Grandioso

Una pulsera m¨¢gica, que ofrec¨ªa a quien la portara mejorar su fuerza, flexibilidad y equilibrio, ha resultado ser una estafa, sin que ello impida a sus promotores hacerse millonarios gracias al invento y a la credulidad de la gente. Descubierta la estafa, muchos siguen luciendo la pulsera por la sencilla raz¨®n de que no se han enterado, ni se enterar¨¢n nunca, de que sus promesas resultaron falsas. Uno cree en aquello en lo que est¨¢ dispuesto a creer.

En las jornadas electorales de esta democracia nuestra de los tiempos de crisis, esa fe ciega se renueva. La fe en el castigo a quien lo hizo mal, la fe en el milagro que realizar¨¢ quien parece lo bastante severo como para poner orden. Uno ya no escucha lo que los candidatos le dicen, uno se toca la mu?eca y piensa si le conviene o no creer que, al votar, se le aliviar¨¢ el dolor de espalda, o arder¨¢ en los infiernos aquel que se lo provoc¨®. Tambi¨¦n es posible que uno piense, al votar, en el destino inevitable de la mosca, condenada a partes iguales a terminar su vuelo en un mont¨®n de miel o en un mont¨®n de mierda. Siempre esperas que te toque la miel.

A la hora de escribir esto, el presidente Mariano ha dado ya se?ales de una astuta energ¨ªa: no ha dicho nada de lo que har¨¢ ni con qui¨¦n lo har¨¢. Ocurra lo que ocurra, este milagro ya ha sido obrado, y nada de lo que produzca en el futuro igualar¨¢ la haza?a de haber puesto nerviosos ¡ªaunque brevemente¡ª a los mercados, logrando que hasta la Merkel se haya estrujado el delantal, con sus ¨¢vidos deditos carniceros.

Por ese breve lapso de retranca le dedico desde aqu¨ª una reverencia. En cuanto al futuro de la err¨¢tica mosca, una reflexi¨®n esperanzada: es peor caer en la miel, que te retiene. La mierda te expulsa, siempre que no hayas perdido para siempre el sentido del olfato.