Flores d'Arcais: ¡°El factor social es clave para resolver la crisis¡±

A trav¨¦s de sus intervenciones p¨²blicas contra las pol¨ªticas de Silvio Berlusconi y de la reflexi¨®n que estimula y alberga en las p¨¢ginas de la revista Micromega, Paolo Flores d¡¯Arcais (Udine, 1944) se ha convertido en uno de los intelectuales m¨¢s escuchados en el ¨¢mbito europeo. Flores d'Arcais parte de la experiencia pol¨ªtica italiana, sobre todo en lo referente al papel de los partidos, la separaci¨®n de poderes y la influencia de los medios de comunicaci¨®n. Pero busca en todo momento trascenderla, tal vez porque Italia se ha perfilado, bien como un riesgo de lo que puede suceder en otros pa¨ªses, bien como un s¨ªntoma de lo que ocurrir¨¢ si no se le pone remedio.

Pregunta. Los espa?oles votar¨¢n el 20 de noviembre en medio de una creciente desconfianza hacia la clase pol¨ªtica.

Respuesta. Desconfianza hacia la pol¨ªtica y desconfianza hacia los pol¨ªticos de profesi¨®n y los aparatos de los partidos son dos cosas distintas. En Italia la sociedad civil se ha movilizado subrayando esta distinci¨®n, con manifestaciones como la de la plaza de San Giovanni, organizada, por as¨ª decir, entre cuatro amigos. Entre otros, Nanni Moretti y yo mismo.

P. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n todos esos movimientos, entre los que usted suele situar, tambi¨¦n, a los ¡°indignados¡±?

Evitar el riesgo del antiparlamentarismo exige reinventar? el parlamentarismo

R. Son movimientos que quieren m¨¢s pol¨ªtica, no menos pol¨ªtica, pero que, al mismo tiempo, expresan un total desprecio hacia la pol¨ªtica oficial, convertida en profesi¨®n. Estamos ante una crisis de los partidos tradicionales que ha venido gest¨¢ndose en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas.

P. ?Y cu¨¢l fue su origen?

R. Los partidos comenzaron a ser cada vez m¨¢s autorreferenciales y a quedar en manos de profesionales de la pol¨ªtica, de personas que no desarrollan a lo largo de sus vidas ning¨²n otro trabajo, ninguna otra profesi¨®n. El inter¨¦s prioritario de estas personas es la propia carrera, no la tarea de representar a los ciudadanos.

P. Eso acaba anulando las diferencias entre las opciones que representan los partidos.

R. Hace 30 a?os escrib¨ª un ensayo sobre este fen¨®meno, recurriendo a una expresi¨®n francesa. Los partidos que compiten son, como si dij¨¦ramos, Bonnet Blanc, por una parte, y Blanc Bonnet, por la otra. Desde entonces se me ha respondido que, en contra de lo que se?al¨¦, habr¨ªa casos que demuestran lo contrario en Francia, en Espa?a. Italia ser¨ªa un caso especial, me dec¨ªan.

P. ?Puede haber representaci¨®n si no hay diferencia entre las opciones?

R. Se afirma que la democracia directa es una utop¨ªa y, al mismo tiempo, que somos los creadores de la democracia representativa. Pero luego se considera excesivo el deseo de los ciudadanos de sentirse representados. Cuando se analizan las diferencias entre los partidos, se suele prestar atenci¨®n a sus programas, nunca al partido mismo en tanto que instrumento. Se trata de m¨¢quinas que funcionan por cooptaci¨®n, lo que lleva a seleccionar a los mediocres. Porque solo quienes ingresan de j¨®venes en esa m¨¢quina, y aceptan competir con su l¨®gica, pueden desarrollar una carrera. Esa l¨®gica excluye desde el principio a todos los ciudadanos que podr¨ªan participar en la pol¨ªtica activa, pero no de forma profesional.

P. Los discursos contra los partidos y la pol¨ªtica profesional, ?no podr¨ªan alentar un nuevo antiparlamentarismo?

R. Si no se abordan las reformas para que la democracia parlamentaria vuelva a ser representativa, al menos de manera aproximada, entonces la respuesta de muchos ciudadanos ser¨¢ que el parlamento y la democracia son cosas completamente diferentes. Evitar el riesgo del antiparlamentarismo exige reinventar radicalmente el parlamentarismo. Para ello hacen falta innumerables medidas, que van desde la reforma de las leyes electorales hasta las disposiciones que impidan que la pol¨ªtica se convierta en una actividad profesional.

P. Insiste mucho en este ¨²ltimo punto.

R. Bastar¨ªa establecer la norma de que no se pueden ejercer m¨¢s de dos mandatos. Es frecuente escuchar a los pol¨ªticos profesionales que si se dedicasen a la vida privada les ir¨ªa mejor, y que todo lo que hacen es por esp¨ªritu de servicio. Pues bien, tom¨¦monos en serio esa ret¨®rica, la ret¨®rica de la pol¨ªtica como esp¨ªritu de servicio. Hacer pol¨ªtica, representar a los otros, gobernar debe ser un servicio p¨²blico, un sacrificio que puede durar cinco, diez a?os, no m¨¢s. Impidamos que haya ciudadanos que se sacrifiquen demasiado.

La desigualdad es la cuesti¨®n crucial. Pero ning¨²n partido de izquierda parece haberlo asumido con claridad

P. Y luego est¨¢ el problema de la financiaci¨®n.

R. Pero no solo la financiaci¨®n de los partidos, sino la financiaci¨®n de la pol¨ªtica. Organic¨¦ una manifestaci¨®n con Nanni Moretti, y si hubi¨¦ramos querido transformar su fuerza en una lista electoral habr¨ªa sido imposible. No habr¨ªamos recogido ni el 1% de los votos. Ni est¨¢bamos organizados en todo el territorio como los partidos tradicionales ni dispon¨ªamos de espacio en los medios de comunicaci¨®n. Para convocar un debate p¨²blico, en un teatro por ejemplo, tendr¨ªamos que haber conseguido fondos. Habr¨ªa que facilitar el ingreso en la pol¨ªtica institucional a todos los sujetos, ofreciendo instrumentos de organizaci¨®n y comunicaci¨®n gratuitos, y, al mismo tiempo, haciendo m¨¢s dif¨ªcil la permanencia monopol¨ªstica de los pol¨ªticos profesionales.

P. ?A todos los sujetos?

R. Marx criticaba la democracia representativa porque en ella solo vota el ciudadano abstracto, sin tomar en consideraci¨®n situaciones concretas como su condici¨®n de propietario o de proletario. Esto, que era una cr¨ªtica, deber¨ªamos asumirlo como un modelo. En el momento electoral solo deber¨ªa votar el ciudadano abstracto. Deber¨ªa existir una separaci¨®n clara, radical, entre los intereses econ¨®micos y los poderos pol¨ªticos.

P. ?Y c¨®mo se lograr¨ªa esa separaci¨®n?

R. Todos los colores que quieran participar en pol¨ªtica tienen que ser financiados en modo igual y gratuito. Pero financiados en servicios, en instrumentos, no en dinero. El dinero solo sirve para mantener los aparatos burocr¨¢ticos. Si todos los colores, los movimientos, las listas electorales, tuvieran acceso gratuito a los instrumentos de comunicaci¨®n, eso ser¨ªa ya un gran cambio. Estamos obligados a un trabajo de imaginaci¨®n institucional para dar nueva vitalidad al parlamentarismo, pero en ning¨²n sitio se abordan estos asuntos.

P. Es frecuente que los partidos den respuestas diferentes a una misma agenda, pero la agenda misma no se pone en cuesti¨®n.

R. No pretendo minusvalorar las diferencias. La derecha en Espa?a sale a la calle con la cruz y tiene unas posiciones sobre el aborto y otros asuntos cotidianos, y Zapatero, por su parte, ha tomado decisiones que est¨¢n a la vanguardia en Europa. Pero algunas cuestiones cruciales se evitan en la derecha tanto como en la izquierda. En una pol¨ªtica hipermediatizada, hay que expresar por fuerza mensajes de optimismo. Y esto se hace a costa de negar los problemas.

P. ?Cu¨¢les ser¨ªan esos problemas?

R. La desigualdad, esa es la cuesti¨®n crucial, ese es el problema, incluso desde el punto de vista de la eficiencia. Pero ning¨²n partido de izquierda parece haberlo asumido con claridad.

Me preguntaron hace a?os por la crisis de la izquierda. ?Qu¨¦ izquierda?, respond¨ª

P. Cuando un partido de izquierda pierde las elecciones se dice que la izquierda est¨¢ en crisis, nunca cuando pierde uno de derecha.

R. Es verdad, la derecha puede perder las elecciones pero no entra en crisis. Pero no entra en crisis porque, aunque no tenga el Gobierno, contin¨²a teniendo el poder. Todos los partidos de la izquierda europea se dicen reformistas. Pero no se puede hablar de verdadero reformismo si no se transforman las relaciones de poder y de riqueza. Me preguntaron hace a?os por la crisis de la izquierda. ?Qu¨¦ izquierda?, respond¨ª. Los ciudadanos solo pueden elegir entre dos derechas, y lo normal es que prefieran la verdadera.

P. Los sondeos dan la victoria a la derecha en Espa?a. De producirse, ?qu¨¦ significado tendr¨ªa a efectos europeos?

R. La crisis que estamos viviendo no se puede superar solo con m¨¢s Europa, como se dice, sino con m¨¢s Europa radicalmente democr¨¢tica. No basta con tener un Gobierno europeo para combatir la crisis, sino que deber¨ªa tratarse de un Gobierno capaz de invertir la tendencia hacia la desigualdad, que reponga y refuerce el Estado de bienestar. Los Gobiernos de derecha no asumen este objetivo.

P. Entonces, ?no es optimista sobre el futuro de Europa?

R. No es cuesti¨®n de optimismo o pesimismo, porque son sensaciones que pueden cambiar de d¨ªa en d¨ªa. Padecemos una crisis que es financiera, econ¨®mica y social. Este tercer aspecto, social, es el que menos se ha considerado y, sin embargo, es la clave para salir de ella. No hay partidos que acepten esta l¨®gica, aunque deber¨ªan ser los de izquierda. Pero, en realidad, no siguen siendo de izquierda. No lo son porque est¨¢n en manos de m¨¢quinas autorreferenciales para producir carreras pol¨ªticas. Es verdad que, en algunos casos, la izquierda difiere de la derecha en peque?as cosas, lo que permite a los ciudadanos elegir entre lo malo y lo peor, e, incluso, entre lo peor y lo que todav¨ªa lo es m¨¢s. Existe, sin embargo, un vehemente deseo de cambio. A veces es rabia, a veces entusiasmo o indignaci¨®n. Desesperaci¨®n, incluso.