El 'caso Prestige' todav¨ªa busca culpable
Como el tiempo ha borrado la huella del chapapote en Galicia hay una tendencia muy oportunista por reinterpretar el suceso: era inevitable a pesar de que el accidente se gestion¨® adecuadamente
Nueve a?os despu¨¦s, el peque?o juzgado de Corcubi¨®n (A Coru?a) termina la instrucci¨®n del caso Prestige. Por si alguien no se acuerda, se trata de un viejo petrolero cargado con 70.000 toneladas de un combustible viscoso y sucio que zozobr¨® a escasas millas de la costa gallega un 13 de noviembre de 2002 y envi¨® la correspondiente se?al de alerta. Lo que podr¨ªa haber sido un accidente se convirti¨® una semana despu¨¦s en el mayor desastre ecol¨®gico sufrido en Galicia.
Como el tiempo ha borrado la huella del chapapote en las playas de Galicia hay una tendencia muy oportunista por reinterpretar aquel suceso: todo parece indicar que el Gobierno de la Xunta y el Gobierno central volver¨¢n a ser del PP en pr¨®ximas fechas, como sucedi¨® entonces. Y en esa relectura, el argumento es el siguiente: el desastre era inevitable a pesar de que el accidente se gestion¨® adecuadamente. La prueba de todo ello es que el da?o ecol¨®gico ha sido ya reparado.
Algunos de los protagonistas de aquellos d¨ªas han regresado a la escena: Francisco ?lvarez Cascos es presidente de Asturias y Mariano Rajoy est¨¢ a punto de serlo del Gobierno espa?ol. Cascos era el ministro de Fomento. Impetuoso ¨¦l, aval¨® la decisi¨®n de enviar al Prestige al ¡°quinto pino¡± y alejarlo de la costa, cuando todos los protocolos e incluso los simulacros realizados previos al accidente recomendaban lo contrario: trasladar el buque a alg¨²n refugio para minimizar los da?os. Rajoy, como vicepresidente, fue el encargado de gestionar la propaganda: Aznar era cada vez m¨¢s amigo de Bush y el PP gobernaba con el viento a favor camino de una segunda mayor¨ªa absoluta.
La decisi¨®n de alejarlo agrav¨® la estructura del petrolero, que termin¨® parti¨¦ndose en dos tras una semana de err¨¢tica navegaci¨®n soltando ese l¨ªquido negro y viscoso. Pero el Gobierno se apresur¨® a anunciar que el peligro hab¨ªa pasado. Se resisti¨® a hablar de ¡°marea¡± y emple¨® el t¨¦rmino ¡°mancha negra¡±, aun cuando alguna de ellas tuviera una superficie equivalente a 27 veces el municipio de A Coru?a. Explic¨® que la mancha no era peligrosa porque el crudo ¡°se solidificar¨ªa y se hundir¨ªa en el mar¡±. Se dijo tambi¨¦n que el buque se partir¨ªa en dos partes navegables que seguir¨ªan alej¨¢ndose de la costa. Finalmente, llegar¨ªan los famosos ¡°hilillos de plastilina¡± de Rajoy.
Con el barco alej¨¢ndose y soltando ¡°manchas que se hundir¨ªan¡± o ¡°hilillos de plastilina¡±, algunos de los ministros de fueron de fin de semana: Cascos se fue a cazar al Pirineo, Matas (ministro de Medio Ambiente) se march¨® a Do?ana junto a Acebes (Interior) y Ana Pastor (Sanidad). Y Fraga tambi¨¦n se fue de caza a Toledo. Para cuando regresaron, las manchas terminaron de convertirse en una espantosa marea negra.
El desastre del Prestige tuvo muchos padres. Uno de ellos fue el armador y otro la agencia de calificaci¨®n que dio el visto bueno a un buque en estado comatoso. Hacia ellos se dirigi¨® la estrategia del Gobierno espa?ol durante estos a?os en busca de un culpable exterior que pagara la correspondiente indemnizaci¨®n por los da?os causados. Por esa raz¨®n, el Gobierno socialista evit¨® un juicio pol¨ªtico de aquella gesti¨®n. Eso y la lentitud de la justicia explican que, nueve a?os despu¨¦s, el caso Prestige no tenga un culpable reconocido.
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