¡®Underdog¡¯
El t¨¦rmino se refiere al cambio de voto de aquellos que sienten simpat¨ªa por las causas perdidas
Cuando las Cortes se han disuelto y la precampa?a electoral para las pr¨®ximas elecciones legislativas ya est¨¢ en marcha a pleno rendimiento, el clima pol¨ªtico resulta sin embargo m¨¢s fr¨ªo que nunca. Y eso es as¨ª porque no hay ambiente o no hay partido, como cabr¨ªa decir con jerga de espect¨¢culo deportivo. Las expectativas de neta victoria popular y segura derrota socialista son tan claras que no existe incertidumbre posible sobre el futuro resultado del encuentro. El ¨²nico suspense que podr¨ªa excitar a los espectadores es el de tratar de adivinar cu¨¢n abultada ser¨¢ la paliza que Rajoy le pegue a Rubalcaba y cu¨¢l ser¨¢ el tanteo de esca?os que sumen los populares (?pasar¨¢n de 200?) y que les queden a los socialistas (?llegar¨¢n a 100?).
Por eso no resulta extra?o el clima de desinter¨¦s y aburrimiento con que la ciudadan¨ªa de a pie, apartada como se siente de la clase pol¨ªtica y period¨ªstica, sigue los lances de una campa?a en la que nos jugamos el cambio de nuestro sistema pol¨ªtico. Cambio que puede pasar del actual bipartidismo imperfecto a un nuevo r¨¦gimen de hegemon¨ªa de un solo partido dominante (en este caso el conservador), en el que ya no habr¨¢ durante mucho tiempo posibilidad real de alternancia pol¨ªtica. Una expectativa de futuro ciertamente deprimente, que me hace a?orar un refr¨¢n bastante desconfiado que hoy parece condenado al desuso: ¡°M¨¢s vale malo conocido que bueno por conocer¡±. Pero no parece haber nada que hacer, pues si alguna cat¨¢strofe no lo remedia, el fatalismo de los espa?oles determinar¨¢ el 20-N la mayor¨ªa absoluta del PP. ?No hay, pues, resquicio alguno de esperanza?
Es un t¨®pico admitido en la literatura acad¨¦mica sobre sociolog¨ªa electoral que, cuando los sondeos arrojan una gran desigualdad de expectativas entre dos candidaturas rivales, aparecen dos tendencias opuestas de modificaci¨®n del voto que los expertos rotulan con las etiquetas del efecto bandwagon frente al efecto underdog. El primer t¨¦rmino significa ¡°el carro de la banda¡± (de m¨²sica, se entiende), y su efecto designa el cambio de voto de todos aquellos que esperan subirse al carro del ganador y para ello siguen la corriente demosc¨®pica de apuntarse al bando del favorito y casi seguro vencedor. Y el otro t¨¦rmino (que significa ¡°perro apaleado¡±: familiarmente, el pardillo injustamente predestinado a ser vencido antes de jugar) se refiere al cambio de voto de todos aquellos que sienten simpat¨ªa por las causas perdidas y deciden dar su voto al candidato designado como probable perdedor.
Pues bien, en este caso, las encuestas parecen indicar que el efecto bandwagon que aconseja subirse al carro de Rajoy se va a imponer por goleada a la posible simpat¨ªa contagiosa que el underdog Rubalcaba pudiera despertar entre los rom¨¢nticos impenitentes, si es que esta especie pol¨ªtica no se ha extinguido entre la izquierda vol¨¢til y el centro amedrentado. Pero no nos pongamos rom¨¢nticos. ?Qu¨¦ podr¨ªa hacer un underdog para suscitar alguna adhesi¨®n a su causa perdida, m¨¢s all¨¢ de tratar de despertar la compasi¨®n de los indecisos, esperando que opten por la lealtad en vez de por la salida (hacia la abstenci¨®n o el PP) o por la voz (como los indignados del 15-M)?
En realidad, la posici¨®n del underdog Rubalcaba es tan imposible, su causa est¨¢ tan perdida, que la simpat¨ªa y la compasi¨®n ya no le pueden servir de nada. Y en su lugar habr¨ªa que plantear estrategias heroicas por absurdas y parad¨®jicas, al estilo bar¨®n de Munchausen (seg¨²n el an¨¢lisis que hizo Watzlawick en su teor¨ªa del double bind). Dig¨¢moslo as¨ª: a Rubalcaba le resulta imposible vencer con una estrategia normal y un programa normal (como los que hasta ahora viene proponiendo dentro de la m¨¢s previsible ortodoxia socialdem¨®crata), pues su posici¨®n como candidato imposible no es normal sino anormal por extraordinaria y excepcional. Por tanto, ya que tampoco puede ser un candidato excepcional como lo fue Obama, lo que necesita como buen underdog es un programa extraordinario y una estrategia excepcional. ?En qu¨¦ clase de excepcionalismo cabr¨ªa pensar?
He aqu¨ª una posibilidad, por parad¨®jica que parezca, de darle la vuelta a su imposible situaci¨®n. Lo que deber¨ªa hacer Rubalcaba es decir la verdad por una vez sobre la posici¨®n en que se encuentra, que es la de no poder ganar las elecciones. De ah¨ª que su excepcional estrategia bien pudiera ser no la de aspirar a la presidencia del Gobierno sino la de evitar la mayor¨ªa absoluta del PP. Y su programa extraordinario bien pudiera ser no el que nunca podr¨¢ aplicar como l¨ªder del Ejecutivo sino el que aplicar¨¢ como l¨ªder de la oposici¨®n. ?Se sumar¨¢ a las movilizaciones radicales de la izquierda y el 15-M contra el duro ajuste a lo Cameron que nos recetar¨¢ el PP? ?O qu¨¦ har¨¢?
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