permita alcanzar una productividad que nos haga competitivos en un mundo globalizado.
Aunque se repita hasta la saciedad que el factor decisivo es una mejora sustancial de la educaci¨®n, desde el jard¨ªn de la infancia a la universidad, no se descubre por ninguna parte qui¨¦nes podr¨ªan ser los educadores, dispuestos a romper con t¨®picos, y sobre todo con los privilegios del pasado, ni cabe identificar a los sectores sociales que podr¨ªan dirigir, o al menos apoyar, este empe?o. La mayor parte de las reformas que se predican tratan de acoplar la educaci¨®n a los conocimientos que se supone que las empresas exigir¨ªan para colocar a la gente, justamente, el tipo de formaci¨®n con el que la crisis ha acabado. Un nuevo sistema productivo demanda apostar por una educaci¨®n que no se limite a transmitir recetas en titulaciones cada vez m¨¢s particularizadas, sino que ense?e a pensar por s¨ª mismo, de modo que nos ponga en condiciones de enfrentarnos a lo inesperado, o a lo desconocido.
Un d¨¦bil crecimiento y un paro que con peque?as oscilaciones se mantenga en los dos d¨ªgitos traer¨¢ consigo que buena parte del electorado se canalice a la derecha, cada vez con m¨¢s miedo a que siga bajando el nivel de vida, mientras que los claramente perdedores, sin empleo, o con la perspectiva de puestos muy inferiores a lo que sus estudios promet¨ªan, se radicalicen. No creo que a la izquierda, que en su forma actual pertenece al pasado, sino m¨¢s bien a posiciones anarquizantes antisistema, que tender¨¢n hacia comportamientos cada vez m¨¢s violentos, seg¨²n vayan comprobando su impotencia. Esto llevar¨¢ a aglutinar a la derecha buena parte de la poblaci¨®n, con derivas a una extrema derecha que pide palo duro ¡°para los insumisos, los extranjeros que nos arrebatan los pocos puestos de trabajo que quedan y los separatistas que quieren romper Espa?a¡±. El futuro lo enmarca una polarizaci¨®n social cada vez m¨¢s conflictiva y nuevas oleadas de emigrantes, pero esta vez de gente bien preparada. Esto supone un doble costo adicional, al perderse parte de lo que se ha invertido en educaci¨®n y desprestigiarse el af¨¢n que hubo de formarse, ya que luego no se ve compensado con un empleo adecuado.
Metidos de hoz y coz en una crisis con visos de prolongarse, y con un dominio creciente de la derecha, lo primero que se replantea es el Estado de las autonom¨ªas, con una fuerte querencia a restablecer el viejo centralismo. ?Cu¨¢l ser¨¢ la reacci¨®n de los nacionalismos perif¨¦ricos? ?Aumentar¨¢n las tendencias independentistas, o m¨¢s bien se atenuar¨¢n, conscientes de que en momentos tan cr¨ªticos y con una Europa comunitaria que se tambalea no es el mejor momento para hacer experimentos? En Catalu?a, donde desde hace tiempo la crisis arrecia fuerte, y no solo debida a factores externos, saben muy bien qu¨¦ terreno minado pisan. A la vez que la izquierda republicana se derrumba, el independentismo se constri?e a peque?¨ªsimos grupos, algunos muy recientes. En cambio, en el Pa¨ªs Vasco, para mi sorpresa, ni la crisis, cierto que mucho m¨¢s suave que en el resto de Espa?a, ni la derrota de ETA han debilitado al soberanismo, que se recompone con energ¨ªa suficiente para intentar jugar fuerte en democracia.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.