Al tiempo

En los d¨ªas previos a la jornada electoral herv¨ªa en las redes sociales el siguiente comentario, ¡°la cosa se va a poner como para irse de Espa?a¡±. Hace 15 a?os, cuando las encuestas auguraban la victoria de Aznar y las opiniones se escuchaban en los bares y no en los foros del ciberespacio, un grupo de artistas aseguraba lo mismo, ante unas ca?as, en el parque del Retiro. Que se iban a ir de Espa?a, dec¨ªan. El fin de esa historieta es que no solo no se marcharon, sino que alguno, de nombre bien conocido, se fue dejando arropar m¨¢s de lo imaginable por el nuevo partido en el poder, hasta convertirse en lo que es hoy, uno de ellos.

El comentario no puede ser m¨¢s fr¨ªvolo. No. Nadie se va. Nadie quiere irse de su casa. O casi nadie puede. Por m¨¢s que el matrimonio gay deje de llamarse matrimonio, que la ley del aborto se contrarreforme o que deje de tenerse en cuenta la cuota femenina en los cargos p¨²blicos. Adem¨¢s, dudo mucho que este nuevo presidente, que con tanto empe?o lider¨® la oposici¨®n a ciertos asuntos que debieran depender m¨¢s de la conciencia individual que del escrutinio pol¨ªtico, tenga tiempo para dedicarlo a cualquier cosa que no sea la precariedad econ¨®mica en la que nos encontramos. Los primeros titulares ya han hecho presencia: Europa le exige urgencia en los recortes. Ese ser¨¢ el monotema que nos espera. El que le quitar¨¢ el sue?o a Rajoy y el que minar¨¢ su popularidad.

Y nosotros no nos iremos. O solo se ir¨¢n, como ya se est¨¢n yendo, aquellos que encuentren un trabajo decente fuera. A los que gozamos de una tribuna p¨²blica se nos deber¨¢ exigir una visi¨®n cr¨ªtica del nuevo Gobierno y prestarle voz a los ciudadanos que no la tienen. Y, como siempre, observaremos c¨®mo los pelotas, que tienen la coherencia de ir siempre con el que gana, se acomodan. Aunque algunos dijeran que estaban listos para el exilio. Al tiempo.