El desestimiento de ETA
Sab¨ªamos que quien gobernara no podr¨ªa exhibir el cese de ETA como m¨¦rito
La escritura con sangre es siempre lac¨®nica. La estructura militar se atiene a esa pauta del laconismo. La obediencia hacia dentro de la organizaci¨®n etarra se ha impuesto por la coerci¨®n de las armas. Esa es la clave funcional de la que denomin¨¢bamos c¨²pula militar, su primer eslab¨®n, tantas veces desarticulado y reconstituido hasta llegar al escenario patibulario del pasado jueves, d¨ªa 20, con capuchas y chapelas, mesa y trasera con el recurso gr¨¢fico habitual de la serpiente. As¨ª se ha escenificado el desistimiento, el peculiar ?adi¨®s a las armas! de la banda terrorista. Durante 50 a?os, el intento fallido ha sido el contrario. Se ha tratado de inducir el desistimiento de los dem¨®cratas, de las instituciones constitucionales que nos hemos dado. Se quer¨ªa que los polic¨ªas, los guardias civiles, los jueces, los funcionarios de aduanas, los militares, los profesores, los m¨¦dicos, los ingenieros, los concejales desistieran, dejaran de comparecer en el ejercicio de sus deberes en el Pa¨ªs Vasco. Los datos demuestran que, por el contrario, sobre ese territorio nunca hubo vacantes. Pudieron producirse en otras Comunidades Aut¨®nomas, nunca en el Pa¨ªs Vasco. Sus plantillas estuvieron al completo. Conviene hacer este reconocimiento previo, lleno de gratitud, porque pedir ese destino conllevaba la asunci¨®n de un riesgo cierto, sin que nadie desertara por ello de sus deberes c¨ªvicos. Las v¨ªctimas que se produjeron entre ellos no fueron casualidades sangrientas.
Explicaba don Carlos Clausewitz que la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios. Enseguida nos ocuparemos de esa guerra asim¨¦trica que es el terrorismo. Una guerra que nunca se declara, que no se atiene a los usos y leyes bajo los cuales se obtiene la gloria, que permite enorgullecerse de la victoria. No se ha producido la disoluci¨®n de ETA, nadie ha dado la voz de ?rompan filas! As¨ª que ahora debemos considerar que, a la rec¨ªproca, con el desistimiento de las armas asistiremos a la continuaci¨®n de la lucha por otros medios. Cesar¨¢ el poder de convicci¨®n de la p¨®lvora y se confiar¨¢ a los argumentos en contraste. Es una muy buena noticia, que nos plantea exigencias a cumplir con mayor unidad e inteligencia.
Otra cosa es que, en medio de la desesperaci¨®n por la sangre derramada, algunos pudieran pensar hace a?os en el recurso al terrorismo de Estado, a la guerra sucia. Pero esos medios degradaban el propio sistema, lo equiparaban al del adversario que se combat¨ªa, d¨¢ndole as¨ª el mayor de sus triunfos. La democracia supo corregir esa tentaci¨®n de quienes pretend¨ªan tomarse la justicia por su mano. Qued¨® claro que en la lucha contra el terrorismo no hay atajos, ni tribunales militares, ni campo para la mentalidad sumar¨ªsima que siempre prende en el simplismo populista. Los terroristas fueron encontrados y puestos a disposici¨®n judicial, tuvieron sus garant¨ªas procesales, sus abogados, sus recursos, sus condenas y su cumplimiento penitenciario. Si no se les aplicaron hasta ahora los beneficios previstos para los reclusos fue porque quienes controlaban la banda impusieron la norma de que renunciaran a ellos, en el entendido de que as¨ª se garantizaban mejor el control de los penados, como record¨® ayer en la Cadena SER el ministro del Interior.
Cuando se tiene miedo no se tiene verg¨¹enza, o la verg¨¹enza ocupa menos espacio que el miedo enorme, y sabemos tambi¨¦n que en las situaciones a que nos llevaron la vida solo ten¨ªa dos sentidos: con ellos o contra ellos. Aunque muchos buscaran acomodo intentando un limbo intermedio. Tambi¨¦n escribe Gon?alo Tavares en Un hombre: Klaus Klump, que ¡°nadie ama a un cobarde, lo que significa que mientras se ama no se logra ver la cobard¨ªa en el otro¡±. Hemos estado en situaciones l¨ªmite sobre las que se pronunci¨® nuestro amigo Arturo Soria y Espinosa cuando dijo que m¨¢s vale ser asesinado que asesino. Esa superioridad no puede ser malversada ni siquiera por el victimato que pretende enardecer Jaime Mayor Oreja para llevarlo a la exasperaci¨®n. Siempre supimos que el partido que gobernara estar¨ªa incapacitado para exhibir el desestimiento de ETA como un m¨¦rito ante el electorado.
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