Aquellas costillas que se lanzaban contra las porras
El Supremo rechaza que se torturase a los etarras Portu y Sarasola
A principios de los a?os ochenta, un miembro de ETA con un ojo morado fue conducido ante un juez de la Audiencia Nacional, que hace a?os no est¨¢ en activo. El magistrado, al ver al etarra, pregunt¨®: ?Qu¨¦ le ha pasado? ?Vaya ojo tiene!
Como el terrorista no respondi¨®, el juez repiti¨® la pregunta, y el polic¨ªa que le custodiaba explic¨®: Es que se ha tropezado y se ha golpeado con un armario.
El magistrado coment¨®: Pues vaya golpe, podr¨ªa haber perdido el ojo. Y acto seguido, inquiri¨® de nuevo: El armario ?era met¨¢lico o era de madera?
El etarra, ya enfurecido, respondi¨®: ?No ve que me han pegado, o qu¨¦?
A lo que el juez replic¨®: Claro, seguramente usted no les quer¨ªa contar algo que ellos quer¨ªan saber.
La an¨¦cdota es un hecho real que durante a?os cont¨® un jefe de seguridad de la Audiencia que tampoco sigue en activo.
Desde entonces, las cosas han cambiado mucho. La direcci¨®n de ETA elabor¨® un manual para sus militantes sobre c¨®mo comportarse en caso de detenci¨®n, en el que les incita a que siempre denuncien haber sido torturados. Mientras, las fuerzas de seguridad han reducido los malos tratos a casos puntuales, aunque nunca los acusados por torturas han admitido haberlas cometido y, desde la Transici¨®n, recurren a la excusa de que los detenidos se resistieron o trataron de huir y que a ellos no les qued¨® m¨¢s remedio que utilizar la fuerza para reducirlos. De modo que para llegar a la verdad, los jueces deben aplicar la l¨®gica y el sentido com¨²n a las pruebas existentes.
Ahora, la Sala Segunda del Supremo ha revocado la sentencia de la Audiencia de Gipuzkoa que conden¨® a cuatro guardias civiles por haber torturado a los etarras Igor Portu y Mattin Sarasola, a su vez penados con 1.040 a?os de c¨¢rcel como autores del atentado de la T-4 de Barajas, que caus¨® la muerte de dos ecuatorianos. Los magistrados del Supremo alegan que los dos terroristas siguieron las ¨®rdenes de ETA y denunciaron unas torturas que nunca existieron; que las lesiones que ten¨ªan fueron causadas en la detenci¨®n cuando intentaban huir, y que pretend¨ªan utilizar la denuncia en los procesos que hab¨ªa contra ellos en la Audiencia Nacional. Una aut¨¦ntica pirueta en la l¨®gica y el sentido com¨²n.
Es posible que esos dos amantes del coche bomba y el tiro en la nuca siguieran las instrucciones de ETA, pero en todo caso, si las siguieron, las siguieron mal, porque precisamente en el proceso de m¨¢s proyecci¨®n medi¨¢tica e internacional, su juicio por participar en el bombazo de la T-4, decidieron no defenderse. Sarasola hab¨ªa realizado ante la Guardia Civil un pormenorizado relato de su participaci¨®n en ese atentado y otros. Pero no lo ratific¨® ante el juez y con alegar torturas podr¨ªa haberlo impugnado con facilidad, y sin embargo, no lo hizo. Ni Portu ni Sarasola declararon en la vista, ni denunciaron torturas, con lo sencillo que lo ten¨ªan porque el proceso en Gipuzkoa segu¨ªa todav¨ªa vivo, ni hicieron la publicidad que ETA aconseja. Ordenaron a su abogada que no les defendiera y no recurrieron la sentencia que les condenaba a 1.040 a?os, que ya es firme.
?De d¨®nde se saca el Supremo que iban a utilizar la denuncia en los procesos de la Audiencia Nacional? Da igual, la sentencia se?ala que no pretende ¡°escrutar las razones ¨²ltimas¡± de los etarras para no intentar demostrar la existencia de torturas en el juicio de la Audiencia, ¡°que deben quedar en el arcano de su conciencia¡±. Impresionante razonamiento l¨®gico.
Y en otra imperecedera afirmaci¨®n el alto tribunal establece que ¡°las torturas que se denuncian en San Sebasti¨¢n son torturas vindicativas, esto es, realizadas en venganza por su pertenencia a ETA¡±. Y recuerda que nadie ha planteado que se tratase de torturas indagatorias, es decir las realizadas para obtener una confesi¨®n. El Supremo parece olvidarse del principio de econom¨ªa o de la navaja de Ockham, seg¨²n el cual cuando dos teor¨ªas tienen las mismas consecuencias, la m¨¢s simple suele ser la correcta. ?Venganza? ?De qui¨¦n? ?De los que padec¨ªan las lesiones o de los que las provocaron? Porque, aunque nadie lo menciona en la sentencia, estos eran los primeros etarras detenidos en Espa?a ¡ª6 de enero de 2008¡ª despu¨¦s del asesinato por ETA de los guardias civiles Fernando Trapero y Ra¨²l Centeno el 1 de diciembre de 2007 en la localidad francesa de Capbreton.
La versi¨®n del Supremo de que las lesiones fueron causadas cuando los etarras pretend¨ªan escapar es similar a aquellas de la Transici¨®n cuando las costillas se lanzaban contra las porras. Un delirio. Cuando uno o dos agentes se lanzan encima de alguien le pueden causar una, dos, o media docena de lesiones y suelen ser en el mismo lado. ?Ha le¨ªdo el Supremo los dos interminables folios de hematomas, equimomas, eritemas, erosiones, escoriaciones e incluso fracturas de los partes m¨¦dicos? Sarasola presentaba 18 lesiones distintas, varias de 8 x 7 cent¨ªmetros, en ojo, t¨®rax, abdomen y brazos, y Portu, aparte de una docena de hematomas y erosiones, ten¨ªa varias fracturas costales con colapso pulmonar y derrame pleural, adem¨¢s de otras lesiones en un ojo, abdomen y piernas. ?Semejante cantidad de lesiones al reducir a un fugitivo?
Porque resulta que la Audiencia, que al contrario que el Supremo pudo ver y o¨ªr a los etarras y a los guardias acusados durante el juicio, afirm¨® que no hubo intento de fuga, lo que es l¨®gico, porque el operativo policial estaba formado por cuatro Nissan Patrol, dos veh¨ªculos camuflados y 15 guardias civiles. Una fuerza disuasoria impresionante. Y los etarras no estaban fichados, por lo que cre¨ªan que no les iban a detener y accedieron a ser identificados. En ese momento estaban enca?onados, al menos, por tres guardias. Cualquier intento de fuga en esas condiciones hubiera sido suicida.
Dec¨ªa Chesterton: ¡°Puedo creer lo imposible, pero no lo improbable¡±. Pero usted, como el Supremo, puede creer lo que quiera.
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